En boca de un personaje del chileno
Eduardo Barrios se dice: “Las artes
nacen de una suerte de infancia perenne que algunas almas logran mantener en
sí.”
Una de esas almas es,
sin duda, la del propio Eduardo Barrios. Y a mi juicio, otra, gemela en esa
capacidad, es la del norteamericano William Maxwell (Lincoln, 1908 – Nueva York,
2000), en cuya obra –narraciones, ensayos,
memorias– es recurrente el tema
de su propia infancia. Con esta novela, Adiós,
hasta mañana, publicada en 1980, ganó el American Book Award.
En primera persona se narra la infancia
de un niño en un pequeño pueblo de Illinois, periodo que está marcado por la
muerte de la madre del protagonista, su nueva vida y la efímera amistad con
otro niño de la vecindad, Cletus, hasta que se interpone un asesinato. La
tragedia afecta directamente a las
familias de los dos amigos y les lleva a separarse.
Cuando, después de unos años, el
protagonista va al instituto y tropieza inesperadamente con Cletus, no sabe qué
decir. En lugar de enfrentarlo, decide hacerse el despistado. Pero sabe que
también su antiguo amigo lo ha visto a él e igualmente ha preferido no
saludarlo. Esto marca su vida y es, en realidad, lo que, con el tiempo, ha
llevado al narrador a escribir este libro.
En la narración se recrea entonces la
relación entre las dos familias amigas que acaba en el crimen y un suicidio
posterior. Y sobre esa recreación –y la ficción del escritor sobre hechos del
pasado– hay una constante e interesante reflexión:
Lo
que todos nosotros (o lo que al menos yo) atribuimos confiadamente a la memoria
–entendiendo por ello una escena, un hecho tratado con fijador y por tanto
rescatado del olvido-, es en realidad una forma de narración que se desarrolla
sin cesar en la mente y que a menudo se transforma al ser contada. Son
demasiados los intereses emocionales que entran en conflicto para que la vida
llegue a ser nunca plenamente aceptable, y tal vez sea labor del narrador
elaborar las cosas de tal modo que se ajusten a este fin. En todo caso, cuando
hablamos del pasado mentimos cada vez que respiramos.
Una novela escrita con sinceridad y
necesidad, y sencillez. En ella, lo que creo marca la diferencia es esa
autenticidad que hace que una novela diga mucho más de lo que aparenta su
simple trama.
(Adiós, hasta mañana, de
William Maxwell. Libros del Asteroide, 1998.)
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