lunes, 21 de mayo de 2012

¿Nos cansamos de las novelas, o de las malas novelas?


Si tienes dieciocho, veinte, incluso treinta y cinco años, es posible que esta entrada te resulte ajena, aunque parta de la base de que, si estás aquí, es que eres amante de la literatura. Lo digo porque nace de una observación ligada a la edad: con el tiempo somos muchos los que habiendo sido consumidores compulsivos de narrativa durante nuestra adolescencia y juventud, al llegar la madurez nos confesamos cada vez menos lectores de novelas y cuentos, y más de historia, filosofía, ensayo, aficiones...y algunos (mi caso) hasta poesía

Ese es el hecho. Ahora habría que interpretarlo.

La hipótesis que pueden proponerse son muchas. Las que a mí se me ocurren son éstas:

.- Como nos pasa con el cine, las series de televisión o los anuncios, al pasar los años vamos interiorizando sus códigos internos, por lo que terminan siendo previsibles para nosotros. Quizá sea eso, me digo yo mismo, pero las nuevas series televisivas han roto con lo anterior y han traído una nueva narrativa visual.

.- Con los años y la experiencia, perdemos la capacidad de sorpresa. Podría ser, pero la semana pasada asistí a una representación teatral de “El maestro y Margarita”, de Bulgakov (por la compañía Complicité y adaptación de Simon McBurney), que me dejó noqueado. Aún me puedo conmover ante una forma tan elaborada de belleza.

.- La novela, la narrativa, es una forma de ampliar nuestra experiencia de vivir vidas, épocas, geografías que no son las nuestras. De alguna forma esa función es menos importante cuando ya has acumulado suficientes experiencias propias. También podría ser, pero la ficción fantástica no tiene límites y la novela nos permite conocer a los personajes de una forma tan íntima como nunca llegaremos a conocer a las personas, con la excepción de unas pocas muy cercanas.

.- La novela, o mejor dicho, sus autores, han perdido la capacidad de explicarnos la realidad desde otro ángulo. Esto vale, pero sólo para un tipo de novela.

.- Hay demasiadas novelas malas o, al menos, mediocres. Eso ha hecho que con el tiempo hayamos perdido el criterio y ya no recordamos la sensación de una gran obra. Para solucionar ese problema, basta suscribirse a este blog y seguir las recomendaciones de mis muy leídos colegas discretos.

.- Como con los amigos, nos cuesta hacernos con autores nuevos conforme nos hacemos mayores. Los novísimos llegan con sus propias claves generacionales que ya no nos tocan tan directamente, mientras aquellos con los que crecimos en su mayoría ya no están entre nosotros. Pero podemos argumentar en contra que seguramente nos queden cientos de obras por leer de esos autores que nos marcaron.

Puedes formular otras hipótesis o puedes negar la mayor, si quieres. Yo me reservo para el debate las que considero que explican mejor el fenómeno.

5 comentarios:

  1. El tiempo, la falta de tiempo. Yo no puedo engancharme a una serie, ni a una novela muy larga. La vida va pasando y necesitas otro tipo de literatura. El primer párrafo, tal cual, tal cual.

    ResponderEliminar
  2. .- Hay demasiadas novelas malas o, al menos, mediocres. Eso ha hecho que con el tiempo hayamos perdido el criterio y ya no recordamos la sensación de una gran obra. Para solucionar ese problema, basta suscribirse a este blog y seguir las recomendaciones de mis muy leídos colegas discretos.

    Suscribo el anterior párrafo de la entrada, que he "cortado y pegado".

    Amén de lo anterior, con la edad creo que nos volvemos más selectivos y seguros, así que no produce empacho abandonar la novela que nos resulta un rollazo, por muy recomendada que esté por la autoridad más insigne del mundo mundial.

    Escribir puede todo el mundo, que sea una obra maestra ya es otro cantar, y para mí que eso es lo que pasa hoy, que se publica mucho y malo.

    El lector apasionado le roba horas al sueño, si preciso fuera, cuando algo le atrapa y no dispone de mucho tiempo.

    La realidad es que, cada vez más, se sale de una librería con las manos vacías, así que repaso mis estanterías y releeo lo leído tiempo ha.

    Esta es mi opinión.

