Por Santiago López Navia
Las
dos principales razones por las que admiro las novelas policíacas de Fred
Vargas (seudónimo masculino de Frédérique Audoin-Rouzeau, verdadero nombre de
la escritora) son sus personajes, construidos con una gran originalidad, y la
elaborada trama cultural de sus historias. Por lo que respecta a los
personajes, me parece muy atractivo el universo de la brigada parisién sujeta
al mando del comisario Adamsberg. Son especialmente singulares el comandante
Danglard, impenitente bebedor de vino blanco que atesora conocimientos
verdaderamente enciclopédicos que suelen resultar de una enorme utilidad en las
investigaciones del equipo; la formidable teniente Retancourt, cuya fortaleza
física es tan reseñable como su sentido de la lealtad; el hipersomníaco
Mercadet, sujeto a ciclos de sueño de tres horas cuyo trastorno está protegido
por toda la brigada y que duerme con frecuencia en el mismo cuarto en el que se
aloja la Bola ,
un enorme e indolente gato que debe ser transportado a lugares diferentes para
dormir y para comer, y que además necesita comer acompañado. Fuera del pequeño
mundo de la comisaría resulta entrañable el viejo Lucio, vecino de Adamsberg,
español exiliado y veterano de guerra, manco de un brazo que le pica
permanentemente y compañero de confidencias e intuiciones del comisario.
El
comisario Adamsberg merece especial atención por muchas razones: por su
imbatible sensibilidad ante la naturaleza, fruto de su origen pirenaico; por
sus ritmos imprevisibles, orientados casi siempre por una morosidad que muchas
veces desespera a su equipo, que no obstante le admira y respeta; por su rara capacidad
de perderse en ensoñaciones –“paleador de nubes” lo llama el narrador en alguna
novela anterior–, unas veces en el transcurso de una caminata y otras en su
facilidad para el dibujo, de las que siempre acaba extrayendo detalles
determinantes para sus investigaciones, y por su asendereada vida sentimental a
la que en las últimas novelas se suma la recuperación de su hijo Zerk, que vive
con él y que supone un cierto equilibrio en su soledad.
En
cuanto a la elaboración cultural de sus tramas, basta poner como ejemplo Tiempos de hielo, en la que el lector
asistirá entusiasmado a una logradísima recreación de la asamblea
revolucionaria animada por personas de nuestros días que asumen los papeles de
Robespierre, Danton, Desmoulins y el verdugo Sanson. Guiados por ellos, entre
otros muchos, reviviremos las peripecias de la Revolución Francesa
mezclándolas con una cadena de crímenes que se remontan a una dramática
excursión en la isla de Grimsey, en Islandia. Entre unas cosas y otras, la
lectura de las novelas policíacas de Vargas es una verdadera delicia en la que
el lector aprende, y no poco, y en esto se ve la sólida formación académica de
la autora, arquéologa e historiadora. Una sugerencia muy recomendable para
cualquier lector, aficionado o no a la novela policíaca, que encontrará en Fred
Vargas pistas muy valiosas para el disfrute y el enriquecimiento cultural.
Parecen interesantísimas, tanto la autora como su novela. Gracias por el "chivatazo", Santiago.
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