Esta narración en primera persona (tras la que sospechamos que hay una experiencia real) cuenta la experiencia laboral en una empresa japonesa durante un año de una mujer joven europea. Hay tantos momentos cómicos a lo largo del libro que uno está tentado de pensar que el objetivo de la novela es humorístico. Pero no. Nos reímos por no llorar. El libro es muy amargo.
En su peregrinaje por las diferentes ocupaciones que le van dando a la protagonista dentro la empresa, comenzamos asistiendo a encargos tan absurdos como repetir una carta una y otra vez o repetir una fotocopia miles de veces. La joven se aburre tanto que decide regalar unas cuantas ideas a la empresa. Pero esto, tener iniciativa, es considerado como una traición a la empresa, y la joven se verá castigada con encargos cada vez más degradantes: servir té, ordenar facturas, limpiar los baños… (no sé muy bien por qué pongo puntos suspensivos; creo que no se puede llevar más allá la secuencia descendente).
El choque entre la mentalidad japonesa y la occidental (mentalidad esta que al parecer los japoneses desprecian) lleva a momentos hilarantes (uno de ellos cuando la joven descubre que quien la ha denunciado es la mujer que mejor le cae en toda la empresa). Pero no debemos olvidar algo que señala la narradora: en la sociedad japonesa la mujer está anulada y el índice de suicidios femeninos es muy alto.
La narradora tiene motivos para mostrarse resentida y sin embargo no lo hace. A pesar de todo lo que la maltratan, ella conserva un fondo de cariño y de admiración a los japoneses. Casi diría que si salen malparados es contra la voluntad y la intención de ella. Seguramente soy yo el único responsable de que gente que se tiene por educada y sensible me haya acabado pareciendo grosera e irrespetuosa, de que gente que se cree muy inteligente me haya resultado absolutamente zafia.
Amélie Nothomb Estupor y temblores (Barcelona: Anagrama, 2004)
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