miércoles, 31 de mayo de 2017

Unas cartas sobre Galdós (4)

Por Luis Junco

Cartas Galdosianas
para Federico León
IV

Estimado amigo:

Dispénseme que en estilo familiar, propio de las cartas, siga tratando de crítica galdosiana, cuando estos asuntos requieren otro estilo más serio, pero si con ademanes y frases campanudas yo enjaretara un discurso didáctico, obtendría de usted una sonrisa de benevolencia, sin que fuera obstáculo a su condescendencia el juzgar mis escritos como obra pedantesca y con demasiadas pretensiones. Recuerde, pues, que los renglones que de esta cuestión literaria he tratado y seguiré tratando, son solo impresiones personales, en los cuales, como ya escribí en mis anteriores, consigno mi parecer siempre sujeto a las rectificaciones que el criterio de usted me sugiera. Así, en la presente, expongo que Galdós debe la perfección en sus escritos al trabajo constante, a la observación, a su estilo y forma original en que la exuberante imaginación se ciñe á las reglas del Arte.

Galdós es un gran estilista. Cervantes, Shakespeare, Goethe, que mucho me engaño o han sido los maestros predilectos del novelista, han dado a este aquella flexibilidad maravillosa que del sublime pasa al familiar con gradaciones como las de una arpa bien templada que ejecuta el artista una escala cromática. Así, el estilo galdosiano reviste la forma simbólica, crítica, epistolar, dramática, cómica y narrativa con la mayor naturalidad. Pero el estilo propio y natural de Galdós está modelado en el del mejor hablista español, en Cervantes, y creo que don Benito sabe de memoria El Quijote, porque en los giros del pensamiento, en las escenas que describe, se nota un sabor muy marcado de cervantista.

Existen en sus novelas muchos tipos quijotescos, y Santorcaz en “Bailen” es el propio Don Quijote en la Mancha refiriendo a Gabrielillo y Marijuán los ejércitos napoleónicos que se le figuraba ver en aquella llanura dominada por una pequeña aldea que nombraba Austerlizt, y su espejismo idealista ponía ante sus ojos los lagos helados en que se hundieron los ejércitos enemigos de Napoleón. Las escenas grandiosas, las situaciones trágicas, el temple del acero dado a la inspiración del maestro, lo debe al estudio de los dramas y tragedias de Shakespeare, el coloso de las emociones que resuelve con inusitada fuerza el espíritu más frío electrizando con sus escenas a sus lectores y oyentes.

Los grandes maestros de la Humanidad, los genios en todos los ramos del saber, no pueden ser comprendidos sino por otros genios sucesivos; y si cada uno de los primeros, en el dilatado número de siglos, trasmite un impulso vigoroso a la Humanidad, esta onda impulsiva se enlaza con otra y se refuerza con otro genio distante del anterior por tiempo indeterminado; así, la onda transmitida en la literatura por Shakespeare, Cervantes, Goethe y Víctor Hugo determina su influencia literaria en Rusia, Francia y España produciendo a Tolstoi, Balzac, Zola y Galdós, genios literarios de segundo orden, especialistas en las novelas pero que han roto los antiguos moldes en que esta se vaciaba, creando la novísima escuela naturalista.


La influencia del positivismo en la actual civilización determinó a Galdós a llevar este sistema a la novela contemporánea. Ya la imaginación no entra como factor único, sino combinado con la observación y el experimento. En la novela y en el autor a que nos referimos, vemos un observador infatigable que sigue un método positivo y persigue un fin preconcebido; por esto se le debe considerar como el maestro del realismo en el Arte.

Pero ese positivismo, no es en Galdós un materialismo descarnado; está templado en justas proporciones con el idealismo español; por eso los tipos novelescos que nos presenta no todos son fiel copia del natural; muchos son simbólicos, emblemáticos, como contraste entre la realidad y nuestro nacional idealismo.

Los tipos idealistas los maneja el autor por su cuenta y razón, con objeto de que de sus acciones novelescas resulte la crítica de las antiguas y modernas costumbres españolas, lo bueno y lo malo de nuestro carácter y como síntesis de lucha entre los sistemas ideales y positivos.

Estúdiese en prueba de esto los tipos de Lord Gray y Don Pedro del Congoste en “Cádiz” y Miss Fly en “La batalla de los Arapiles” y a Ángel Guerra y Nazarín en sus novelas.

Salgo a toda prisa de las honduras en que me voy metiendo y cortando por el atajo para llegar más pronto; mientras, confío que me siga teniendo por su buen amigo,
s. s.

