martes, 27 de octubre de 2015

Historia secreta del mundo, de Emilio Gavilanes, premio Setenil al mejor libro de relatos publicado en España en el 2015

(Historia secreta del mundo, editado recientemente por Ediciones de La Discreta, cuyo autor, Emilio Gavilanes, es asiduo colaborador de este blog, es el libro ganador del Setenil 2015, que premia al mejor libro de relatos publicado en nuestro país durante este periodo. En una entrada del 1 de junio este mismo blog, dimos noticia de la presentación en Madrid, y las intervenciones del propio autor y de José María Merino. En esta apresurada crónica, transcribimos la síntesis del libro, según aparece en la reseña editorial, y en los próximos días publicaremos algunos de los relatos del libro.)

Los relatos de esta Historia secreta ambicionan recorrer el universo.  Por ellos desfilan reyes, santos, guerreros, asesinos, monjas, conquistadores, piratas, campesinos, héroes, poetas, herejes, viajeros, locos, concubinas, negreros, bandidos, contrabandistas, científicos, traidores, eruditos, niños, incluso animales; personajes conocidos como Buda, Jesús, san Pedro, Juana la Loca, Hitler o Dionisio Ridruejo  y también personajes anónimos.

Gracias a estas historias viajamos a multitud de lugares  tan distintos como la selva, el desierto, la montaña, el mar, los polos, el Oriente, aldeas, ciudades, y a multitud de épocas, avanzando por ellas desde la lejana  Prehistoria, pasando por el mundo bíblico, la Antigüedad clásica, el cristianismo primitivo, la Edad Media, el Descubrimiento de América, la Revolución francesa hasta llegar a la Guerra Civil española o a la Segunda Guerra Mundial.

Un libro que se desarrolla en tan largo espacio y en tan largo tiempo nos va a brindar una gran variedad de episodios. Unos se ocupan de hechos desconocidos, por ello secretos; otros, de aspectos secundarios y, en apariencia intrascendentes, de acontecimientos y personajes señalados. Asistiremos a momentos estelares y a  momentos no estelares de la humanidad, en busca de significación, de sentido. Porque, aunque a veces se antojen insignificantes, estos relatos están llenos de pensamiento, de reflexión, de emoción, de ternura.  De tal modo, esta Historia secreta del mundo con su largo número de relatos, nos va a mostrar la Humanidad en su más pura esencia. Y en este sentido se entiende la continua presencia, simultánea en muchas ocasiones, de crueldad y compasión. No estamos ante  relatos amables, sino rotundos, capaces de emocionar y de agitar contundentemente nuestro interior. El lector de Historia secreta del mundo puede tener la seguridad de que la lectura de este libro no le va a dejar indiferente.

Emilio Gavilanes (Madrid, 1959) inició su carrera literaria con la publicación de la  novela  La primera aventura (Seix Barral, 1991), reeditada por Círculo de Lectores en 1991 ; le seguirán El bosque perdido (Seix Barral, 2001) y Breve enciclopedia de la infancia (Edhasa/Castalia, 2014), que ha sido galardonada con el XVI Premio Tiflos de Novela;  ha escrito los libros de relatos La tabla del dos (Premio de relatos NH 2003), El reino de la nada (Menoscuarto, 2011) y Autorretrato (Punto de Vista Editores, 2015);  y las colecciones de haikus Salta del agua un pez. 101 haikus (La Veleta, 2011) y El gran silencio (La Veleta, 2013). También ha preparado la edición de la obra de Camilo Bargiela Luciérnagas (Renacimiento, 2009).
A Ediciones de La Discreta confió su colección de relatos El río (2005), antecesora de esta Historia secreta del mundo, que ahora publicamos y que fue finalista  del III premio Setenil; y en 2007 su novela Una gota de ámbar, así como algunos de sus relatos para nuestra revista digital La Indiscreta. Colabora asiduamente en el blog Náufragos en tiempos ágrafos.
(Para más datos sobre el propio libro y el autor: www.ladiscreta.com)


lunes, 12 de octubre de 2015

Los niños león, de Angus, Maisie y Travers McNeice

Por Luis Junco

En 1995, Kate Nicholls, actriz frustrada, apasionada por la biología y que, recientemente separada de su marido, también actor, vivía confortablemente bien con sus cuatro hijos -Travers (11 años), Angus (9 años), Maisie (7 años) y Oakley (1 año)- en el hermoso pueblo de Costwolds, del suroeste de Inglaterra, decide dar un cambio radical a su vida y a la de sus hijos. Los reúne alrededor de un mapamundi y señala un punto en el continente africano, Botswana, y les habla del delta del Okavango y del desierto de Kalahari. Allí van a marcharse; ese será su nuevo hogar. Al principio, todo es excitación y júbilo en los niños, pero poco más tarde, sobre todo los más mayores, empiezan a darse cuenta de lo que pierden: un paisaje al que estaban habituados y en el que se sentían a gusto, los amigos, la escuela en la que ya destacaban como buenos alumnos...

