Leo
que, hace ya unos cuantos años, un científico norteamericano fue invitado por
un departamento de ciencias de la Universidad de Oxford a dar una conferencia a
estudiantes y profesores. Y por lo que parece, en el transcurso de su disertación
el científico comenzó a criticar de manera muy sólida y documentada una de las
teorías en boga, hasta acabar dejándola, como suele decirse coloquialmente,
“hecha unos zorros”. El norteamericano sabía que era una de las teorías que los
estudiantes estudiaban y aceptaban como buena; pero no sabía que el propio
autor de la misma asistía a la conferencia. Al final de la misma, este último,
que era ya un anciano profesor, se dirigió al estrado y estrechando
calurosamente las manos el conferenciante dijo en un tono alto para que pudiera
ser escuchado por todos: “Mi querido amigo, quiero darle las gracias. He estado
equivocado durante los últimos quince años de mi vida”.
Desde
luego me emocionó la actitud de este viejo profesor, y me llevó a preguntar
cuántos de nosotros, dedicados en mayor o menor grado y con más o menos fortuna
a la creación, seríamos capaces de reaccionar de esta manera ante una crítica
igual de fundamentada y demoledora a una de nuestras obras. Y sin embargo, esas
dos cosas –una buena crítica y esa humildad en la actitud– me parecen ser la
base del general avance de las ciencias y las artes y de nuestro crecimiento
personal.