martes, 30 de octubre de 2012

A vueltas con la carrera literaria


En algunas ocasiones, entre las páginas del suplemento Babelia se encuentran algunas cosas interesantes. Una de ellas la hallamos en un número del pasado mes de septiembre, la firma el escritor argentino Patrico Pron y lleva por título Carrera literaria.

En el artículo, Patricio Pron salía al paso de un comentario de una reconocida escritora española al referirse a la necesidad de avanzar en su carrera literaria. Para Patricio Pron, esta afirmación ponía de manifiesto, de una parte, una manera de entender la actividad literaria como algo reglado, con unas pautas determinadas y unas metas precisas; lo que, en su opinión, es algo erróneo. Para él, el ejercicio literario depende mucho de unas circunstancias personales imposibles de resumir en unas reglas a imitar, y si hay algo que no tiene, es una meta determinada, porque en su desarrollo se producen tanto los avances como las vueltas atrás. Y por otra parte, añadía Patricio Pron, una concepción de la producción literaria como una carrera esconde una “visión mercantilista de la literatura”, que lleva aparejado –complemento yo– ese prestigio basado en número de ejemplares vendidos, campañas mediáticas (incluidos suplementos literarios) interesadas y no pocos premios literarios de renombre amañados.

Al tiempo que comparto las ideas esenciales del autor del artículo, no puedo anatematizar los intentos de muchos escritores por “hacer una carrera literaria” y hasta tratar de vivir del esfuerzo que el ejercicio literario disciplinado y constante comporta. Lo que sí me parece censurable es cerrar los ojos al mundo en el que, con toda su buena fe, se meten; al contexto socioeconómico que lo gobierna y en el que también está inmerso eso que llamamos cultura: un lugar en donde la calidad y la cantidad no tienen por qué ser incompatibles, pero en donde manda la rentabilidad; un lugar en donde entretenimiento y reflexión pueden armonizar, pero en donde las más de las veces se premia lo políticamente correcto, se trata de silenciar lo crítico y sofocar las rebeliones contra modos y modas en los que ciertos establishments consolidan su permanencia.

No debe ser fácil realizar esa singladura por aguas tan turbulentas y salir indemne.

La pregunta sería –y podría ser comparable a la que actualmente nos hacemos sobre la crisis económica que padecemos–: ¿es que no hay otra alternativa?

viernes, 26 de octubre de 2012

Les Luthiers: música, literatura y humor

El otro día tuve la suerte de volver a disfrutar de la genialidad de Les Luthiers y quedé, como siempre, sin palabras. Sin palabras porque se las han quedado todas ellos y las han hecho suyas, creando de nuevo un espectáculo repleto de humor, música y miles y miles de juegos de palabras que dejan al público sin respiración.

Durante todos estos años Les Luthiers han conseguido crear espectáculos insuperables, mezclando con maestría la música y la literatura para conseguir un producto humorístico que no tiene igual. Esto ha sido gracias, en muchos casos, a los fabulosos colaboradores de los que se han rodeado, como Roberto Fontanarrosa, escritor argentino y dibujante de cómic conocido principalmente por su personaje Inodoro Pereyra y su inseparable perro Mendieta. Juntos hacen un divertido y entrañable retrato de la cultura gaucha argentina.

Lutherapia, nombre del último espectáculo de Les Luthiers, gira en torno a la figura, como no podía ser de otra manera, de Johann Sebastian Mastropiero, al cual se le atribuyen las dos obras que podéis ver a continuación. La primera, un aria escrita para ensalzar el olvidado y maltratado arte del tarareo y, a mi juicio, uno de sus canciones más inspiradas, gracias a la perfecta armonía que alcanzan entre la letra y la música.




