Introducción:
Miguel Huezo Mixco es autor de una obra variopinta. Se han publicado hasta la fecha trece libros, entre poemas, ensayos y una biografía. Se le considera dentro de la generación de escritores conformada por Horacio Castellanos Moya y Roger Lindo. Es columnista del periódico La Prensa Gráfica desde 1999 y ha publicado ensayos y poemas en revistas y periódicos internacionales como Babelia o Cuadernos hispanoamericanos. Actualmente coordina el magacín Autores de Centroamérica y es autor del blog Talpacojote. Asimismo, como coordinador editorial de la Colección Revuelta auspiciada por el Centro Cultural de España en El Salvador, nos presenta, para esta ocasión, la próxima publicación.
Se
publica “Fragmentos del azar” (Colección Revuelta, 2012). Este
nuevo libro nos hace volver a escuchar el aliento profético de
Alfonso Kijadurías, uno de los mayores poetas centroamericanos
vivos. Su anterior publicación en poesía, “Certeza de la duda”
(DPI, 2005) ocurrió hace siete años.
Entre
tanto, algunos de sus poemas han sido recogidos en las antologías
“Pájaro relojero” (Galaxia Gutemberg, 2009) y “Puertas
abiertas” (FCE, 2011).
Genuina
ave migratoria, la vida de Kijadurías ha transcurrido por diversas
estaciones de paso. La más reciente de ellas es Vancouver, en la
costa pacífica de Canadá, una
de las ciudades del mundo con mejor calidad de vida. Sin embargo,
esto no consigue retenerlo. Cuando el frío ataca, le revive el
espectro del asilado. Cada
dos años, como promedio, vuelve a su casa en Valle del Señor,
Quezaltepeque, para sumergirse en este país tan extrañado como
extraño. “Regresas,
excepto la maldad todo ha cambiado...”, ha escrito.
El
libro reúne una selección de poco más de medio centenar de poemas
que originalmente forman parte de un volumen más extenso y todavía
desconocido titulado “Todo el rumor del mundo”, cuya parte final,
“El reino incalculable”, recién ha terminado de escribir en
Vancouver.
Aunque
en 2009 Kijadurías se hizo acreedor al Premio Nacional de Cultura,
el suceso no fue acompañado de un programa editorial que reuniera y
pusiera a disposición del público la obra del poeta. Una misión
que debió acometer la cada editora nacional, la Dirección de
Publicaciones e Impresos (DPI). Nunca es tarde.
En
El Salvador, pese a los tiempos agrios que nos tocan vivir, la
producción de poesía no cesa. La labor de recolectar el trabajo de
los autores emergentes lo están haciendo pequeñas editoriales, semi
artesanales, como EquiZZero, Cabuda Cartonera o La Chifurnia. Pero si
se revisa la publicación de libros de poesía hecha durante la
última administración presidencial, es fácil concluir que la DPI
ha favorecido a los poetas empleados por la Secretaría de Cultura.
Kijadurías
goza de un don escaso y apetecido: un pequeño círculo de lectores,
desparramado por medio mundo, que siempre recibe su obra con
admiración. Es, en el sentido estricto de la palabra, un “poeta de
culto”, muy respetado en su país. Un país, por cierto, desdeñoso
con sus poetas: “una república enferma, mísera, mudable”,
agregaré, remedando a Cicerón.
Nuestro
poeta es un aventurero de regiones interiores. No se da demasiada
importancia personal. No participa en torneos de inteligencia. No
roba foco. Ni pretende despejar dudas en sus interlocutores. Digamos
que nunca intenta levitar en público. En su voz se dan cita la
realidad, el sueño y la profecía. La realidad es apenas una
descripción, una forma de lenguaje y de moral. Sus poemas son el
espejo de su sentimiento de admiración por la vida misma, y el
terreno resbaladizo donde libra una batalla para desprenderse del ego
que lo atenaza.
Ahora
Kijadurías se dispone a ir al encuentro de esa amante implacable que
prepara paciente su abrazo letal.
“¿Dónde será?
¿En la casa aquella vieja y solariega o en la cantina
donde llegan a liar sus negocios los vendedores de ganado?
¿O en un hotel donde los viejos conspiran contra
el tiempo hablando del pasado?
¿O será en la librería mientras ojeas un cuerpo hermoso?”.
Aunque
ahora no se perciba, Kijadurías ha ayudado a preparar el espíritu
de esta comarca, ahora castigada por la violencia y la estupidez,
para que pase a una edad de mayor originalidad y dignidad. Tal vez
éste sea el destino que le está reservado y que él mismo ignora.
Autor: Miguel Huezo Mixco
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