viernes, 13 de enero de 2012

Literatura y cine: Muerte entre las flores


Muchas veces se ha dado la conjunción entre la literatura y el cine, normalmente a través de adaptaciones de novelas a la gran pantalla, pero muy pocas son las veces que podemos hablar de alguna película que esté, como mínimo, a la altura del libro en el que está basado. Aún más escasas son las ocasiones (si las hay) en que nos podamos aventurar a afirmar que la película es mejor que la novela en la que se basa. De hecho, ahora mismo sólo puedo pensar en El Resplandor, que en opinión de muchos (y en la mía propia) la película de Kubrick mejora notablemente la novela de Stephen King. Pero de este tándem ya hablaremos otro día, que seguro que levanta muchas ampollas.


Hoy me interesa hablar de una película que, en mi opinión, sí mejora en calidad a la novela de la que parte, aunque es un caso un poco tramposo ya que se trata de una adaptación muy libre. Me estoy refiriendo a Muerte entre las flores (Miller´s crossing) de los hermanos Coen y la novela La llave secreta, de Dashiell Hammett. Y digo que supera a dicha novela, no sólo porque la sensación final conseguida en la película de los Coen es de una redondez sublime, sino porque además, la novela de Hammett es una de las más flojas, con un desarrollo bastante enrevesado y una culminación demasiado débil.

La genialidad de los Coen se hace patente al ser capaces de coger una novela como La llave de cristal y sacarle el potencial que tenía la historia para conseguir un desarrollo perfecto, un ritmo pausado y elegante  y una culminación de las que pasarán a la historia del cine. Y es que los Coen ni siquiera respetan los personajes que existían (desdibujados) en la novela, sino que crean unos nuevos mucho más definidos, con caracteres estrambóticos, como el del patético gangster Jhonny Caspar, o el perfecto héroe/antihéroe Tom Reagan, interpretado magistralmente por Gabriel Byrne.

De hecho, los hermanos Coen rizan un poco más el rizo y no sólo se basan en La llave de cristal, de Hammett, sino que también se inspiran en otra novela del mismo autor, Cosecha roja, para captar el ambiente de caos y destrucción creado por el personaje de Reagan.

En definitiva, nos encontramos ante una de esas raras ocasiones en las que podemos decir que la película supera con creces la novela en la que se basa.

Aunque esto es solo mi opinión personal. ¿Qué opináis vosotros? ¿Conocéis alguna otra película que supere al libro? Por favor, que nadie diga La historia interminable porque llegaríamos a las manos.

16 comentarios:

  1. "Muerte entre las flores" es una película magnífica, Tamarán, pero no considero que tenga capacidad para juzgar, porque no he leído el libro de Hammett. Sí hay una película que me parece que supera el libro en el que se inspira: "La muerte en Venecia" de Visconti, basada en la novela homónima de Thoman Mann. El lenguaje visual y sonoro de Visconti aporta una profundidad que en la palabra escrita precisa de un esfuerzo intensísimo por pasar del plano intelectual al emocional. Y creo que hay otro caso, "El padrino", aunque si soy sincera, cuando intenté avanzar en el libro, no lo conseguí. No me aportaba lo mismo que la película.
    Paloma

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  2. Totalmente de acuerdo Paloma. A mi es que, personalmente, me gusta mucho la novela negra, por eso me leí esos dos libros, aunque lo hice después de ver la película y, aún así, me quedo con ésta última.

    respecto al padrino, me pasó lo mismo lo que a ti. Empecé a leerme el libro una vez que ya había visto la película y encontraba que no me aportaba nada nuevo, más bien al contrario, así que lo dejé. Quizás leyéndolo entero nos demos cuenta de que estamos equivocados. Si hay alguien que lo haya hecho, espero que nos saque de dudas, jeje.

