jueves, 11 de diciembre de 2014

Finalistas del concurso "Escríbeme una foto" (2)

Continuamos, con este relato de Manuel López Franco, la publicación de los finalistas del concurso literario convocado a raíz de la novela Escríbeme una foto (Ediciones de La Discreta, 2014), de David Torrejón, anunciado en la página web de la novela: www.escribemeunafoto.com





ESTABA TAN CENTRADO EN ENCONTRAR LO QUE BUSCABA
de Manuel López Franco



Estaba tan centrado en encontrar lo que buscaba que no se me ocurrió levantar la persiana para que entrase un poco de luz, algo que chocó a mi mujer.
–¿Qué haces a oscuras?
–Busco una fotografía vieja.
–Pues no creo que vayas a encontrarla ahí –dijo con certeza mientras encendía la luz–, las fotos están en otro sitio.
–Esta no; estoy seguro que la dejé por aquí.
Mientras escarbaba en el cajón que hay en todas las casas para guardar las cosas que no se sabe dónde guardar, pensé en la frustración perenne de no encontrar algo que necesitas por más que lo busques, lo que hace que en ese momento adquiera una importancia que dejará de tener cuando aparezca; es decir: volverá a tener la escasa importancia que hizo que se despistase su ubicación.
–¿Y de qué era la foto? –preguntó mi mujer, posiblemente más por curiosidad que por ayudarme.
–Creo que de alguien con un perro… no sé, en el campo… la verdad es que no la recuerdo muy bien, pero seguro que la reconozco cuando la vea.
Mi mujer, con ese sentido práctico tan suyo, se dirigió directamente al cajón donde se guardaban las fotografías.
–¡Qué barbaridad! –dijo enseñando una foto mía de hacía más de veinte años –. Hay que ver lo que hace el tiempo… ¡mira, aquí hay una de cuando estuvimos en Moscú!
–La que buscamos es de color sepia, de alguien con un perro…
–Vale, vale… ¿y se puede saber qué interés tienes en esa foto?
–Es que quiero escribir un relato para un concurso y tiene que ser sobre la historia que yo crea que hay tras esa foto. Y claro, sin foto no es lo mismo.
–Pero si más o menos recuerdas cómo es, tendría que bastarte…
No sabía si me crispaba más la búsqueda infructuosa o el comentario baladí sobre el objetivo de la misma, de modo que respiré hondo y con disimulo antes de responder.
–Pero es que no quiero escribir basándome en un más o menos. ¿Y si olvido partes de la foto que son especialmente trascendentes? ¿Presentarías tú a un concurso sobre la historia que hay detrás de una foto una que no tenga nada que ver con ella? –esperé unos segundos una respuesta que no llegó–. Yo no.
–Pues qué quieres que te diga –respondió distraídamente–. No le veo ningún problema. Porque, vamos a ver –se volvió hacia mí sin sacar las manos del cajón–: Tú recuerdas que había alguien con un perro en el campo. Pues escribe la historia de alguien que va con un perro por el campo.
–Ya… pero por ejemplo no recuerdo si ese alguien era hombre o mujer, niño o niña, si era uno o eran varios, o si el campo era montañoso o no… ni siquiera si el perro era grande o pequeño, y con esos datos podría llegar a escribir una historia imposible y hacer el ridículo.
Cerró el cajón para dirigirse a una caja de cartón en la que guardaba los papeles de hacienda de un montón de años.
–Si está ahí ya me lo creo todo –dije socarrón.
–Lo que está claro es que no está en su sitio, y por lo tanto tendrá que estar en un sitio que no es el suyo.
–¿Tú crees que todo lo que no está en su sitio está necesariamente en un sitio que no es el suyo? –pregunté sin muchas ganas de polémica; más bien por no callar.
–Ya me dirás dónde si no –cortó tajante–. Creo que con lo que recuerdas y tu habilidad tienes más que suficiente para escribir esa historia. ¿Tiene que ser muy larga?
–Mil quinientas palabras.
–Pues entonces no hay problema. Al ser tan corto no tendrás mucha necesidad de definir lo que haya en la foto; con citarlo un poco de refilón tendría que valer.
–Pero si encuentro la foto no tendré que hacer eso. Lo normal es pensar que voy a encontrar la foto, no proponer una alternativa forzada mientas la buscamos. Vamos, digo yo.
–Lo único que intento es anticiparme a la posibilidad de que no aparezca. Además, si tuvieses una alternativa razonable no estarías tan acelerado y seguramente podrías encontrar la foto más fácilmente.

