lunes, 7 de mayo de 2012

Otros lenguajes


No son muchas, pero hay ocasiones en las que, al leer un poema o las inspiradas palabras de una novela, uno se siente literalmente transportado a un estado alegría y excitación no fácilmente explicables.

También hay otros lenguajes en los que eso ocurre.

Cuando en 1915, Albert Einstein escribió unas ecuaciones que venían a decir que la gravedad no era más que una comba en el espacio -que también curva el tiempo-, y pudo comprobar la exactitud de esas fórmulas explicando la llamada anomalía en la órbita de Mercurio, sufrió palpitaciones y, según él mismo dejó escrito, no pudo dormir en los días siguientes a causa de la emoción.

Un poco más tarde, el alemán Theodor Kaluza, añadiendo a las tres dimensiones espaciales y una temporal del universo de nuestra experiencia habitual una dimensión espacial más (escondida por el momento para nosotros), pudo sacar, de las propias ecuaciones de Einstein, una adicional que, para su sorpresa, resultaba la del electromagnetismo de Maxwell. Lograba, de esta manera, la unificación de las fuerzas conocidas en aquellos momentos. Mirando ese pequeño montón de signos y números que tanto revelaba sobre el universo en el que vivimos, no sabemos si Theodor Kaluza también sufrió palpitaciones. Lo que sí sabemos es que, habitualmente comedido, se puso a saltar como un loco y a cantar a voz en grito un aria de Las bodas de Fígaro.

3 comentarios:

  1. Los hallazgos luminosos tienen en común que se traducen en una expresividad que embarga incluso al más taciturno de los seres humanos: saltos, abrazos, cantos... Parece que abren la puerta del paraíso y que se regresa a la inocencia, aunque solo sea por unos segundos. Me pregunto qué red conecta las ideas con los sentimientos más puros para que aquellas sean capaces de traducirse en estados de felicidad irrepetible.

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  2. Es curioso. Hace poco, corrigiendo las pruebas de un libro de ciencia y científicos, decidí detenerme en el capítulo dedicado a Einstein para ver si era capaz de comprender un poco de la ley de la relatividad. Lo leí con calma, y al final logré entender una milésima parte de lo que este señor afirmó. Me sentí radiante y tuve ganas de gritar de alegría por el patio al que da el despacho en el que trabajo en casa. No lo hice. Era muy tarde. Salvando las distancias, el hallazgo me hizo sentir, a mí también, palpitaciones.
    Por cierto, Luis, sabías que la primera mujer de Einstein (no sé si tuvo más), Mileva Maric se llamaba, trabajó junto a él, incluso antes que él, dicen algunos, en de lo de E=mc2?? De verdad, no es una leyenda urbana. Incluso hay un documental reivindicativo de su figura rondando por ahí. Ella abandonó su carrera como investigadora cuando se separó de Einstein. No estoy segura de eso. Pero sí sé seguro que él le dio la pasta del Nobel a la salud de un hijo que habían tenido juntos y que padecía esquizofrenia. Ella murió muy joven.
    Me ha encantado lo de las palpitaciones ante un hallazgo. Es precioso.

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  3. Sí, yo también he sentido vértigo con muchas de sus enunciados sobre la relatividad especial y general, y ¡qué decir la física cuántica en cuyos comienzos también colaboró! Además de un científico era un visionario: por eso fue un genio. Y sabía algo de su mujer y su hijo, pero no de su vaticinio sobre la famosa fórmula. Gracias.

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