martes, 26 de marzo de 2013

ACUARELAS DE COMAS QUESADA (1)


Por José García Caneiro 

En 1978, con motivo del 500 aniversario de la fundación de Las Palmas de Gran Canaria, el pintor José Comas Quesada (1928 – 1993), considerado uno de los máximos exponentes de la pintura de acuarela  no solo en Canarias sino en la España del último cuarto del siglo XX, presentó una exposición de acuarelas titulada “Rincones de la zona antigua”. Entre Comas Quesada y éste que escribe, proyectamos la publicación (fracasada) de reproducciones de esas acuarelas, acompañadas de un poema para cada una de ellas. Conservo los poemas –de los que soy autor-, pero he perdido la reproducción de algunos de los cuadros.
En este blog de Náufragos, y bajo el título general de “Acuarelas de Comas Quesada”, voy a ir publicando los poemas, que coinciden con los de los cuadros. Se incluirá la imagen de los que tengo. De los otros, tal vez la difusión de este blog y el conocimiento de algún lector avisado puedan ayudarnos a su recuperación. Se agradecerá de corazón.


(Pinchar en la imagen para agrandar)
SAN TELMO

Una palpitación salada,
un oculto rumor de jarcias tensas
y un insistente batir
de ola adivinada contra el muelle
se abrazan desde atrás
a la campana,
se funden con su bronce
y se descuelgan,
suaves, cadenciosos,
sobre la piel de cal, de piedra y teja,
empapando de mar
toda la iglesia.
La levedad, vestida de mujer,
quiebra el cristal
oscuro de la puerta.
Y las ramas intentan,
con la luz,
aunar los rumores y el aroma.


jueves, 21 de marzo de 2013

Los otros clásicos IV - Fray Damián Cornejo


Si alguien merece figurar en los puestos de honor de “Los otros clásicos” es, por derecho propio y voluntad ajena, el palentino fray Damián Cornejo, poeta preterido, ignorado y ninguneado donde los haya (hasta el extremo de que, entre los poquísimos que han leído algunos de sus poemas, muchos creen que lo de “fray Damián Cornejo” es un pseudónimo, cuando se trata de su nombre auténtico.) Sin duda, el ostracismo al que le condenaron críticos, antólogos, editores y profesores se deriva de la propensión de este franciscano hacia la líirica erótico-burlesca, a veces rayana en lo pornográfico.

martes, 19 de marzo de 2013

La inocencia del haiku. Selección de poetas japoneses menores de 12 años


Una vez dijo un crítico que el haiku es un género que, igual que el aforismo, se presta al descubrimiento casual.

Es posible encontrar un haiku por casualidad, pues cuanto mejor es un haiku, menos subjetivo, más ajeno es al poeta, más puro objeto que está ahí fuera, en el mundo. Pero no es fácil encontrarlos, aunque estén fuera de nosotros y el poeta intervenga poco en su elaboración. Hay que tener el ojo muy entrenado para descubrirlos. Es fácil que pasen desapercibidos, o que sean invisibles.

Vicente Haya, quizá el más prestigioso estudioso español del haiku, que ha publicado varias antologías, traducciones y ensayos sobre el tema, recoge en esta selección haikus compuestos por poetas menores de 12 años. No sé cuánto habrá de casualidad en ellos, pero los hay tan extraordinarios como estos:



5 años
Atrapando cigarras,
las de muy arriba
no las alcanzo.

6 años
También la oruga pequeña
está viviendo
con todas sus fuerzas.

El girasol.
Uno tras otro los niños
midiéndose con él.

7 años
Sombra alargada.
Antes que yo mismo
llega a casa.

El canto de un insecto…
¿Será el saltamontes
que yo tenía?

Mirando la luna
con las enormes
sandalias de papá.

8 años
Vendida mi vaca
se va
volviendo la cabeza.

Cantan las cigarras.
Los secretos que nos contamos
apenas se escuchan.

Si me elevo
al columpiarme,
el cielo de otoño.

9 años
Un pino
que ha tardado cien años
en hacer su tronco.

10 años
Caza de luciérnagas.
Andando junto a papá,
el olor de papá.

En los pastelitos de arroz
han quedado un poco marcados
los dedos de mamá.

De vuelta al hospital,
el abuelo mira
los campos de arroz.

11 años
En el camping,
las toallas puestas a secar.
Ninguna del mismo tamaño.


Cuando yo era pequeño y alguien traía los deberes muy bien hechos, se sospechaba que se los habían hecho sus padres. Aquí hay tantos deberes bien hechos, que uno se pregunta si los haikus de los “papás” japoneses no se los habrán hecho sus hijos.