Durante los siguientes cinco años, Kate y sus hijos viven en África: primero en una humilde casa en Maun, en el delta del Okavango, luego un poco más al sur, en los terrenos de una granja de cocodrilos, adentrándose cada vez más en zonas salvajes y alejadas de la civilización, hasta acabar viviendo como nómadas, en campamentos itinerantes siguiendo a leones, con Pieter Kat, un biólogo norteamericano involucrado en un ambicioso proyecto de estudio e investigación de la vida de estos animales patrocinado por el gobierno de Botswana. Pasan muchas privaciones y penalidades -la insalubridad del agua o la falta de electricidad, la exposición a la malaria o la esquistosomiasis, que lleva a algunos de ellos al borde de la muerte, la pérdida nocturna en territorios de depredadores-; pero también aprenden a ser autosuficientes, a tomar lecciones de la vida salvaje y amar profundamente aquel nuevo continente que consideran su nueva y querida patria.

Y al cabo de ese tiempo, en el año 2000, deciden escribir un libro contando su experiencia, este libro, The lion children, cuya principal virtud se debe a haber sido escrito por los propios niños: la visión fresca, espontánea, sincera y profunda que solo es capaz expresar un corazón tan joven. Travers, Angus, Maisie, y hasta el propio Oakley, nos cuentan su experiencia, nos hacen partícipes de sus preocupaciones y descubrimientos, reflexionan con una madurez que asombra sobre lo que viven. Y también nos ilustran con unos dibujos deliciosos y precisos, que enriquecen enormemente el libro.

A riesgo de una selección poco afortunada, y con la intención de dar una idea general del contenido, elijo aquí una breve muestra de los escritos de cada protagonista y algunas ilustraciones.


Travers es el mayor y comienza el libro contándonos un día cualquiera. Es un día de verano. Ha dormido como todas las noches en su caseta de campaña y se levanta cuando amanece. Ve a la distancia un elefante, y al acercarse a la tienda que hace de cocina se da cuenta de que ha sido asaltada por las hienas durante la noche. Coge un jeep -su madre le ha enseñado a conducir y lo hace desde que tenía 11 años- y se ha alejado 20 km.  Por fin ha encontrado a una leona joven que siguen desde hace tiempo y toma las notas necesarias. Con esas noticias ha vuelto al campamento, en donde la familia desayuna, entre bromas. Más adelante en el libro reflexiona sobre cómo los demás ven su vida:

Cuando la gente viene a visitarnos les gusta idealizar nuestra vida. No quieren saber sobre lo que supone meterse entre unas sábadas húmedas un día de lluvia, cavar un nuevo retrete cuando el otro está colmado o vomitar en medio de la noche, sin agua corriente ni electricidad.

De la vida de los leones ha aprendido sobre todo la importancia del colectivo para la supervivencia: la colaboración, el respeto al otro, la necesidad de mantener unido el grupo.

Angus, el hermano que le sigue, es quizás el más sensible y atento a lo que están viviendo. Suyas son las observaciones más conmovedoras hacia los otros seres humanos con los que se encuentran. Sorprende la "madurez" del niño para darse cuenta de los problemas, para valorar el trabajo y cuidado de la madre, y su sentido del humor. Y también sorprende la sensibilidad para con los demás, sobre todo para los más necesitados. En una aldea cercana, con enormes problemas de pobreza, desnutrición y sanidad, la madre casi se convierte en la sanadora, a la que acuden como remedio de todos los males de salud que ocurre. Un dramático caso es el de una anciana que vive sola con su hija y que padece de lepra. El chico es testigo de las curas de la madre a la enferma y sobre todo cómo la mujer, a pesar de tanta desgracia, siempre tiene en la cara un sonrisa de agradecimiento. Cómo afronta la enfermedad es una enseñanza enorme para el niño, que sabe valorarlo. Such courageous woman, dice para referirse a ella. A él debemos las mejores lecciones sobre los territorios ocupados por los leones, y las señales para distinguirlos debidamente: las hileras de los pelos de la barba, las señales en las orejas, las manchas en los ojos. También los rasgos del carácter de cada animal, su nobleza y hermosura.

