Acta,
en
décimas ruidosamente modernistas,
de
la II Asamblea Anual
de
Ediciones de La Discreta
celebrada
en la condal terraza
A
don Julio Herrera y Reissig, que a buen seguro
se
habría hallado muy a su sabor en la tenida.
¡Tarde
de lúdicos retos
y
líricos arrebatos
que
rulan, como los gatos,
por
los tejados discretos!
En
bandadas, los sonetos
sobrevuelan
las cabezas,
hurtándose
a las bravezas
de
un sol deshecho en rescoldos
que
indulta, bajo los toldos,
el
frescor de las cervezas.
Tarde
de ingenios veloces
y
de númenes propicios,
cuyos
soleados inicios
entre
invitados precoces
fuerzan,
con ínclitas voces,
que
Apolo deje su ignavia
y
acuda, pleno de labia,
sapiente,
sobrio y puntual…
¡como
un émulo cabal
de
Santiago López Navia!
Junto
a seráficos vates,
viene
embozado el diablo
en
los cómputos de Pablo;
y
otros precipuos orates
como
el Muriente y sus cuates,
con
Caneiro de adalid;
María
José, de Madrid;
Mariné,
del Priorat;
y
ese pequeño Goliath
que
es el gigante David.
Ana,
con condal corona,
muchigua
con cortesía,
entre
néctar y ambrosía,
luz
de olímpica anfitriona;
e
irradia un haz que pregona
-si
no deidad del Panteón,
ninfa
del Erecteión-,
que,
por plagiar su grandeza,
es
discreta la belleza
y
bella la discreción.
Flota,
empero, un neurasténico
sopor
en la impar caterva…
Cuando
el búho de Minerva
rasga,
ululando, el escénico
esplín;
y en el cuadro helénico
-cual
si tremolara un ave
ínsita
en un arquitrabe-,
el
esdrújulo estornudo
del
son de un pífano agudo
anuncia
a un Varela grave.
Con
arcangélico paso
y
piruetas de querube,
se
algodona en una nube
la
octava de Garcilaso
que
Arias parodia al ocaso;
y,
a imagen y semejanza,
se
adivina en lontananza
que
un crepuscular vencejo
brinda
al sol un ovillejo
con
su espasmódica danza.
Nuestro
Señor don Dativo
propala
por todo el ático
ora
su sermón pragmático,
ora
su idealismo activo;
y
es en su ardor tan altivo
y
en su flema tan noblote,
que
no falta quien anote
con
barroca remembranza
que
parece un Sancho Panza
que
ha engullido a don Quijote.
Todo
en el aire es sutil
evangelio
de aleluyas,
mientras
predica las suyas
un
Mariné zascandil
que,
iluminado y gentil,
libre
de cualquier amarra,
revela,
mientras se agarra
a
esa rubia que le pirra,
que
en un piélago de birra
hasta
un Mariné desbarra.
Luego,
cuando el sol depinge
-con
elocuencia lopesca-
lo
rosado, y ya refresca
en
más de alguna meninge,
irrumpe
aquel que a la Esfinge
privó
de oler, y a los reyes
de
Judá dictó sus leyes…
¡Llega
Fer con Mar, hermanos,
que
se embarcaron indianos
y
retornan ya virreyes!
Y
cuando el alba importuna
pone
fin a tanto exceso,
reserva
su postrer beso
para
la egregia comuna
una
abascálica luna
tan
dulcemente discreta
que,
tras dejarse coleta,
se
está impostando un mostacho
con
el zigzag vivaracho
de
la estela de un cometa.
Felicidades Discretos Amigos y dad un abrazo al Señor Conde de mi parte.
ResponderEliminarGracias, señor conde, por este espléndido resumen, que a los que pudimos asistir a la tenida, al menos nos consuela sobremanera. Luis
ResponderEliminar