lunes, 29 de febrero de 2016

Taller de escritura creativa del Conde de Abascal - Lección cuarta

Lectio Qvarta:

“A la gloria, en episodios”

1.- Teoría:

         Hoy la lección pide brevedad, tanto en el discurrir de la tesis como en la ejecución de la praxis; porque si Dios Nuestro Señor, siendo quien dicen que es, hubo de reponer fuerzas tras la sexta jornada… ¿será mucho que Nos, que aún no hemos alcanzado tan alta dignidad (aunque todo se andará), estemos ya harto molidos y no poco quebrantados a la tercera entrega?

         Y así, al hilo de ahorrar afanes, desengaños y pesadumbres, venimos hoy a amonestarle por haber aspirado alguna vez a conquistar, de una sola zancada, esa parcela que cree tener reservada en el Parnaso, cuando a la gloria literaria se llega también -y aún afirmaremos que mucho antes- con pasos recortados y menudos, en apariencia menguados y descaminados, pero a la postre tan firmes como bien dirigidos. Despídase, pues, noramala de ese pueril anhelo de idear y rematar, de una sentada, esa “novela magistral” que tiene en el magín desde hace lustros, y que habrá de depararle un lugar de honor entre la pléyade universal tan pronto como haya salido de los tórculos. Si ya no encuentra inspiración fuera de los chismes de alcoba del vecindario, la avilantez de los gobernantes, la carcundia de los tenderos o la hipocresía de los tonsurados, hurgue en la podredumbre de la Historia patria, siempre preñada de episodios tragicómicos amasados con sangre, bilis, mala baba y excrementos. Le saldrán infinitos textos como el de infra, que, repetidos uno detrás de otro, pueden darle hasta para cincuenta tomos de gloria… o casi.

2.- Práctica:

         -La Corte toda aseméjase a un enorme, monstruoso gallinero, de tan revuelta, confusa y enmerdada como la han dejado entre unos y otros. El rey, capón castrado, deambula alicaído y desplumado por palacio, como gallo en corral ajeno; la reina, aunque ya clueca, aún putea más que las todas las gallinas del corral; las infantas corretean como polluelas sin cabeza, picoteando el cebo de la soldadesca y brincando de palo en palo de cada alabardero; y el valido, luciendo cresta y espolón, cacarea a voz en grito entre toda esta inmundicia, pero no se digna hacer ni el huevo.
         -¡Ave María Purísima! ¿Y el Príncipe qué dice de todo esto?
         -¿El Príncipe? ¡Pío!

1 comentario:

  1. Sir Yago de la Eterna Encrucijada29 de febrero de 2016, 20:38

    Sapientísima a la par que breve lección de preceptiva de mi señor el Conde, que se convierte con este tratado en un novísimo, feraz (y feroz) Horacio.

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