Y por último os dejo con Dilema de amor. Sólo a Mastropiero se le podría ocurrir escribir una cumbia hablando de las diferentes ramas de la filosofía. Y de la peor de ellas: ¡la epistemología!


martes, 23 de octubre de 2012

Dante en la calle


La semana pasada tuvimos la oportunidad de asistir a un hecho inusual y, en mi opinión, ejemplar. Con objeto de llamar la atención sobre la precariedad a que las autoridades educativas están llevando a la enseñanza universitaria, un grupo de alumnos junto al profesor del Departamento de Filología Italiana de la Complutense, Juan Varela-Portas de Orduña, se reunieron bajo un puente para llevar a cabo su clase: el que está en la confluencia de la calle Juan Bravo con la Castellana.  Y allí, a las cuatro de la tarde, se congregó una buena cantidad de gente –además de los alumnos, también asistieron otros profesores, medios de comunicación y gente curiosa que venía a propósito o pasaba por allí (unas doscientas personas, según la prensa)– para escuchar la disertación del profesor Varela-Portas que trató sobre la Canción de la avaricia, de Dante Aligheri.

Pero más allá del hecho reivindicativo en sí –que, como decía, me parece que era el objetivo principal de la convocatoria–, hubo algunos aspectos, en apariencia secundarios, que me parecieron dignos de resaltar porque ponen de manifiesto la ejemplaridad que señalé al principio.

El primero, el contenido de la lección. El profesor Varela-Portas, buen profesor y comunicador, supo adaptarse a las condiciones y los tiempos y durante casi dos horas –el tiempo de un partido de fútbol– acercó el pensamiento del poeta florentino de hace siete siglos a un auditorio que en ningún momento demostró decaer en su interés. Por mi parte, interrumpido en varias ocasiones por los medios de comunicación que al ver a alguien “madurito” pretendían entrevistarlo, perdí el hilo en varias ocasiones. De todo lo interesante que allí se dijo, me quedé con una incertidumbre de Dante –él, del que se decía saberlo todo–: la de no saber hasta dónde llegaría el ser humano en ese irracional impulso por acumular riqueza.  (¡Ay, si ahora el poeta hubiera levantado la cabeza! Sus cantos del Inferno se le hubieran quedado muy escasos.)

El segundo aspecto se refiere a los asistentes.  Entre estos, además de los antes reseñados, hubo algunos que eran propios del lugar, quiero decir: de los de “debajo del puente”, que suelen habitar en estas zonas de las grandes ciudades y que en estos tiempos se incrementan. Por su aspecto y actitud –antes del acto hablaban o discutían en un tono bastante elevado– eran de esos que, yo, acostumbrado a la docencia y a detectar al inicio del curso alumnos de estas características, me suelo decir “uf, aquí hay problemas” y casi siempre me equivoco. También me equivoqué en esta ocasión, porque estas personas, después de eludir a una locutora de televisión que quería entrevistarles con un rotundo “Nosotros no somos de esta guerra”, se acercaron y acabaron sentándose entre los alumnos. Y allí permanecieron las casi dos horas que duró la disertación, respetuosos, atentos, y, como suele decirse, bebiéndose casi sin pestañear las palabras del profesor Varela-Portas.

Y no puedo dejar de añadir como asistentes, en este marco “de clase abierta”, a los policías. Al principio vi dos furgones policiales en la Castellana, y un grupo de policías a “distancia bretchiana” (como describió, con su habitual agudeza, nuestro amigo José María Alfaya, también presente). Pero me pareció que poco a poco este grupo se iba acercando –¿fue solo una impresión mía?– a distancia suficiente para escuchar y formar, pues, parte del auditorio.

Por último, una sentida reflexión del profesor Varela-Portas al final de su clase y que al desvelarla espero no abusar de su confianza:
Cuando ya los medios de comunicación se retiraban, se me acercó un señor como de cincuenta y muchos años o sesenta, y me dijo: “Muchas gracias, profesor. Me ha gustado mucho su clase. Se lo agradezco mucho porque ha sido mi primera clase universitaria”. Eso me emocionó.
Y también es la principal consecuencia que yo he sacado de esta experiencia. Por encima de prejuicios elitistas, la universidad y sus contenidos pueden y deben acercarse a la gente de la calle.

