En un libro científico leo que entre los físicos hay un término que denominan autosemejanza y que expresa la propiedad según la cual ciertas partes de la realidad física se parecen a otras partes de esa misma realidad.
Y que esa semejanza no se refiere solo a cosas concretas –como la imagen en un planetario se parece al cielo nocturno; las características de estrellas, planetas y galaxias a las de los elementos químicos que se comparten en todo el universo conocido, etc.–; sino a la abstracción: por ejemplo la que representan los símbolos matemáticos de las ecuaciones de la relatividad de Einstein. Como descripción de la curvatura del espacio y del tiempo, semejan la realidad de la que formamos parte.
Las palabras también son símbolos y tienen un significado. Y en el mismo sentido que las ecuaciones, me digo que por qué un buen poema o una buena novela de ficción no van a ser parte de esa autosemejanza. ¿Acaso no expresan profundas verdades del mundo en el que vivimos?
En este aspecto, tengo para mí que la bondad de una poesía o de una novela tiene que ver con el grado de autosemejanza que posean. Y que cuando se profundice en la explicación de eso aún tan elusivo que se llama la belleza en el arte, lo mismo encontraremos en su fundamento.
Bonito tu comentario sobre el libro. Gracias, Luis. El asunto de las semejanzas merece toda una charla. Y otros auntos también. Pero gracias por tu artículo. Loida
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