 Isidro Ezquerra.

lunes, 29 de mayo de 2017

Haru to shura y otros poemas, de Kenji Miyazawa, editado por Ediciones de La Discreta

Como ya anunciábamos en este mismo blog –entrada del 17 de abril referida a Kenji Miyazawa–, ya está en la calle Haru to shura y otros poemas, editado por Ediciones de La Discreta y en traducción al español de Alfredo López-Pasarín Basabe.

Publicamos aquí uno de los poemas a nuestro juicio más emocionantes del libro.





Lo digo con los ojos


no hay nada que hacer
no para
está brotando a chorros
sin dormir desde anoche sigue saliendo sangre
todo está azul y silencioso
no hay duda enseguida moriré
pero qué aire!
porque ya está cercano abril
como manando con tanta fuerza desde el cielo azul
viene un hermoso viento
en los brotes nuevos del arce y las flores como pelo
levantando olas como hierbas de otoño
la estera de juncos con quemaduras también es azul
no sé si usted vuelve de un congreso de medicina o de dónde
pero si con su levita negra
me atiende tan en serio
aunque muera no puedo quejarme
a pesar de que sangro
si estoy tan tranquilo y no sufro
debe ser porque la mitad del alma ha abandonado ya el cuerpo
solo que a causa de la sangre
no puedo decirlo es terrible
visto por usted
será un panorama catastrófico
pero lo que yo veo
es solo un bello cielo azul
y un aire transparente


26-IV-1929


(Además de en librerías, el libro puede adquirirse solicitando directamente a Ediciones de La Discreta, que lo envía sin gastos: www.ladiscreta.com)

jueves, 25 de mayo de 2017

Unas cartas sobre Galdós (3)


Por Luis Junco

Cartas Galdosianas
para Federico León
III


Estimado amigo:

 Doy principio a la presente diciendo que el maestro Galdós es el restaurador de la novela realista en España. Como todo innovador, ha tenido sus precursores en Cervantes y los autores de novelas picarescas. El Quijote tiene escenas realistas y toda la novela cervantesca se parece a esas pinturas de raro mérito que miradas de diferente punto representan un personaje con cara diferente; digo esto, porque siendo el Quijote imaginaria, retrata el real y verdadero carácter español del tiempo de su autor y de nuestra sociedad presente.

Entro, pues, en la presente a tratar del realismo galdosiano.

En todas las novelas de Galdós se ve y se siente nuestra actual sociedad; en todos sus trabajos literarios, los personajes nos hacen sentir el espíritu de la época, hasta el punto de ver retratados individuos que conocemos y con los cuales nos rodeamos en todas ocasiones. Más de un individuo, juzgando con ligereza de criterio, ha dicho que el autor retrató en tal ó cual novela a Fulano o Mengano, y no ha faltado quien poniendo gesto enfadoso se ha creído sorprendido en sus aficiones, carácter y modos, como no tendríamos á bien que un fotógrafo se atreviera á sorprender nuestra antiestética figura para exhibirla en el muestrario de un escaparate.

Consiste el parecido de los retratos galdosianos con los originales vivos en que el autor llegó por el estudio y la observación a penetrarse del espíritu regional de las localidades que ha visitado, de tal modo que no solo le ha resultado un estudio local sino el general de nuestra raza; y si la mayoría de los tipos galdosianos no son como los de Balzac, documentos humanos, no puede negarse que son verdaderos documentos hispanos del siglo XIX.

Los escritores realistas y naturalistas, al reflejar en sus novelas la naturaleza psíquica individual y colectiva á la manera que un pintor interpreta con sus pinceles un paisaje, un grupo o un retrato, pueden decir lo que Larra expuso en el principio de sus escritos:

«A nadie se ofenderá, a lo menos á sabiendas; de nadie bosquejaría retratos; si algunas caricaturas, por casualidad, se pareciesen a alguien, en lugar de corregir nosotros el retrato, aconsejamos al original que se corrija; en su mano estará, pues, que deje de parecérsele.»

 ¡Ay, amigo León! ¡Quién supiera hacer retratos como Galdós aunque le mandaran a uno los padrinos o le agredieran con un apabullamiento de sombrero! Esa sería la mejor sanción que el público diera a los escritos realistas, aunque ya le ha salido á D. Benito (de?) las pinturas de determinadas sociedades e individuo un horrísono estampido de petardo que a Dios gracias tan sólo ocasionó un susto pasajero; con esto le demostraron que había interpretado fielmente la verdad en las cosas y en la Naturaleza.1

Isidro Ezquerra.

(1)(¿Se refiere quizá a alguna particular reacción entre los sectores que se sintieron agredidos por la representación de Electra? Recordemos que desde el día del estreno -30 de enero de 1901, en el Teatro Español de Madrid- la obra desató las iras de sectores tradicionalistas y conservadores.)