(Ojo. Como algunos suelen aprovechar y coger el rábano por las hojas, no se confunda lo dicho anteriormente con esa última práctica de las autoridades educativas de “poner a muchos profesores universitarios en la calle”.)

viernes, 19 de octubre de 2012

Salón de belleza, de Mario Bellatin


Mario Bellatin es un escritor mejicano nacido en los años 60, que dirige la Escuela Dinámica de Escritores de Méjico como una asociación civil sin ánimo de lucro y busca nuevas formas de aprender y practicar la literatura. Su novela Salón de belleza es uno de esos libros cuya lectura deja en el ánimo una profunda huella.

Se trata en realidad de una novela corta, apenas 34 páginas, pero de una enorme intensidad.

En un barrio marginal de una gran ciudad, tres homosexuales abren un salón de belleza. El narrador es uno de ellos, y nos cuenta la evolución de ese salón de belleza, desde ser un lugar al que acudían las mujeres a embellecerse, hasta el Moridero en que el protagonista decidió convertirlo: un sitio a donde hombres (solo se admite a los hombres) afectados por la epidemia de “la enfermedad” y en estado terminal van a morir. En el cuidado diario de esos huéspedes, en el objetivo de convencerles de lo irrevocable de su destino y llevarlos a un letargo en compañía en el que se ahogan todas las angustias mientras se espera la muerte, el narrador halla la calma que su vida anterior, disipada y caótica, no le había permitido.

Pero al tiempo que nos relata su peripecia, también nos da cuenta de su afición por los acuarios, entre cuyas paredes de cristal cría y cuida distintos tipos peces, que se convierten en testigos mudos de lo que ocurre en el salón de belleza. En apariencia separando dos universos separados e independientes, sin embargo las paredes de cristal de los acuarios se muestren permeables, y a ambos lados, como en un juego de espejos, se producen situaciones similares. Así, la muerte de un huésped parece tener su reflejo dentro del acuario:
Curiosamente, con el muchacho perecieron tres peces al mismo tiempo… Después de su muerte, con los peces ya lejos de su lado, encontré tres Monjitas rígidas en el fondo.

La resistencia de algunos huéspedes a la muerte se traduce en una renuencia similar en el interior del acuario:
Me sorprende lo fiel que se ha mostrado esta última carnada de peces. Pese al poco tiempo dedicado a su crianza se aferran de una manera extraña a la vida.

Y el violento y cruel levantamiento del vecindario contra lo que se ha convertido el salón de belleza, tiene su contrapartida en la depredación una especie de peces por otra.

Cuando la enfermedad afecta también al protagonista, éste tiene que afrontar el futuro del salón de belleza.

En resumen, un libro conmovedor pero que cierra cualquier resquicio al sentimentalismo; de un lenguaje desnudo de todo artificio, igual de descarnado que el huésped que se acerca al Moridero.

martes, 16 de octubre de 2012

El futuro de las librerías


Ayer asistí a la inauguración de librería café, o mejor café librería, El Dinosaurio, que ha abierto en Lavapiés 8 una vieja amiga. Su formato me da una buena excusa para reflexionar un poco acerca de la figura del librero y su transformación.

He de decir primero que yo no he tenido nunca un librero de cabecera y, sin embargo, creo que me he defendido bastante bien con la calidad de lo que he leído gracias, sobre todo, a las recomendaciones de mis amigos. Claro que quizás ellos sí han tenido ese librero.  Entiendo no obstante que ante la avalancha de novedades que llegan a las librerías, cargadas todas con epítetos superlativos en las solapillas, muchos lectores quieran escuchar los consejos de su librero de siempre, si es que la especie aún existe.

Supongo que sí, que existe, especialmente en ciudades medianas, no como Madrid, donde la gente cambia de barrio y en la que a nadie se le pasa por la cabeza atravesar la ciudad para acudir una vez al mes a su librería de siempre, ¿o sí?.