    ResponderEliminar
  3. Hay demasiadas novelas mediocres por no decir malas... aunque debo reconocer que con la edad me he vuelto más selectivs en todo pero especialmente con las lecturas y a pesar de haber descubierto autores nuevos que no conocía que me han gustado, alegrado o entretenido, soy de las personas que han vuelto a lo leído tiempo ha....
    Y no hablemos de las traducciones!!! Ultimamente, he dejado bastantes lecturas de por su nefasta traducción.
    Gracias por vuestro blog

    ResponderEliminar
  4. Bueno, ha habido una aportación: falta de tiempo. Y además dos coincidencias en una causa: demasiadas novelas malas. Se publican entre 70.000 y 80.000 títulos al año en España, la mayoría de narrativa. Pero, ciudado, esos datos son de antes de la crisis, lo que nos haría pensar en una reducción, sí, pero también antes de la autoedición digital, que lo compensaría con una diarrea de obras publicacas para la satiafacción del ego del autor. No obstante, aquí hablamos de la novelas que pueden comprarse en una librería y que, probablemente, sean más de las que merecían ser publicadas. En cualquier caso, y siendo todas las razones expuestos un poco verdad, os confieso que, en mi caso, la sustitución de la narrativa por otros géneros obedece principalmente a buscar satisfacción a una necesidad que la novela no me da: conocimiento. Uno termina la etapa de formación, en la que está tan metido en la obligación de titularse que se olvida de que lo importante es el saber en sí, y se introduce luego en una larga etapa profesional en al que la materia que le ocupa es el objeto casi exclusivo de sus esfuerzos. Nada raro porque de ese saber depende su subsitencia. Pero, llegado a cierto punto, uno siente que tiene que recuperarse de tanta especialización y volver a alimentarse de conocimientos diversos y dispersos. Mi cerebro, no obstante, juega este juego a su manera. Si leo un libro relacionado con mi profesión, lo que me aporta se incorpora sin mayor problema a todo lo que ya sé de la maeria. Si leo un libro de Historia o Filosofía, a los dos meses recordaré apenas una idea general. Inconscientemente, me parece, en los procesos de recordar lo leído hay una selección automática que discrimina aquello que sabemos que vamos a necesitar, de aquello que es prescindible. Y por mucho que me empeñe, la Filosofía o la Historia, no me van a dar de comer a estas alturas. Otro curioso ejemplo. Soy un desastre para memorizar números. Sin embargo, jamás he olvidado el número de habitación de un hotel en el que me acabo de registrar y que me ha sido dicho una sola vez. La conclusión es un poco deprimente: cada vez leo más cosas que no son narrativa para incrementar mis conocimientos, pero esos conocimientos se fijan difícilmente en mi memoria.
    Me parece que me he ido del tema, pero en el fondo todo está un poco unido, ¿o no?

    ResponderEliminar
  5. Yo no estoy de acuerdo en que se nos "caigan" las novelas malas. He leído muchas novelas "malas" entretenidísimas, al menos para el momento en que las leía; y con algunas novelas "buenas" no he podido. Igualmente creo que habría que concretar qué es una novela "mala" o "buena", aunque posiblemente abriría un debate estéril. Dependería la respuesta del según para quién y para qué, más que de la consideración de la crítica.

    Como muchos otros lectores, yo siempre estoy danzando entre unos cuantos libros a la vez. Dependiendo de la apetencia y el momento, me decanto por uno o por otro. Generalmente siempre tengo uno de historia o pensamiento, un clásico, una novela de entretenimiento o de género, y alguna cosa actual. No puedo juzgarlos por el mismo rasero, ni fiar a su amenidad un posible juicio sobre su excelencia. Si digo, por ejemplo, que "El Licenciado Vidriera" me parece malo y que "La sombra del Buitre" me parece excelente, la ponderación entre Cervantes y Robert E. Howard (el de Conan) me hará perder toda la credibilidad, consideración, estima o respeto como lector que pudiera merecer. Tendría que explicar que "El licenciado Vidriera" me parece la más floja de las Novelas Ejemplares, y un fallido intento cervantino, acaso inacabado, por acercarse a la moda y novedad del conceptismo. Y que, a su vez, "La sombra del Buitre" -dentro de las novelas populares de su autor, Robert E. Howard- se me antoja una de las más sorprendentes e interesantes salidas de su truncada pluma. Evidentemente no se puede medir ambas obras por el mismo rasero, ni aceptarían los mismos términos de comparación. Sería como cotejar un sombrero con un chaleco. Fuera de que las dos cosas son prendas, pocos elementos tienen para favorecer que se las compare. Eso, sin entrar en aspectos subjetivos y objetivos.

    Finalmente, creo que la bondad de una novela no depende del interés con el que una persona la lea. Como artefactos, todas pueden ser observadas y ponderadas, criticadas o apreciadas, o comparadas con otras obras que sean similares; pero el gusto, sintonía y comunión que el lector pueda encontrar en unas sí y en otras no, no depende de cada novela, sino de cada lector. Lo cual, como conclusión, tampoco resulta demasiado interesante. El relativismo en los juicios literarios nunca ofrece resultados apetitosos.

    ResponderEliminar