–Pero es que la alternativa no es razonable. Ni tan siquiera es una alternativa.
–No estoy de acuerdo. Sinceramente, no me veo al jurado del concurso comparando cada relato con la foto escrupulosamente. Además, la literatura es inventiva en su mayoría, como las noticias de los periódicos.
Por el rabillo del ojo me pareció ver que mi mujer se reía casi imperceptiblemente, pero no podía asegurarlo.
–Correcto, pero es que este es un concurso sobre la historia que hay detrás de una fotografía, y no sobre la presunta historia que hay detrás de lo que recuerdas de una fotografía.
De repente, sacó una fotografía antigua de entre unas carpetas y me la enseñó.
–¿Es esta?
Era una fotografía antigua, ciertamente. Y en color sepia, para más precisión. Pero en ella había dos figuras masculinas en un camino, coronadas por un par de boinas y acompañadas de un borrico.
–Esta no es.
–¿Seguro? Mira que son dos personas en el campo.
–Sí, pero con un burro, no con un perro, y aunque los dos acaban en “rro” no es igual. Y ciertamente recuerdo que las figuras de la foto no llevaban boina.
–¿Ves como sí que te acuerdas? –afirmó divertida–. Si estás tan seguro de eso puedes escribir la historia de alguien con un perro y sin boina.
Ahora me miraba aguantando la risa a duras penas. Seguramente a mí también me haría gracia cuando se me pasase el enfado, pero ahora no.
–No parece un arranque con muchas posibilidades. La mayoría de los que tienen perro no usan boina. Con ese argumento también podría escribir un relato sobre un perro que odiase las boinas porque de pequeño le pegaron con una de ellas y ya de mayor se escapa por la noche buscando gente emboinada para devorarlos… Vamos, un Stephen King rural en toda regla.
–Pues a mí me parece una buena idea –ya se reía sin disimulo ninguno–. ¿Ves como es tan solo echarle un poco de imaginación? Seguro que puedes escribir un relato con lo que te acuerdas de la foto.
–Lo que pasa es que es difícil arrancar una historia verosímil partiendo de un recuerdo borroso… No digo que no se pueda, tan solo digo que a mí no me sale ahora.
Mi mujer es incansable. Creo que una de las cosas que me gusta más de ella es esa facilidad para no rendirse nunca. De modo que me tranquilizó mucho ver cómo se paraba un momento a pensar buscando una solución a mi problema, pese a ser consciente de que no era el suyo; de hecho, ella ni siquiera pensaba que fuese un problema.
–¿Y por qué no escribes la historia de que no escribes la historia porque no encuentras la foto? Eso sí haría que la escribieses sobre algo real como la vida misma. Y sin necesidad de encontrar la foto.
He de reconocer que al principio me sorprendió la ocurrencia y que no se me vino a la cabeza ningún argumento para rebatirla. Al final fui consciente de que quería rebatirla por cabezonería más que por inverosimilitud, y tuve que esforzarme para hacerlo.
–Pero eso no sería exactamente sobre la historia de la foto…
–Dudas. Estás dudando.
–¿Yo? No.
–Si no dudases habrías dicho “Porque eso no sería”; pero has dicho “Pero eso no sería”, que es menos tajante. Además, sería sobre una historia de la foto, que es de lo que se trata. Vas a tener que buscar otra cosa más sólida –y puso esa sonrisa inequívoca de quien juega contigo, y gana.
Me concentré con intensidad en encontrar una solución sin apartar mi mirada de la suya ni un instante, algo harto difícil cuando el de enfrente, además, tiene cara de cachondeo y espera cruzado de brazos cumpliendo un plazo que él puede romper en cualquier momento.
–Además… –intenté ganar tiempo–. Además…
–¿Además? –me preguntó burlona.
–Además esta conversación acaba de pasar de las mil cuatrocientas, y el relato son solo mil quinientas.
La verdad es que cuando solté el argumento no tenía claro que fuese tal argumento, pero cuando vi que lo pensaba supe que tenía una posibilidad.
–Eso es cierto –dijo–, de modo que habrá que cortar aquí. ¿Cuántas llevamos?
–Nos quedan menos de cincuenta. Mejor dejarlo.
–Sí. Podemos reanudar mañana la búsqueda, si te parece bien.
–Me parece estupendo. ¿Nos tomamos un vinito?
Y nos la tomamos justo antes de que se nos terminasen las palabras, que en el fondo, no nos engañemos, es lo que importa.

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