El asunto es que, como todos sabemos, el librero es el eslabón más afectado por la nueva realidad del ¿mercado? del libro. Uso las interrogaciones porque para que haya mercado debe haber un intercambio económico, cosa que últimamente está en duda. Y como pasa en general con este asunto, al final se le pide que “cambie su modelo de negocio”, pero al pobre librero no se le dan pistas de cómo se hace eso. Y así hemos llegado a este momento en el que por las leyes de la evolución están surgiendo esos “modelos”. Yo creo que no hay ya librería nueva que no abra con una cafetería en una esquina o con una especialización muy determinada. En el caso de mi amiga Marisol es su dedicación a las editoriales pequeñas y prestigiosas. Es decir, inteligentemente ofrece esos libros que normalmente hay que encargar y que, por supuesto, no se pueden descargar porque nadie se ha ocupado de ser generoso con esa obra ajena. Por supuesto que mi amiga intenta que la parroquia también tenga mucho que ver con el mundo literario. ¿Triunfará? ¿Qué modelo de librería pervivirá en cinco años? Veremos lo que el darwinismo nos depara. Mientras, si quieres, dime qué piensas de las librerías y su futuro.

viernes, 12 de octubre de 2012

Tan lejos de Dios. Poesía mexicana en la frontera norte


Dentro de su incansable y riquísima labor de difusión poética y cultural, Uberto Stabile nos trae en este libro un amplísimo muestrario de poetas de la parte mexicana de la frontera entre México y EEUU. El libro toma su título del célebre dicho de Porfirio Díaz, exiliado en París: “¡Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos!” Se espera una segunda entrega que recoja poetas de la parte estadounidense de la frontera, y que tendrá lógicamente por título “Tan cerca de los Estados Unidos”.

Pero, en realidad, esta antología no recoge tanto poetas como poemas, porque Uberto Stabile no ha pretendido con su selección ofrecer al lector un panorama de la poesía de esa región, sino ofrecerle una visión poética de la dura y apasionante realidad social de la misma: “He buscado –explica en la introducción–, más que a los poetas, aquellos poemas que vertieran luz sobre el propósito del libro, componer un gran mosaico del complejo e intenso mundo que rodea este territorio, en ocasiones salvaje y siempre extremo, aunténtico paradigma de la globalización que padecemos.” No se trata, pues, de una antología con intención metapoética, como suele suceder con la mayoría de ellas, sino una en la que se concibe la poesía como un medio de reflejar e intervenir en una realidad desgarrada pero al mismo tiempo llena de fuerza y vitalidad. Hay, pues, dos maneras de leer este libro: una más tradicional, que yo recomendaría para una segunda lectura, en la que fijarse en las nombres y notas biobibliográficas de los 64 autores seleccionados (23 mujeres y 41 hombres), y así hacerse una amplia idea del mundo poético vivo en esa región; y otra que consistiría en leer, incluso sin seguir el orden del libro, poemas sueltos, de manera que se va formando en nuestra imaginación una imagen, compleja y profunda, de esa sociedad y de las preocupaciones, aspiraciones y miedos de sus habitantes. De este modo, además, nos daremos cuenta de que la poesía es un modo de conocer el mundo y crear efectos en él, especialmente cuando ese mundo parece escapar a una lógica esperable, y no sólo expresión de un ego sobredimensionado.

Tan lejos de Dios. Poesía mexicana en la frontera norte, Uberto Stabile (coord.), Tenerife, Universidad Autónoma de México-Baile del Sol, 2010, 396 páginas, ISBN 978-84-15019-23-7.


martes, 9 de octubre de 2012

Desde el Guiniguada, Isla Negra

El pasado fin de semana asistí en el “Espacio de Poesía Manuel Padorno” de la Biblioteca Pública del Estado de Las Palmas de Gran Canaria a la presentación del número de la revista literaria “Isla Negra”. En ella se homenajeaba a nuestro querido y admirado poeta Pedro García Cabrera. En dicho espacio se realizan cada vez con más frecuencia eventos literarios. Para satisfacción de los que disfrutamos con dichos acontecimientos surgen nuevos locales en nuestras Islas Canarias dedicados a las letras y especialmente a la poesía que parece estar de moda. Sí que es cierto que tan solo para una minoría de amantes de la literatura. No se ha convertido en algo que llene estadios, no lo creo conveniente, como han conseguido algunos poetas.

