miércoles, 30 de mayo de 2012

Basado en hechos reales


En muchas ocasiones hemos escuchado y leído el comentario: Basado en hechos reales. Como si eso diera mayor valor a lo escrito; como si una trama basada exclusivamente en la imaginación del autor devaluara la trama. Como si la mayor o menor autenticidad (verosimilitud, importancia) de lo narrado dependiera, de forma primordial, del grado en que hubiera ocurrido en la “vida real”.

Yo mismo, con motivo de alguna de mis novelas, he sido preguntado por la autenticidad o realidad de los hechos allí narrados. Y si se me ha ocurrido decir que en su mayor parte son cosas de mi imaginación, he notado de inmediato un gesto de desilusión en mi interlocutor; y casi casi como si se me estuviera acusando de haber cometido un fraude.

De nada vale argumentar que eso no es lo importante de una novela, que esta debe considerarse un universo independiente, que lo significativo es su capacidad de revelarnos aspectos escondidos de nuestra naturaleza y del mundo, etc. Sí, vale –se nos contesta–, pero a mí lo que me interesa saber es si eso que cuentas en tu novela ocurrió realmente.

Me parece que seguirá siendo un debate incesante, que presenta muchas aristas y preguntas tan interesantes como lo que sea la realidad y si esta puede transmitirse a través de la escritura.

A tal respecto, dos reflexiones.
La primera tiene que ver con el hecho de que muchas veces la buena literatura describe la realidad de una manera absurda, fuera de lo que llamamos el sentido común, y sin embargo sentimos y tenemos la impresión de que nos está revelando aspectos escondidos pero esenciales de nosotros y nuestro mundo. ¿Tendrá eso que ver con que, más allá de la máscara del sentido común, la realidad es en verdad absurda y, a su modo, la literatura lo pone de manifiesto?

Como apoyo a esto me refiero a esa concepción (revolución) de la realidad física que se fundamenta en la mecánica cuántica, concretamente en una teoría de Richard Feynman y que hoy en día se aplica y se comprueba experimentalmente. Viene a decir que si para ir de A a B hay muchas alternativas (historias, cada una con una probabilidad determinada), entonces el resultado es la suma de cada una de ellas: todas las historias se producen simultáneamente y colaboran al resultado final. El mismo Feynman decía: 
"La mecánica cuántica describe la naturaleza como algo absurdo desde el punto de vista del sentido común. Sin embargo, los experimentos lo certifican. Espero que ustedes puedan aceptar a la naturaleza tal como es: absurda".

La segunda tiene que ver con lo que Thomas Bernhard afirma sobre el intento de transmitir “la verdad de los hechos” a través de la escritura. En El sótano, el segundo libro de su monumental autobiografía, dice:
Describiremos una cosa y creemos haberla descrito de conformidad con la verdad y con la fidelidad a la verdad, y tenemos que comprobar que no es la verdad… Describimos algo verídicamente, pero lo descrito es algo distinto de la verdad… Durante toda mi vida he querido siempre decir la verdad, aunque ahora sé que estaba mintiendo. En fin de cuentas, lo que importa es sólo el contenido de verdad de la mentira. La sensatez me ha prohibido ya hace tiempo decir y escribir la verdad, porque con ello, sin embargo, sólo se dice y se escribe una mentira, pero escribir es para mí una necesidad vital, y por eso, por esa razón escribo, aunque todo lo que escribo no sea sin embargo más que una mentira que se transporta a través de mí como verdad. Sin duda podemos exigir la verdad, pero la sinceridad nos prueba que la verdad no existe. Lo que aquí se describe no es verdad; y no lo es por la sencilla razón de que la verdad sólo es, para nosotros, un deseo piadoso.
A la luz de estas dos reflexiones, cabría preguntarse si no es precisamente esa literatura que se proclama “Basada en hechos reales” la menos fiable.

