martes, 30 de julio de 2013

Desencadenado: la poesía de Espronceda en escena (y V)



Desencadenado: la poesía de Espronceda en escena (y V)
Grupo Paréntesis

3. La puesta en escena

3.3. Aspectos técnicos

El equipo técnico usado para el espectáculo constaba de una mesa de mezclas de seis canales, un sistema de amplificación de dos pantallas autoamplificadas, un micrófono fijo de pie Shure- 58, un micrófono de diadema, un sistema de iluminación de tres focos, un control de iluminación, un ordenador MacBook portátil para reproducir la música de pieza cargada en el programa Garageband de grabación con edición de sonido Apple,  un PC portátil, un menú interactivo en Flash CS y proyecciones generadas con Premier CS, Photoshop CS y Logic Pro. La posproducción se acometió con un ordenador portátil Mac y dos monitores de campo cercano, limpiando de ruidos residuales las pistas de voz, incorporando un poco de reverberación y aplicando un compresor a la voz para que adquiriera mayor presencia, ajustando los volúmenes de las pista de voz y banda sonora  y editando los principios y finales de cada interpretación evitando comienzos y finales bruscos. Finalmente se exportó cada interpretación como si de una canción se tratase y se conformó el CD de la grabación con un corte por cada poema.

viernes, 26 de julio de 2013

Los otros clásicos X -Gabriel Bocángel

Si el diez es marchamo de excelencia, justo será que protagonice esta décima entrada el madrileño Gabriel Bocángel y Unzueta, poeta mayor entre los menores y ciclópeo también entre los grandes. Este prodigioso soneto-prólogo que puso al frente de su poemario La lira de las Musas es, a mi entender, su mejor tarjeta de presentación, por más que, de tan audaz, pueda sumir en el desconcierto –solo en una primera lectura– a más de algún lector desavisado. Ya en el primer cuarteto, bajo la apariencia superficial de una “chulería poética” sin precedentes (“mirad si soy hábil” –parece decirnos un desafiante Bocángel– “que soy capaz de hacer que cambiéis de opinión con un puñado de versos”), se esconde un encendido elogio del poder de la palabra poética y de quien sabe administrarla con solvencia. Pero este acierto no es enteramente suyo, porque la idea inicial –bien es verdad que desprovista de tan osado alarde– parte de Petrarca (“Io cantarei d’Amor sí novamente”) y circula luego por Camões (“Eu cantarei de amor tão docemente”). Lo auténticamente genial y genuino de Bocángel es el terceto final, donde eleva a categoría lírica (vale decir, “irracional”), tanto en la forma como en el contenido, un ejercicio de la lógica formal tan mecánico y racional como el silogismo.

X.- Gabriel Bocángel (1603-1658)

Yo cantaré de amor tan dulcemente
el rato que me hurtare a sus dolores,
que el pecho que jamás sintió de amores
empiece a confesar que amores siente.

Verá como no hay dicha permanente
debajo de los cielos superiores,
y que las dichas altas o menores
imitan en el suelo su corriente.

Verá que, ni en amar, alguno alcanza
firmeza (aunque la tenga en el tormento
de idolatrar un mármol con belleza);

porque, si todo amor es esperanza
y la esperanza es vínculo del viento,
¿quién puede amar seguro en su firmeza?

martes, 23 de julio de 2013

Motivos para una narración

Hace unos años, en una mesa redonda con narradores, se trataba del motivo elegido por cada autor en su escritura. Era algo sobre lo que ya había pensado, y no dudé en contestar que por regla general mis motivos tenían que ver con personas o situaciones que por alguna razón se me presentaban como un enigma y exigían de mí una historia a modo de respuesta o explicación. 

En algunas ocasiones, la exigencia era clara y apremiante; pero la mayor parte de las veces solo se trataba de una señal, en apariencia insignificante –una anécdota, una frase, un gesto, una imagen–, que sin embargo me dejaba en el ánimo una huella definida. Solo con el tiempo –podían transcurrir años– el enigma reaparecía con todo el vigor de su reclamación. La necesidad de la historia se convertía entonces en una obsesión, pues me daba cuenta de que su trama o urdimbre no podía ser cualquiera, sino que, de entre todas las que yo podía imaginar, solo una, en su relato, llevaba la solución. A veces, encontrarla me llevaba unos pocos minutos; otras, mucho tiempo. Y sé que habrá algunos casos para los que ya no me llegará el tiempo.

Lo que sigue siendo una constante cada vez que doy con la buena historia es el gran alivio que se experimenta, y la alegría del descubrimiento de la que uno se siente embargado. 