Volviendo al tema que les refería, abrió la sesión Marcos Rodríguez de la revista “Bohemia”. Marcos expuso algunos de sus gratos conocimientos y contactos con Isla Negra. A continuación tomó la palabra nuestro poeta Antonio Arroyo Silva, que ha tenido mucho que ver en la recopilación y confección de este número de “Isla Negra”. Se halla dedicada al poeta gomero en el que han participado, con poemas en su homenaje, numerosos y cualificados escritores de las islas, quizás numerosos se algo exagerado pero sí es cierto que han sido un número significativo. Explicó con detalles cuales habían sido las vicisitudes de dicha aventura desde su gestación hasta su publicación. No había sido fácil, pero con la sencillez que caracteriza Antonio Arroyo, pareció todo algo más sencillo.

Cerró la sesión el director fundador de la revista Isla Negra el poeta italo-argentino Gabriel Impaglione (Villa Sarmiento, Argentina, 1958) hombre de un amplio currículo dedicado a la literatura y especialmente a la revista que tratamos, que publicada desde Cerdeña (Italia) ha realizado durante años una labor de difusión literaria internacional básica. Trató de animar a los presentes con palabras que demostraban que con gestos sencillos se pueden conseguir cosas significativas tales como una algo más que notoria difusión literaria.

Este evento de la presentación forma parte de un programa de intercambio cultural: Poetas entre islas: Canarias y Cerdeña. En él ha estado implicado entre otros escritores Samir Delgado, uno de los impulsores de las conexiones internacionales de Canarias con los movimientos poéticos y en general con el planeta literario. Otra destacada asistente ha sido Giovanna Mula (Cerdeña, Italia, 1969) nominada dos veces para el Premio Nobel por Italia entre otros méritos. Ha publicado veintisiete libros, entre los últimos están “Lughe de Chelu”y “Di carne assente”. Una joven realidad de la literatura italiana que ha sido un honor, y no es falso retórica, su presencia en nuestras Islas Canarias.

Algunos de los eventos que se han llevado a cabo durante este intercambio en Gran Canaria y Tenerife son: Coloquio sobre literaturas insulares, recital de Giovanna Mula, visitas a colegios, recepción en el Ayuntamiento de Las Palmas, hermanamiento con Artenara…Sin más que contarles, por el momento, les dejo que se sumerjan al menos un poquito en las aguas del poema con el que colaboré en el número 320 de la revista “Isla Negra”. 

AÚN NUESTRAS MANOS / EN LA MAR ESPERAN
 A nuestro maestro Pedro García Cabrera. 

Fecunda tu bella
 y encendida palabra.
Valiente y solidario
tu grito libertario.
¡Aún nuestras manos
en la mar esperan
naranjas, maestro! 
Ahora los horizontes negros
del capital nublan nuestras
esperanzas de libertad.
Comienzan a encenderse
las hogueras del despotismo
incinerando nuestras
ansias de justicia.
¡Aún nuestras manos
en la mar esperan
naranjas, maestro!
Tu ejemplo de vida
y tu alambrado
sufrir solidario
alumbran y conectan
los caminos fraternos
de las redes solidarias
de nuestros jóvenes
¡Nuestras bisoñas manos
continuarán hundidas
en la mar, maestro!