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  3. Es verdad que hay películas que mejoran el libro, siempre desde una aproximación muy subjetiva . Voy a poner dos ejemplos diferentes, uno muy "gafapasta", como se dice ahora cuando se califica algo o alguien de pedante, y otro más popular. El primero es "Mujeres enamoradas". La novela de DH Lawrence (1920) es un pelín plasta, pero se puede superar y disfrutar con algo de insistencia. Hay demasiado de novela de ideas en ella, lo que resulta paradójico, porque Lawrence era un apóstol de la naturalidad. Sin embargo, la peli (1969) del siempre excesivo Ken Russell (murió recientemente, el pobre), me encantó, quizás porque era muy poco fiel al libro. El juego de seducción entre los cuatro personajes (Glenda Jackson, Alan Bates y Oliver Reed entre ellos, ahí es nada), el halo poético y ese aire de tragedia bien llevada, tan inglés, me parecerieron magistrales. Sin duda lo mejor de Russell (¿Cómo podría conseguirla legalmente, Tamarán?) . El otro ejemplo, el popular, es "El señor de los anillos". Nunca he sentido la menor inclinación por las grandes sagas fantásticas pero, en su momento, lo intenté con ella. Abandonada quedó, lógicamente, en la página cien. Sin embargo, con las películas disfruté muchísimo.
    Tendré que leer el libro de Hammet porque sólo conozco la excelente peli de los Coen.

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  4. Muchas gracias David por hablar de "Mujeres enamoradas", novela y película que desconozco, así que ya tengo tarea, jeje. La verdad es que este tipo de películas "tan antiguas" (en el cine parece que 10 años es un siglo, jeje) son complicadas de encontrar en las tiendas habituales, sin embargo en amazon.es la tienes en DVD por 8,50 Euros, que no está nada mal.

    A mi sin embargo, el ejemplo de "El señor de los anillos", aunque es cierto que devoré las películas y me las he visto varias veces, no me sirve, ya que sí soy aficionado a la literatura fantástica y me parece que los libros de Tolkien son muy superiores a las películas. Pero efectivamente, esto no hace más que probar que todo son apreciaciones subjetivas.

    Los libros de Hammett, sobre todo el de Cosecha Roja, son muy entretenidos.

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  5. Juan Varela-Portas13 de enero de 2012, 21:29

    Veo que el blog se calienta con opiniones que, para mí, son herejías de las más graves que se puedan cometer.
    Dejar "El señor de los anillos" en la página cien es delito de lesa "literaturidad", como para hacérselo mirar, vaya, pero aún lo es más el hablar de ella, con cierto desprecio, como una saga fantástica cualquiera. ¿Tiene el Amadís o el Tirant Lo Blanc (o Geoffrey de Monmouth y las originales sagas francesas, o Mallory, por poner otros ejemplos europeos) culpa de que se hayan escrito después tropecientos libros de caballerías malísimos? Mezclar "El señor de los anillos" con toda la bazofia (o, sin ser tan radicales, con la literatura epigonal que repite mecánicamente algunos esquemas) de fantasía épica (sobre todo de literatura juvenil) es un error que habrás de purgar, David, en el tribunal más oscuro de la Casa de Abascal, vive dios.
    Ahora, eso sí, tu herejía no es nada si la comparamos con la de Tamarán, que se atreve a escribir el dislate incalificable (de verdad, no encuentro palabras) de decir que "La llave de cristal", una de las novelas clave del siglo XX, impresionante y perfecta hasta en la más recóndita coma (pero sobre todo, en lo que no cuenta), es "floja" (¡¡anatema!!: ¡¿pero con quién habrá estudiado literatura este chico?!). Y "Cosecha roja" ¿entretenido? Una de las más impresionantes disecciones de la corrupción político-social y del matonismo fascista al que lleva el capitalismo, ¿entretenido? ¿Eso es todo?
    No sé qué demonios habrán hecho los Coen con estas dos novelas, aunque me temo lo peor. Lo interesante es que ambas, pero sobre todo "La llave de cristal", son novelas eminentemente cinematográficas (todos conocéis la honda experiencia de Hammett como guionista) porque se fundamentan en una narrativa empirista, en la que el narrador, cual cámara de cine, sólo cuenta aquello que se ve, las acciones, sin describir sentimientos, emociones, intuiciones y demás zarandajas que se supone suceden en el "interior" (sea lo que sea eso del "interior", a parte de las humeantes vísceras que nos pueblan)de los personajes. No olvido, a pesar de que hace décadas que leí la novela, la gota de sudor que recorre el rostro de Ned cuando va a coger el teléfono en la llamada que llevará al desenlace, gota que concentra en sí todos los nervios, las tensiones, el cansancio, etc., que nunca se explicitan verbalmente. ¡¡Qué maravilla!!