Tiempo después releí a Karl Popper en su opinión de acercarse a la ciencia:

Pienso que solo hay una manera de llegar a la ciencia o, si se quiere, a la filosofía: conocer un problema, ver su belleza y enamorarse de él; casarse con él y vivir juntos hasta que la muerte nos separe, a menos de que antes conozcamos otro problema aún más encantador o a menos de que consigamos encontrar efectivamente una solución. Pero incluso si encontramos una solución, es posible que luego descubramos, con gran alegría por nuestra parte, la existencia de toda una familia –igualmente encantadora aunque tal vez más difícil– de problemas-hijo…

Y comprendí que, a pesar de que las ciencias y las letras parezcan tan distantes, era eso lo que de manera más torpe yo había querido decir con respecto al motivo de mis relatos. Eso exactamente. 

jueves, 18 de julio de 2013

Desencadenado: la poesía de Espronceda en escena (IV)


Desencadenado: la poesía de Espronceda en escena (IV)
Grupo Paréntesis



3. La puesta en escena

3.2. Las imágenes


En cada uno de los poemas, y desde el principio del recitado, se proyectó en el fondo del escenario la imagen elegida, para cuyo diseño fueron especialmente reseñables las creaciones originales de los miembros y, en su caso, las combinaciones igualmente personales de obras artísticas de autores representativos con efectos y recursos orientados en todo momento hacia la consecución del resultado integrador y armónico de lenguajes estéticos y estímulos emotivos. De este modo, y de acuerdo con la personalísima interpretación que le dio al texto, el responsable de la recreación de la “Canción del pirata” diseñó una animación, convenientemente sincronizada con el recitado y el fondo musical, en la que, en una reproducción pictórica de inspiración dieciochesca, enmarcada en un marco dorado,  se cruzan dos veleros que se funden a su debido tiempo con otra reproducción de un hombre desnudo en posición fetal que, en un estudiado efecto de fusión progresiva, termina encerrado dentro de un cofre, sumergido en lo que en un principio es el fondo del mar y al final acaba siendo un acuario convencional que cualquier persona puede tener en su casa, aludiendo así a cuanto hay de inmediato y universal en los sentimientos y sensaciones que el recreador se propuso suscitar.

martes, 16 de julio de 2013

Acuarelas de Comas Quesada (Guiniguada y Puente de Palo)

Por José García Caneiro

GUINIGUADA Y PUENTE DE PALO

No tenía otra forma Guiniguada
de oponerse a la flecha del destino.
Sabedor del final, en un esfuerzo,
aunó el brillo del sol
con el azogue esmerilado de las aguas
y con la dura veta
del tronco desbastado
y con las cristaleras
de todos los quioscos.
Como una última canción,
fijó en la plata opaca de su alma
aquella imagen:
transparencias de espacios
y de tiempos
perdidos en un decurso lento.
Reproducción total,
intemporal retrato,
que nunca captarán ya las retinas.

viernes, 12 de julio de 2013

Mañana nunca lo hablamos, de Eduardo Halfon

Eduardo Halfon Mañana nunca lo hablamos (PreTextos, 2011)


A este guatemalteco nacido en 1971 lo empezamos a leer en sus muy interesantes cuentos de El boxeador polaco que editó Pre-Textos en 2008, en los que había mucha autoficción, como la llaman los críticos. Como nos dejó con ganas de seguir leyéndole, buscamos más libros. Primero fue el El ángel literario, finalista del Herralde, donde mezcla diario, novela, ensayo, en una indagación sobre el nacimiento de la pasión literaria en la que hay un baúl de curiosidades sobre Hemingway, Nabokov, Herman Hesse, Pessoa, Carver… Después fue De cabo roto (que realmente es anterior a El ángel literario), en el que volvía a mezclar realidad y ficción, a propósito de la solicitud –auténtica- que hizo Cervantes en 1590 al Consejo de Indias de un puesto en el Nuevo Mundo, y jugaba con la idea de que el autor del Quijote llegó a vivir algún tiempo en Guatemala. Ahora son estos relatos que atrapan enseguida nuestra atención, sobre varios episodios de su infancia (el miedo del niño ante un suspenso en el colegio, las fases anímicas por las que pasa durante una enfermedad grave, los recuerdos de un mozo que trabaja en la casa, la irrupción de la guerra y la secuela del exilio...) En uno de los cuentos un padre y un niño están en la playa y el padre le dice al niño que no se suelte de él, que en esa misma playa se ahogó una vez siendo niño, y le cuenta cómo se lo llevó el mar y cómo lo rescató un marine y cómo lo devolvió a la vida. El niño se pregunta: Si él hubiese muerto, quién sería mi padre.