Autor: Félix Martín Arencibia

viernes, 5 de octubre de 2012

Estas ruinas que ves, de Jorge Ibargüengoitia


La primera noticia que tuve del escritor mejicano Jorge Ibargüengoitia fue la de su muerte, a consecuencia de un accidente aéreo en Madrid, en el año 1983. En la misma catástrofe también murieron los escritores Manuel Scorza, Ángel Rama y Marta Traba. Todos acudían al Primer Encuentro de la Cultura Hisponoamericana, en Colombia.
Desde entonces empecé a leer sus novelas: Los relámpagos de agosto, Las muertas, Los pasos de López... y a disfrutar de su sencillez, sátira y el constante buen humor.  Y de entre esas lecturas, siempre preferí Estas ruinas que ves, que ganó el Premio Novela de México de 1975.  Seguramente porque, además de la ironía y la frescura en la escritura habituales en sus otras novelas, hay en esta un aire de triste ensoñación y nostalgia por una juventud y una forma de vida que ya se han marchitado.
El joven protagonista de la novela regresa a su ciudad de origen, Cuévano, capital del estado Plan de Abajo, para dar clases en su universidad, y se mete de lleno en las situaciones, los personajes y las formas de una vida de provincias.
Para dar una idea sobre el aire y el humor que transpiran toda la novela, elijo la secuencia en la que el protagonista, con el pretexto de buscar en su bien nutrida biblioteca un ejemplar de La verdadera historia de México de Berrihondo, visita la casa de las Begonia, dos ancianas gemelas y sordas –con una criada, también sorda–, que habían pasado toda su vida dedicadas al cuidado de un hermano sabio e inventor. Después de la visita a la biblioteca, nuestro protagonista, seguramente inspirado por la rareza de algunos ejemplares, como Las confesiones del Barón Freihauff, La denuncia del onanismo del padre Barrutia o un manual con cien modelos de cartas de amor, garantizados, decía la primera página, en provocar novedosas pasiones, decide escribir sobre un Catálogo de ideas fijas cuevaneneses, del que entresaco algunas entradas:
Artistas: Se mueren de hambre, no se cortan las uñas y se comunican entre sí diciéndose rimas de Béquer.
Cejas: Las de los hombres son espejo de la sexualidad. Las pobladas son indicio de un miembro viril muy desarrollado, las que se unen en el caballete reflejan un temperamento apasionado e insaciable, las que al llegar a la sien se dividen en varias hileras de pelos, son en cambio signo de un carácter voluble y propenso a la depravación. Las cejas de las mujeres no son indicio de nada.
Correa, Teófilo, Licenciado: El único cuevanense del que se sabe a ciencia cierta que está en el infierno, por haberlo declarado él mismo durante su propio velorio. El cadáver se incorporó tres veces durante la noche en el féretro donde estaba tendido y dijo, a las dos de la mañana: “Estoy siendo juzgado”; a las tres: “Estoy esperando sentencia”; y a las cuatro: “He sido condenado”. Ante la vergüenza de toda la familia.
Chino: Primera acepción. Todo lo incomprensible está escrito en chino. Segunda. El que es dueño de restaurante, persigue a las meseras cuando cierra, come ratas y es fácil de engañar (de ahí la frase, “te engañaron como a un chino”.)
Joto: El que en las noches se pinta los labios, se pone rizadores en el pelo y duerme en camisón transparente.
Negro: Los negros son iguales a nosotros ante los ojos de Dios, tienen el sexo extraordinariamente desarrollado, sus ojos y dientes brillan en la oscuridad, despiden un olor inconfundible, parecido al del histafiate.
Soldado mexicano: Es el mejor del mundo porque aguanta sin comer más que ningún otro. Está bien decir: “Otros ejércitos han ganado batallas pero ninguno ha pasado hambres como el nuestro”.
Voltaire: Filósofo ateo que murió diciendo “¡Quiero más luz!” y metiendo la mano en la bacinica.

martes, 2 de octubre de 2012

Dos comentarios tras ver la primera temporada de Juego de Tronos


Vaya por delante que soy un auténtico ignorante en series televisivas y novelísticas. Tras más de veinte años de vivir sin televisión, habré visto completas no más de dos temporadas de series diversas, y capítulos sueltos de alguna que otra. Tampoco he tenido paciencia para enchufarme a sagas novelísticas de varios volúmenes voluminosos, con alguna excepción. Así que lo que voy a decir debe ser puesto en la más aislada cuarentena.

