lunes, 27 de octubre de 2014

Acuarelas de Comas Quesada - Artesanía en barro


Por José García Caneiro

ARTESANÍA EN BARRO

Panzudas criaturas,
perfil de barro
y alma obscura,
surgidas del limo y de las aguas,
forjadas por el fuego y unas manos

muertas de arrugas y esperanza.
Celebrarán, humildes y calladas,
el gran ceremonial del sol,
hundiendo en su sombrío corazón
reflejos de un espejo marginado.
Caderas de mujer,
nacidas en cálido solar;
cerámico e ignoto palpitar
de un vientre que, un día,
albergará
la inmensa claridad del agua clara.

lunes, 20 de octubre de 2014

Martín López-Vega, La eterna cualquiercosa



Me gustan mucho los poetas asturianos. Es raro, porque son muchos buenos. Quizá se hayan contagiado unos a otros. Víctor Botas, García Martín, José Luis Piquero, Xuan Bello, Martín López-Vega, Javier Almuzara,  Silvia Ugidos, Pelayo Fueyo… Me gusta la idea de que sean (o hayan sido, no sé) amigos. Los solitarios echamos de menos haber pertenecido alguna vez a un gremio. En “Yendo a casa de Xuan Bello con unas semillas que le traigo de Portugal”, precioso poema de este libro, están aquellos días de hermandad. Hay muchos más poemas memorables (“Roscoe”, “Una manzana para Margarita”, “Junio, “El polvo de la manada”, “La eterna cualquiercosa”…). Más que hablar de ellos, me gustaría copiarlos aquí. La mejor literatura pide ser repetida, más que explicada.

 A Martín López-Vega lo sigo desde hace bastantes años (“muchos” sería excesivo para un autor joven). Creo que desde Travesías, que incluía aquel glorioso verso: “Qué feliz eres, cabrón”.  Y a propósito de este verso, tengo la impresión de que los poemas de plenitud han ido disminuyendo en sus libros desde entonces. Cada vez hay más meditación sobre el tiempo, bien bajo la forma de regreso a un pasado mítico, bien bajo la de impasible avance hacia la desaparición. En todo caso, en sus libros -en los de poesía, en los de viajes, en las traducciones-, en todos ellos siempre he encontrado páginas muy gratas.
Acabo con esta maravilla:

Recolocar una estrella caída.
Un gallo nuevo para San Pedro y pintarle la cresta.
Poner una piedra en la honda de David.
Dorar y poner plumas nuevas en el ala izquierda del Ángel de la Guarda.
Pendientes nuevos para la hija de Abraham.
Adornar el arca de Noé.
Corrección de los diez mandamientos.
Renovar el cielo y lavar la luna.
Retocar el purgatorio y añadirle almas nuevas.
Avivar las llamas del infierno y varios arreglos a los condenados.
Limar las uñas del diablo.
(“Relación de reparaciones efectuadas en la iglesia del Bom Jesús de Braga en 1853 según consta en la factura del Maestro De Obras”)

Martín López-Vega La eterna cualquiercosa (Valencia: Pre Textos, 2014)

lunes, 13 de octubre de 2014

Una prosa apátrida de Julio Ramón Ribeyro

Hace ya más de un siglo que esa idea de un espacio y un tiempo como escenarios inertes en el que desarrollamos nuestra vida fue derogada. Y hoy sabemos que también nosotros somos parte inextricable de ese tejido espacio-temporal. En la física actual se conjetura con que las partículas materiales no sean otra cosa que una especial conformación del espacio y el tiempo. Sin embargo, lo misterioso sigue siendo cómo nuestra inteligencia es capaz de utilizar ese mismo material para convertirlo en poesía.

Julio Ramón Ribeyro –del que ya se habló en otra entrada de este blog– parecía ser consciente de esto. Lo dice en una de sus “prosas apátridas”:

El hecho material de escribir, tomado en su forma más trivial si se quiere –una receta médica, un recado- es uno de los fenómenos más enigmáticos y preciosos que puedan concebirse. Es el punto de convergencia entre lo invisible y lo visible, entre el mundo de la temporalidad y el de la espacialidad. Al escribir, en realidad, no hacemos otra cosa que dibujar nuestros pensamientos, convertir en formas lo que era solo formulación y saltar, sin la mediación de la voz, de la idea al signo. Pero tan prodigioso como escribir es leer, pues se trata de realizar la operación justamente contraria: temporalizar lo espacial, aspirar hacia el recinto inubicuo de la conciencia y de la memoria aquello que no es otra cosa que una sucesión de grafismos convencionales, de trazos que para un analfabeto carecen de todo sentido, pero que nosotros hemos aprendido a interpretar y a reconvertir en su sustancia primera. Así, toda nuestra cultura está fundada en un ir y venir de conceptos y sus representaciones, en un permanente comercio entre mundos aparentemente incompatibles pero que alguien, en un momento dado, logró comunicar, al descubrir un pasaje secreto a través del cual podía pasarse de lo abstracto a lo concreto, gracias a una treintena de figuras que se fueron perfeccionando hasta constituir el alfabeto.


martes, 7 de octubre de 2014

Acuarelas de Comas Quesada - Fuente del Risco e Iglesia de San Nicolás

Por José García Caneiro

No es preciso que el cielo
sea alcanzado
con alargar la mano;
hay un arco voltaico, manifiesto,

que une, indefectible,
agua y bronce,
quebrado tan sólo en un instante
en el fosco verdor de un solo árbol.
Unido a un canto
perdido entre los pliegues
de mantillas,
es el sonido blando
del blanco sin sonido
del agua transparente
quien da la claridad al día.
Como un eco,
cada gota de agua,
sobre el agua,
es timbre de metal
en la campana.