martes, 9 de julio de 2013

Los otros clásicos IX - Fray Melchor de la Serna


Para espantar –o al menos amenguar– la turbadora desazón en que nos sumieron las severas tribulaciones espirituales de don Francisco López de Zárate (vid. entrada anterior), bueno será apelar a la musa festiva, deslenguada y transgresora de otro religioso libertino que bien puede competir, en agudezas y procacidades, con el ya glosado fray Damián Cornejo (vid. entrada IV). Profesor de latín en la Universidad de Salamanca, traductor de Ovidio y predicador de merecido renombre, el vallisoletano fray Melchor de la Serna se hastió de los melindres neoplatónicos que atenazaban a la muchedumbre de poetas petrarquistas de su época, y emprendió una audaz y briosa exploración poética de las múltiples variantes que proporcionan los placeres de la carne. Y algo debía de saber –por no decir mucho– acerca de todo esto el virtuoso fraile benito, porque en su afamado Jardín de Venus sorprende al lector con el tratamiento de temas y motivos eróticos tan inusuales en la lírica su tiempo como el amor sáfico, el ménage à trois o la masturbación femenina; y, de paso, nos deja informaciones tan valiosas como la que recibimos al leer este soneto, en el que descubrimos que el “depilado brasileño” no es patrimonio exclusivo del pubis femenino contemporáneo.

IX.- Fray Melchor de la Serna (s. XVI - s. XVII).

Rapándoselo estaba cierta hermosa,
hasta el ombligo toda arremangada,
las piernas muy abiertas, y asentada
en una silla ancha y espaciosa.

Mirándoselo estaba muy gozosa
después que ya quedó muy bien rapada,
y estándose burlando, descuidada,
metióse el dedo dentro de la cosa.

Y como menease las caderas,
al usado señuelo respondiendo,
un cierto saborcillo le dio luego…

Mas, como conoció no ser de veras,
dijo “¡Cuitada ya! ¿Qué estoy haciendo?
¡Que no es esta la leña de este fuego!”

viernes, 5 de julio de 2013

El niño que enloqueció de amor, de Eduardo Barrios

¿Habéis oído cantar un pájaro en la noche?

Suele ocurrir que un rayo de luna, un rayo levemente dorado, derramándose por entre el misterio del follaje, alcanza la rama donde se acurruca el avecita dormida, y la despierta. No es el alba, como imagina el ave. Pero... ella canta.
Pocas veces he leído un inicio tan poético –y que tan bien prefigura el desarrollo de la trama– como el de esta novela del  chileno Eduardo Barrios (1884-1963).

Un niño despierta al amor –¿a destiempo? ¿cuál es el tiempo del amor?– y en lugar de cantar durante unos momentos y continuar luego durmiendo hasta la llegada del verdadero amanecer, como hace el ave, este infante salta y vuela en plena noche, deslumbrado por el rayo dorado.

Se ha enamorado de Angélica, una mujer adulta, e incapaz de comunicar a otros niños como él, a sus hermanos, a su madre, la tormenta de sentimientos que le zarandea, decide trasladarla a un diario. Casualmente, este diario llega a las manos del autor, y constituye la base de la narración.

A través de ella asistimos a las fascinaciones del amor: el ensueño, la pasión, el éxtasis, la esperanza. Pero también a sus torturas: los celos, el sufrimiento, el desengaño, la desesperación. A estas últimas sucumbe el alma infantil. Y el niño enloquece de amor.

Un momento, su mirada se encontró con la mía, y el fulgor metálico de aquellos ojos perturbados me apuñaleó las entrañas como una daga fría. Hice un esfuerzo y le sonreí. Me respondió él con la carcajada triturante de los locos y, convulso de risa, se tendió en la cama, hundiendo la cara entre las ropas.

¡Qué tremenda imagen! ¡Y cómo me recuerda a la carcajada enloquecida del indiecito enfebrecido y embrujado por el canto del yaciyateré del cuento de Horacio Quiroga!


En suma, una novela corta, redonda en su ejecución, cuya lectura nos pone la piel de gallina desde la primera a la última palabra. Y, por lo que yo sé, todavía inédita en nuestro país.

martes, 2 de julio de 2013

Acuarelas de Comas Quesada (Fuente de las Ranas)

Por José García Caneiro

FUENTE DE LAS RANAS 



Haciendo verde suyo
el verde de las hojas,
escupen las ranas de la fuente.

Está pintada, en la apagada
transparencia
de los opacos cristales del quiosco,
la incierta claridad de otoño.
La limpidez del día,
borracha, no se sabe
de qué licor de sol o estrellas
no cantadas
que juegan con el agua
al escondite,
se escapa del final de las pestañas.
No sugerido,
oculto, Guiniguada
tiñe su túnica con piedras.