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    1. Pues has pedido el concurso de la casa de Abascal para este lance, pero yo empuño la lanza a favor de Tamarán y David.
      No he visto "Mujeres enamoradas" ni he leído la novela (otro más a la larguísima lista), pero sí puedo hablar de "El señor de los anillos".
      Sinceramente, de la trilogía a mí me fascina más la historia de su construcción que la construcción en sí y te voy a argumentar la razón:
      Todos los elementos en los que Tolkien revela más maestría están mucho mejor logrados en "El hobbit" que en "El señor de los anillos". Esta última nació de un ritual que mantenía el autor con sus hijos: cada día escribía unas páginas de una epopeya que les iba relatando poco a poco, noche a noche, y en la que se van filtrando los elementos de su propia especialidad académica, mitos y sagas nórdicas. ¿Cuál es el primer problema técnico de la fantasía? La construcción de escenarios. Esto lo resuelve con muchísima dedicación, dibujos detallados de mapas, construcción de un mundo mítico... Y de hecho, como especialista le interesa tanto, que se deja arrastrar por esta pasión para olvidarse de otros elementos narrativos que son también piedra angular de cualquier obra literaria, en mi opinión el tiempo juega en contra de esta saga. Tolkien contaba, como padre, con todas las noches de años y años por delante y aprovechaba para compartir sus propias inquietudes con sus hijos, un público que ya estaba habituado a sus inquietudes, pero el lector no forma parte de tu familia: con el lector tienes que establecer un plazo razonable. Para mí, el éxito de Jackson en su impecable trilogía fue que redujo ese plazo considerablemente porque el lenguaje visual salvó lo farragoso de los escenarios y permitió concentrarse en personajes y acción, con un compromiso de tiempo razonable.
      Sin embargo, hay un aspecto que sería sumamente estimulante comentar: la enorme cantidad de títulos clásicos de todos los géneros cuyo planteamiento excluye directamente ese compromiso de tiempo, como si diesen por sobreentendido que el lector se quedará a vivir permanentemente en ellos. Una discusión semejante sería lo mismo que discutir en qué país te quedarías a vivir para siempre y por qué. Nunca llegaríamos a un acuerdo.
      Me gusta la visita turística a "El señor de los anillos", pero no me quedaría a vivir en sus páginas, tampoco me quedaría en las páginas de "El Quijote" ni de "Ulises" ni "En busca del tiempo perdido" de Proust. Preferiría rastrear esta obras en sus secuelas, como si remontase el curso de un río, a encerrarme en sus claustros santificados y con olor a incienso. También me parece más atrayente el camino de Compostela que la llegada a la catedral, ¡qué le vamos a hacer!

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  6. Juan Varela-Portas13 de enero de 2012, 23:08

    Por cierto, ya he reclamado el socorro de la Casa de Abascal para ver de dirimir esta querella sin tener que recurrir al duelo a primera sangre, al cual, tal y como me hierve la sangre, me mueven todos mis apetitos.

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    1. ¡Coño! No sé por dónde empezar para contestar al comentario anterior. Primero tengo digerirlo, pero juro que contestaré.

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    2. Muy bragado no parece el señor de la casa de Orduña cuando necesita nada menos que sumarse a otra casa, la muy alta de Abascal, para esta pequeña afrenta.
      Arremete contra un muchacho de diecisiete primaveras como si de malvado polifemo devorador de doncellas se tratase. Y mientras que a mí, mire usted por dónde, me salen defensores sin reclamarlos a vuesa merced parece que nadie quiera socorrerle.

      No por justificarme sino por ahondar en su herida, le he de decir un par de cosas, ya que arroja el guante.

      La primera es que ya en esa mi tierna juventud buscaba yo en la literatura no solamente solaz, sino alimento que abriera al mundo mi entendimiento entonces constreñido por un generalito y un colegio de curas. Había descubierto la gran literatura inglesa de primeros del siglo pasado, disfrutaba como niño en pastelería de cada nuevo título del llamado boom de la literatura hispanoamericana y me refocilaba descubriendo autores entonces orillados como su coterráneo Torrente Ballester, padre de los JB. Nunca leí tanto ni se pudo ensanchar más mi espíritu y mi manera de entender la vida como en aquellos tiempos.