8 comentarios:

  1. Qué buena la teoría de Feynman.
    Gracias, Luis.
    Emilio

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  2. Qué buena entrada, Luis. Y qué manera de ligar los grandes enigmas de la ciencia con la literarura. Como en la respuesta de Dativo a mi entrada sobre si nos cansamos de las novelas o de las malas novelas y nos dedicamos a otros géneros, lo cierto es que la idea del relativismo se va imponiendo.
    Particularmente, no encuentro formas de atacar ese relativismo desde la argumentación científica, pero he de reconoer que la idea me repugna en principio. ¿Es mejor una novela que otra en función de qué? Quizás podríamos establecer un patrón científico: léxico, riqueza de construcciones, datos incluidos...pero aún así, una novela catalogada científicamente como buena, podría ser en realidad infumable.
    Nos acostumbraremos al absurdo, pero lucharemos por publicar cosas que nos parezcan relativistícamente (perdón) buenas.

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    1. Estoy contigo, David. Salvo en los aspectos más formales, tengo para mí que, en su esencia, la literatura no puede ser reducida a método científico o ciencia y evaluarla como tal. A pesar de algunos intentos que, a mi juicio, no son sino intentos vanos y que tratan de arrimarse al “prestigio científico” de los últimos siglos.

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  3. Richard Feynman fue un físico con enorme imaginación. En realidad, creo que hizo mucha literatura en sus teorías científicas. Lo interesante es que funcionaron.

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  4. Enhorabuena por este estupendo artículo, Luis, que bordea el abismo del absurdo y nos lo pone tan cerca que produce cierta desazón. Yo creo que nuestros antepasados los homínidos conocieron ese absurdo muy de cerca, y desde entonces nos hemos encargado de poblar el mundo de teorías, razonamientos, hipótesis, ideas, artes y demás constructos mentales para salvarnos del desaliento y olvidarnos del absurdo.

    Sin embargo, los poetas se suelen encargar de recordarnos ese mundo primitivo que sigue escondido entre nosotros, y nos ofrecen atisbos de ese absurdo, aunque adornados de palabras y visiones hermosas.

    Por el contrario, yo creo que los novelistas os habéis hecho más leídos y famosos que los poetas por la sencilla razón de que os dedicáis a crear realidades que parezcan verídicas, y por eso no es de extrañar que los lectores os exijan hechos reales. Es decir, os empeñáis en hacer viable la realidad y contar historias más o menos lógicas para obtener la aceptación de los lectores, así que no pidáis que esos lectores sean más listos que vosotros. Todo esto dicho con un humor soterrado y con la admiración por tu obra, que tiene mucho de poesía. Un abrazo.

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  5. Tienes razón. Y por eso, en una buena novela –y enlazo con lo que comentaba antes David, sobre criterios que distinga lo bueno de lo no tan bueno- esté casi siempre la presencia del absurdo.

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  6. Muy interesante el debate. Gracias, Luis, por la reflexión. En una ocasión hice una pregunta similar a mis alumnos (de 18 a 20 años), y una abrumadora mayoría respondió que preferían mil veces una novela o una película basada en hechos reales. Cuando les pedí que me dijeran sus títulos preferidos, sin demasiado tiempo para relacionar la respuesta con la pregunta, las obras que surgieron (más películas que novelas, para qué engañarnos) no estaban basadas, mayormente, en historias reales. ¿Por qué, entonces, habían respondido casi todos a la pregunta de qué tipo de ficción preferían en la dirección opuesta a sus obras favoritas? Podría imaginar diversas y enrevesadas explicaciones, pero me temo que, en su caso, la respuesta pueda ser más prosaica, siendo como es la suya una generación de reality-shows...

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  7. Y, sin embargo, Luis, también creo que sucede a veces lo contrario. Si a determinados autores consagrados se les ocurre responder que la mayoría de sus historias están basadas en hechos reales también produce decepción. Creo que recordar que fue Juan Rulfo el que, a una pregunta en tal sentido, contestó con una brutal sinceridad que a medida que sus mayores se les fueron muriendo, y quienes básicamente eran los que le contaban historias (¿reales?), también a él se le fueron muriendo las ideas.

    ¿No será, como decía Saramago (creo), que desde el principio de los tiempos los escritores en realidad no han hecho otra cosa más que de forma insistente recontar la misma historia, adaptada y tamizada por las circunstancias y "realidades" coyunturales? Una teoría radical, pero sugerente.

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