He visto en internet que se compara la serie novelística de Juego de tronos con El señor de los anillos, lo cual me parece un error, dado que una y otra responden a dos modos de narrar bien diversos. El señor de los anillos es una narración teleológica, que desde el principio se encamina a un final, sigue una línea que, por sinuosa que sea, conduce la narración a una conclusión que da sentido a todo el conjunto. Juego de tronos, como todas las narraciones seriales, se dedica a dar vueltas en torno a un motivo, en este caso las luchas por el poder al trono de los Siete Reinos, y va rellenando la narración con variaciones sobre el mismo asunto, complicándolo todo cada vez más, incorporando nuevos personajes, líneas narrativas, efectos de argumento, diálogos ocurrentes, etc., de modo que el final –que no conclusión– de la narración se producirá cuando el autor se canse de vender o los índices de audiencia comiencen a descender, y no será más que un broche con más o menos adornos y brillantez. Yo, la verdad, soy muy clásico para esto: toda narración que no culmine en una buena conclusión me desilusiona. Me resulta, y perdóneseme el símil taurino, como el torero que hace una faena llena de floripondios, volatines y muletazos espectaculares, pero falla en el momento de matar. Es más, en el caso de las series, en realidad ni intenta matar. Siento esto (y sé que a los espectadores de series mi apreciación les parecerá absurda) como una deslealtad por parte del narrador o guionista, como es desleal la droga que da placer momentáneo pero no sacia sino que solo busca crear ansiedad (de hecho, uno se “engancha” a una serie como a una droga u otro mal vicio). Pero lo más interesante es que, si las series–novelísticas o televisivas– tienen ahora tanto éxito es en ante todo porque el capitalismo financiero está cambiando la noción lineal y teleológica del tiempo –unida primero a la producción manufacturera, como demuestra la aparición de relojes en las ciudades florentinas de finales del s.XIII, y después a la producción industrial, que crea la idea de progreso–, haciéndonos regresar a una concepción circular, aunque tal vez sea mejor denominarla rizomática, dado que las vueltas alrededor del centro –el trono– son siempre distintas e irregulares. Parece, pues, que volvemos a una narratividad precapitalista, similar a las de los libros de caballería y las novelas sentimentales, que también eran seriales, pero en realidad es algo diferente, pues la única sacralidad que sostiene estas narraciones de hoy es la sacralidad del dinero. (Habría que rastrear, de todos modos, la pervivencia de los modelos narrativos seriales medievales en la literatura popular. Pienso sobre todo en la literatura de folletín del XIX aunque la poca que conozco no es exactamente serial, pues siempre hay un misterio que al final se resuelve, una anagnórisis que lo aclara todo, o algo similar–, que pasa en el XX a la radio y de ahí a la televisión.)

Por otro lado, Juego de tronos abunda en otro aspecto temático también de apariencia precapitalista: la desustancialización del nivel político. Juego de tronos es una serie política, pero en ella la política se concibe como una lucha por el poder en la que las fuerzas dominantes son psicológicas o morales, algo que en sus mejores momentos da a la serie una para mí evidente reminiscencia shakespeareana, trufada, claro está, con algunos toquecillos foucaultianos que ponen al día el aparente feudalismo mercantil de fondo. El poder es, pues, una ficción en la que los problemas psicológicos de los participantes en él, sus principios morales (o sus valores, si se quiere), su astucia o inteligencia, etc., son los elementos determinantes. El poder es, en efecto, un juego, como indica el título, y en él apenas hay un atisbo de la existencia de clases sociales, o al menos de grupos de interés o lobbies. Es, en este aspecto, radicalmente premaquiaveliano, como en cierta manera lo es Shakespeare (solo que a Shakespeare lo que le interesaba, creo, es justamente el funcionamiento de la psique, del “alma” humana, más que la naturaleza del poder). ¿Qué “nos hace”, entonces, Juego de tronos? Que sintamos como natural la concepción de la política como un juego despiadado al que solo pueden jugar poderosos contendientes, un juego cruel y peligroso del que mejor alejarse y contemplarlo, despreciándolo, como un espectáculo, y no algo en lo que las personas de a pie podamos (debamos) intervenir algo más que votando dócilmente cada cuatro años.