La inocencia del haiku. Selección de poetas japoneses menores de 12 años.
Com. Vicente Haya (Vaso Roto Ediciones: México, 2012)

viernes, 15 de marzo de 2013

Centuria de Giorgio Manganelli


El saber que el discreto amigo José Ramón Fernández de Cano -autor de la entrada de este blog que bajo el título Los otros clásicos recoge obras de autores del Siglo de Oro menos conocidos pero de comparable genialidad que los más renombrados- se propone una publicación en la que dará noticia de nada menos que cien de estos poetas, me ha llevado a recordar una obra y un autor para los que también el número cien parece adquirir un mágico significado.  Me refiero a Giorgio Manganelli y a su libro Centuria. Cien pequeñas novelas río (Ed. Anagrama, 1979).

Al margen de las etiquetas con que se pretenda clasificarla –experimentalista, vanguardista, conceptista– la obra de Giorgio Manganelli (Milán, 1922- Roma, 1990) es memorable.

A mí me deslumbró –y sigue deslumbrando– con Centuria. Cien pequeñas novelas río (Ed. Anagrama, 1979), pero en todas sus obras, incluyendo la última, La ciénega definitiva, publicada a título póstumo, demuestra un ingenio, humor y agudezas difíciles de encontrar. Para algunos era un provocador, retórico y artificioso. Pero creo que era muy cierto lo que él mismo decía de su escritura: Digamos que lo que hago es divagar sólo cuando tengo algo esencial que decir.

Me siento incapaz de explicar lo que es Centuria –“una vasta y amena biblioteca”, en palabras de su autor–  y a riesgo de elegir mal entre los cien relatos que lo componen, no me resisto a compartir uno de ellos con los lectores de este blog:

martes, 12 de marzo de 2013

El libro de los adioses o el espacio del adiós


Palabras pronunciadas por Rosario Curiel en la presentación de El libro de los adioses, de Josep Anton Soldevila

Entrar en un libro de poemas es entrar en un país extranjero: ante él, cabe detenerse a observar. Ser prudentes, quizá. En El libro de los adioses, el yo lírico nos observa desde una esquina del tiempo. Y, ya desde este recodo, se anuncia el final del bien, el principio del mal.

jueves, 7 de marzo de 2013

De como el rey Philip sobrevivió al ataque de los vikingos (5)


  Por Javier Guzmán

 La novela negra escandinava tiene aciertos mayúsculos y su aporte al género puede considerarse como la mayor contribución en otras lenguas y otros ámbitos en los últimos 30 años. Pero de ahí a convertirla en la sublimación absoluta hay mucho trecho. De la misma manera que el montaje (el lenguaje cinematográfico), se asienta sobre la obra Eisenstein y Orson Wells (rodada en B&N, con una cámara Mitchel y editada en moviola vertical), como reconocen todos los directores desde entonces, la novela negra actual sienta sus bases en los clásicos americanos.

   Ignorar esto es como pretender que la novela española nace con Camilo José Cela. (Por citar a nuestro último premio Nobel.)

lunes, 4 de marzo de 2013

Los otros clásicos III - Juan de Ovando y Santarem


Pepe Junco ya colgó este espléndido soneto en su muro, después de que yo se le enviara para que viese las coincidencias con un poema suyo basado también en el motivo de la mujer desnuda que, al bañarse, se funde con la naturaleza circundante. Yo lo tengo reputado como una de las obras maestras del barroco español. Quien todavía ande lastrado por la falsa idea (¡tan perniciosamente difundida en la escuela!) de que “barroco” es sinónimo de hinchazón, circunloquio, palabrería vana y retórica hueca, quedará desconcertado por el alarde de concisión de que hace gala Ovando y Santarem en el primer endecasílabo: con un solo sustantivo (“cristal”) y dos verbos (“dar” y “dividir”), es capaz de cifrar, en once sílabas, lo que la función referencial del lenguaje obligaría a expresar de este modo: “Una piel tan fina y delicada como el cristal avanzaba a través de unas aguas también cristalinas”. ¡Ni Gracián fue capaz de condensar, en tan breve discurso, tanta belleza y precisión!




III.- Juan de Ovando y Santarem (1624-1706).

Cristal daba al cristal que dividía
incentiva deidad, desnuda Elena,
y, entre la espuma que su luz serena,
Venus parece que otra vez nacía.

Al tacto de su cuerpo el Dauro ardía,
vuelto Troya de amor hasta la arena,
y adorándola sola por sirena
transpontines de aljófar le mullía.

Julio, a la vista, dijo en su discurso:
“¿Con cristal, a las aguas, por qué sondas,
si avivas más mi incendio en su recurso?

No el que animas marfil, Elena, escondas;
que parece se acaba al día el curso
cuando llegan tus soles a las ondas”.