      Comprenda usted que en medio de esa vorágine de obras mayores de las que el ahorraré enumeración, puesto que bien son conocidas de usted, las historietas de un enano obsesionado con un anillo y un mago cascarrabias en un tiempo que nunca existió, nada aportaban a mi ansia de saborear vidas e historias de mi propio espacio tiempo.

      Pero, para su tranquilidad le diré que, años después, cuando terminada su licenciatura la búsqueda del primer trabajo resultaba una gesta tan épica o más que hoy, ese joven ya más saciado, se aventuró por el estudio de la Filología Hispánica. Fueron unos meses apenas en los que buena parte de su empeño lo volcó en el ciclo del Rey Artús y aquellas primeras novelas de caballerías. Don Godofredo, el bueno de Chrétien o el misterioso don Renaut de Beaujeu le llevaron de la mano por los inicios del mito de incierto origen. Y comprendió la fascinación de muchos, incluido un escritor realista de la talla de Steinbeck, por aquellas historias de armaduras, doncellas liantas y florestas peligrosas. Parte de esa fascinación se fundamenta en la autenticidad, en saber que esos relatros salieron del caletre de unos autores que vivieron ocho o nueve siglos atrás, cuando ls manera de resolver una diferencia era una justa y el arma de destrucción masiva la usaban los ballesteros.

      Esa autenticidad que falta en el "pachwork" de Tolkien. A base de detalles, como apunta mi gentil defensor, se puede ir creando un mundo, pero eso no basta para insuflarle vida. Asomarse a El Señor de los Anillos es como contemplar un edificio neogótico de esos tan de moda en el XIX: un ejercicio inútil de melancolía. Quizás por eso el más conocido sea el Castillo da Pena.

      Si ya le he devuelto el guante, ahora le tiendo la mano y le hago una promesa. Sabiendo como sabemos que el señor Jackson va a estrenar en breve su versión de "El Hobbit", yo le prometo leer ante la obra literaria libre de prejuicios y venir después a este espacio abierto por maese Tamarán para darle mis impresiones, si es que le valen de algo.
      S.S.S.Q.E.S.M.

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  7. ¿"La llave de cristal" y "La llave secreta" son la misma novela? ¿Este personaje Reagan y aquel presidente de los USA es el mismo?

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  8. Juan Varela-Portas14 de enero de 2012, 21:51

    Pues la verdad, dudo mucho de que sea el mismísimo Conde de Abascal quien se esconde bajo el manto de ese inavisado anónimo (cosa que jamás haría el Conde), pero, si lo es, sólo ma cabe pensar lo que tantos y tantas saben: que el matrimonio reblandece las entendederas hasta al más sabio; y si no es el Conde, como yo creo, sino troll inesperado o sombra del averno, que sepa que es muy libre de quedarse con la disputa de los perros y no hollar el Quijote sino como visitante esolar, y que allá le aproveche el sinsentido.
    En cuanto a "El señor de los anillos", aduciré que, como dice Aristóteles, no se puede debatir con quien no se comparten los principios, así que callo (por ahora) y me la envaino, no sin informar a Vuesas Mercedes de que mi hijo, que cuenta a la sazón con 13 primaveras, tras empapuzarse con miles y miles de páginas de fantasía épica se está leyendo ahora la obra de Tolkien (por fin me ha hecho caso en algo, el muy mendrugo) y está alucinando en colorines. "Esto es otra cosa, papi", y a fe que sorprende que un picarillo de trece años tenga más sabiduría que tanta mente preclara y tan leída.