Cuando, el mismo día de su onceavo cumpleaños, al volver al campamento se pierde con su madre en plena sabana y les sorprende la noche, y mientras su madre, atemorizada por los rugidos y ruidos de depredadores que les rodean, hace una guardia angustiosa hasta el amanecer, el muchacho se consuela y halla confianza en sus pensamientos poéticos y profundos:

Escuchando el rugido de los leones en la distancia me sentí un intruso. Ya nunca más la vida giraría en torno a los seres humanos, como durante un tiempo me pareció; este era su mundo, un mundo al que yo no pertenecía. De pronto, todos mis sentidos se despertaron. El muchacho cuyos paseos en Inglaterra habían consistido en jugar a los caballitos, subir a los árboles y caer sobre boñigas de vaca, ahora estaba nerviosamente alerta. Todos los sonidos se habían amplificado -el chasquido de una rama me hacía volver mi mirada soliviantada alrededor. Empecé a escuchar cosas que en mis paseos anteriores no había notado: el chapoteo de un pez gato al saltar del agua, el tintineo de las ranas campana, el chirrido de los grillos y el profundo "hum, hum" del búho real gigante. Sentí a los pequeños galágidos saltando en las frondas de los árboles, escudriñándome desde las alturas con sus ojos grandes y espantados. Y luego el inquietante grito de las hienas, el agudo y apenado gemido del chacal, seguido del profundo y estruendoso rugido del león, que me heló la sangre.

 De los comentarios e ilustraciones de Maisie -que en aquellos momentos tenía 12 años- se adivina a una chica en plena adolescencia, atenta a los aspectos más hermosos y maravillosos de la vida que le rodea -su esquema, de un detalle exquisito, sobre los diferentes compartimentos de un termitero es magnífico- y ya habiendo aprendido de ella lo suficiente como para evitar dulcificarla. Un ejemplo es cuando habla del sufrimiento que le ocasionan las tremendas heridas del grupo de leones al que siguen a consecuencia de una pelea con otro grupo rival:

Milagrosamente sobrevivieron todos ellos y crecieron más fuertes de lo que antes habían sido. Este acontecimiento debe haber hecho más efectivo su sistema inmunológico para luchar contra la infección y la enfermedad. Y nos enseñó por qué no debemos interferir con el sistema inmunológico del león tratando sus heridas, porque si lo hubiéramos hecho seguramente les hubiéramos debilitado sus posibilidades de supervivencia. Es duro aceptarlo, porque amamos a estos animales y nos duele ver que sufren. Desde luego que les ayudaríamos si quedan atrapados en una trampa humana o heridos por la actuación de estos. Pero si naturalmente enferman o quedan heridos a consecuencia de un accidente o una pelea con otros animales, no intervenimos.

Y aunque no lo dice explícitamente, es bastante claro que el cambio de relaciones en la familia -la ausencia de su padre, las atenciones de la madre hacia una nueva hermanastra, hija de Pieter, la actual pareja de Kate- lastiman los sentimientos de Maisie. No puede evitar expresarlo cuando nos habla de las relaciones en el grupo de leones y cómo los cachorros que las leonas conciben con machos "externos" al grupo son aceptados por los machos del propio grupo como suyos sin problema. Para acabar concluyendo que las relaciones en la familia de los leones son bastante menos complicadas que las humanas.

Y no puedo acabar este sencillo resumen de The lion children sin poner de manifiesto otro logro de este emocionante relato, tal vez el más interesante del libro, y que se refiere a la educación. Pues los autores del libro reflexionan -y nos llevan a reflexionar a nosotros- sobre el cambio en la educación que reciben.
Kate, la madre, nunca se olvidó de la educación de sus hijos; en realidad, creo que siempre fue su prioridad. Y cuando comprobó que las escuelas rurales a las que los niños asistían al principio dejaban mucho que desear, decidió convertirse ella misma en la profesora, y establecer una home school, con estricto horario diario y materias de estudio. Pero, sobre todo, supo convertir cada circunstancia de la nueva vida en África en una ocasión para el aprendizaje. Y esto supieron valorarlo los niños, y creo que nosotros, los lectores -especialmente aquellos que de alguna u otra forma hemos estado más relacionados con la enseñanza- sabremos igualmente apreciarlo.

