lunes, 1 de diciembre de 2014

Adiós, hasta mañana, de William Maxwell

En boca de un personaje del chileno Eduardo Barrios se dice: “Las artes nacen de una suerte de infancia perenne que algunas almas logran mantener en sí.”

Una de esas almas es, sin duda, la del propio Eduardo Barrios. Y a mi juicio, otra, gemela en esa capacidad, es la del norteamericano William Maxwell (Lincoln, 1908 – Nueva York, 2000), en cuya obra narraciones, ensayos, memorias es recurrente el tema de su propia infancia. Con esta novela, Adiós, hasta mañana, publicada en 1980, ganó el American Book Award.

En primera persona se narra la infancia de un niño en un pequeño pueblo de Illinois, periodo que está marcado por la muerte de la madre del protagonista, su nueva vida y la efímera amistad con otro niño de la vecindad, Cletus, hasta que se interpone un asesinato. La tragedia afecta directamente a las  familias de los dos amigos y les lleva a separarse.

Cuando, después de unos años, el protagonista va al instituto y tropieza inesperadamente con Cletus, no sabe qué decir. En lugar de enfrentarlo, decide hacerse el despistado. Pero sabe que también su antiguo amigo lo ha visto a él e igualmente ha preferido no saludarlo. Esto marca su vida y es, en realidad, lo que, con el tiempo, ha llevado al narrador a escribir este libro.

En la narración se recrea entonces la relación entre las dos familias amigas que acaba en el crimen y un suicidio posterior. Y sobre esa recreación –y la ficción del escritor sobre hechos del pasado– hay una constante e interesante reflexión:

Lo que todos nosotros (o lo que al menos yo) atribuimos confiadamente a la memoria –entendiendo por ello una escena, un hecho tratado con fijador y por tanto rescatado del olvido-, es en realidad una forma de narración que se desarrolla sin cesar en la mente y que a menudo se transforma al ser contada. Son demasiados los intereses emocionales que entran en conflicto para que la vida llegue a ser nunca plenamente aceptable, y tal vez sea labor del narrador elaborar las cosas de tal modo que se ajusten a este fin. En todo caso, cuando hablamos del pasado mentimos cada vez que respiramos.

Una novela escrita con sinceridad y necesidad, y sencillez. En ella, lo que creo marca la diferencia es esa autenticidad que hace que una novela diga mucho más de lo que aparenta su simple trama.


(Adiós, hasta mañana, de William Maxwell. Libros del Asteroide, 1998.)

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