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  9. Pues, señor, yendo a lomos de mi burra, de vuelta a casa tras todo un día de faena, vi desde el camino que en un campo cercano dos caballeros contendían, y como daban tantos gritos excitaron mi curiosidad y me paré a escuchar sus razones, tan acaloradas que a punto estaban de resolverlas con las manos, lo que siempre resulta espectáculo muy entretenido de contemplar. Así pues, puse pie en tierra, me aposté a distancia y busqué acomodo desde el que asistir a la disputa. Los dos caballeros esgrimían muy altas razones y uno de ellos daba voces pidiendo a la casa de Abascal una ayuda que no se decidía a aparecer. Antes al contrario, cuando daba las voces más agudas se presentó el de Abascal, que tomó partido por el otro, el que no lo llamaba, y entre ambos lo acometieron por acá y por allá y lo dejaron tan abatido que era cosa bien patética. Como un servidor es de natural pacífico, y como tampoco es caballero, me abstuve de intervenir en la contienda, pero me quedé con las ansias de acudir en auxilio del caballero que había quedado en minoría, no por socorrer al débil –que es una de las grandes tentaciones de los de mi clase-, como porque sus razones se acostaban más a sabor con las mías, es verdad que mucho más humildes. Señor, cuánto me habría holgado acudir en aquel momento, pero no era razón de que un rústico se entrometiese en disputas de caballeros, y por eso las digo ahora, a destiempo y desde la distancia, quizá ya sin utilidad ninguna. Un servidor se atreve, aun a sabiendas de que su gusto es harto ramplón y sus argumentos cortos y confusos, a lanzar un modesto grito en favor del libro El Señor de los Anillos, prodigio de prodigios, y digo que todo lo que sale en la película de ese título, todo, todo, está en el libro, pero que lo más importante del libro queda fuera de la película, y es que en una obra en la que tan grande parte tiene esa cosa que, por no tener mejor palabra para designarlo, llamaremos Misterio, la película es tan explícita que lo espanta y lo destruye, y transforma una epopeya que nos ha de acompañar toda la vida, como la burra que nos ayuda en las faenas de la vida, en un mero disfrute, que es la mayor injuria que se puede decir de algo tan serio como la felicidad. Y en atendiendo a El Hobbit, que es una de la mejores novelas de aventuras que se han escrito nunca, con toda modestia me atrevo a sostener que es posible que la película la iguale, pero que eso habrá que verlo. Pido excusas, Señor, por intervenir donde no me llaman, pero no me resignaba a dejar dentro de mí estas discretas palabras.

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  10. Pues yo, aunque tarde, entro de nuevo al trapo dispuesto a pelearme con todos, jeje, y es que sí, considero que la novela de Hammett, "La llave de cristal", es bastante más floja que el resto de sus novelas, lo cual no quiere decir que sea una novela floja a mi entender, ya que el resto de sus obras las considero entre las más grandes de este género. Aunque bien es cierto que mi juicio es bien reducido, pues efectivamente mi educación en el campo de la literatura fue pobre, todo el día leyendo "coplas a las muerte de no sé quién" y caballeros locos cazando molinos, pero es lo que tiene la educación pública (jeje).

    Y ahora a por el otro. Aún hoy me asombra que haya gente que no ha leído "El señor de los anillos", ¡pero paso del asombro a la indignación cuando oigo que que ni siquiera se ha leído "El Hobbit"! En mi opinión el mejor libro de literatura fantástica jamás escrito y dificilmente superable. Y no hablaré del Silmarilion porque sé que que cuenta con tantos detractores como admiradores, grupo este último al que pertenezco.

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  11. Pues a mi Tolkien, no obstante su legión de fans, no me gusta nada: ni leído, ni peliculado. Sencillamente, me duermo.
    Al hilo de Hammet, es recomendable el relato autobiográfico de su mujer o compañera sentimental,Lilian... (no me acuerdo ahora el apellido), llamado "Pentimento" o "Julia" en su versión cinematográfica, con Jane Fonda y Vanessa Redgrave. Como 30 añitos o más debe tener la película.

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  12. Bienvenido a este bando, anónimo. No es por congraciarme con vuesa merced, pero ahora me viene al caletre otro título relacionado con la cuestión: "Hammet", de Win Wenders, también con má años que el cuplé (1982). En él se hace un retrato en claroscuros del autor.

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  13. Y esta merced se acaba de acordar, siguiendo con Hammett, de "El Halcón Maltés", con Humprhy Bogart; y de una maravillosa serie de TV , basada en "El Hombre Delgado", llamada la serie "Ella, el y Asta". La serie en cuestión tiene más de cuarenta añitos...

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