Para nosotros, cada día es una lección de biología, y somos lo bastante afortunados como para no depender tan solo de los áridos libros de texto, pues somos enseñados directamente de la naturaleza. (Travers)

Mucha gente se pregunta si estamos recibiendo la suficiente cultura al vivir en la sabana. Yo creo que la cultura que aquí recibimos es tan poco entendida, que sigue siendo un misterio para mucha gente (...) No estoy diciendo que la educación que aquí tenemos sea mejor que la de cualquier otro, sino que es diferente. Hay cosas que me pierdo, como deporte, lenguas (Mamá es una frustrada lingüista), amigos con los que trabajar, buenos y bien equipados laboratorios, y música. Me gustaría aprender a tocar nuevos instrumentos. Pero aquí puedo ver cosas que nunca podría ver en una clase convencional, puedo ver el objeto sobre el que estoy estudiando, y puedo tener mucha más libertad para explorar. Aunque no es perfecta, soy consciente de que tengo una escuela sorprendente y una profesora maravillosa, como no hay otra en el mundo. (Angus)


Mamá demostró ser una profesora muy inspiradora y creo que nuestro entendimiento del mundo se ha hecho mucho más rico desde que nos enseña. Siempre nos ha explicado el valor de lo que estábamos aprendiendo y cómo podíamos ponerlo en práctica (...) Nos explicó cómo ver las matemáticas en la naturaleza. Una mañana nos propuso encontrar ejemplos de hélices, espirales, números de Fibonacci, fractales, simetrías, ángulos complementarios y suplementarios, y un montón de otros elementos matemáticos en los alrededores de nuestro campamento. Encontramos hélices en los cuernos del kudú, una curva invertida en el ojo de un águila, diferentes ángulos en las ramas de los árboles y una teselación en un nido hecho con barro.
Nos enseñaba las materias convencionales (inglés, historia, geografía, biología, mates...) de una manera muy original, integrando todos los elementos. Y hemos aprendido cómo nuestro pasado ha conformado nuestro presente. Por ejemplo, no nos enseñaba exactamente las estructuras de los virus o las bacterias, sino cómo los patógenos (organismos que provocan enfermedades) han conformado el transcurso de la historia (...)
Incluso Oakley está interesado en parásitos, lo que no es sorprendente, habida cuenta lo enguarrado que suele estar habitualmente.  (Travers, Angus, Maisie)


En fin, podría hablar más sobre esto y dar más citas al respecto, pero entiendo que al final la mejor estimación para determinar la formación de estos chicos y el resultado de su formación es este propio libro, The lion children, que recomiendo sin la menor reserva, no solo para chicos de la edad de los autores, sino para adultos de cualquier edad.

lunes, 5 de octubre de 2015

Flores para Algernon, de Daniel Keyes

Por Emilio Gavilanes

Estaba leyendo, o más bien hojeando, estos días Ciencia ficción. Nueva guía de lectura, de Miquel Barceló (Barcelona: Ediciones B, 2015), llena de interesantes sugerencias, y he recordado una de las novelas más hermosas de ciencia ficción que yo he leído: Flores para Algernon, de Daniel Keyes. El autor primero escribió un cuento largo, o una novela corta, y después una novela, ambas con el mismo título. El argumento es el siguiente: Charlie, un chico con un retraso mental severo (tiene un cociente intelectual de 68) entra en un experimento en el que se le somete a una operación que triplica su inteligencia. Para comparar, el experimento se hace a la vez con un ratón, llamado Algernon, del que Charlie se hace amigo. La novela está contada en primera persona, en forma de diario, y en las primeras anotaciones leemos lo que escribe alguien con problemas para expresarse de forma comprensible (son líneas plagadas de anacolutos y de faltas de ortografía). Poco a poco va abandonando la escritura confusa y expresándose de una manera clara y lúcida. También poco a poco vamos viendo sus delicados sentimientos. Charlie se identifica con Algernon y nosotros nos identificamos con Charlie. El cuento es contundente, redondo, perfecto. La novela incluye una trama sentimental que a mi juicio está muy conseguida. No sé cuál es mejor. Pero el experimento tiene un problema: los efectos de la operación remiten y Charlie vuelve a caer en su retraso, o en uno mayor. Ese viaje final, de él y de Algernon, hacia la oscuridad, con un Charlie consciente de lo que está ocurriendo (o al principio muy consciente, pero cada vez menos consciente), es de un dramatismo genial. Charlie es uno de los personajes más conmovedores que yo me he encontrado no ya en la ciencia ficción, sino en la literatura en general.

(Hay una novela, también de ciencia ficción, que, aunque no se parece en nada a Flores para Algernon, tiene un punto en contacto con ella. Es Campo de concentración, de Thomas M. Dish, que, dicho sea de paso, tiene otras novelas espléndidas. Se desarrolla en una cárcel, en la que someten a los presos a un experimento que consiste en inyectarles una sustancia que les descompone el cerebro y les conduce a la muerte. Pero en ese proceso de descomposición del cerebro pasan por un período en el que se vuelven genios. La novela sigue derroteros distintos de los de Algernon. Es más una reflexión en torno al poder del Estado sobre el individuo. También es una novela magnífica.)