jueves, 18 de mayo de 2017

Unas cartas sobre Galdós (2)

Por  Luis Junco

Cartas Galdosianas
para Federico León

II

Amigo mío:

Sírveme de grata satisfacción las cariñosas frases de aliento que en su carta me dedica, con las que he cobrado más bríos para seguir adelante en la para mí difícil empresa comenzada; sigo, por tanto, tirando de la pluma que expresa el cordel, rosario o sarta de ideas que sobre la crítica inicié en mi anterior y dando mis razonamientos, diciendo que el carácter de la literatura galdosiana engendrará tal cúmulo de polémicas como el cervantismo, pues tengo para mí que desde Cervantes acá no ha descollado un ingenio literario en la novela como Galdós, que haya influido como él en el arte de novelar en España. Comprenda usted, amigo mío, que los críticos, al estudiar á Galdós, han de llegar a conclusiones diferentes, porque verán algunos más de lo que hay en él, otros menos, calificándole muchos de socialista, la mayoría como literato insigne que retrata la realidad en el Arte y alguno que otro con tendencias volterianas y demagógicas; ya estoy figurándole a D. Marcelino Menéndez Pelayo apuntando con su lápiz el nombre de Galdós entre los grandes heterodoxos españoles.


Juzgar á Galdós con un buen criterio, que no tropiece con la pasión religiosa y no caiga en el defecto de la adoración de sectario, es muy difícil. Y seguramente que unos lo ven envuelto en las irradiaciones de la luminosa Electra,  otros como un tizón del infierno y muchos otros como el coloso de Rodas o las pirámides de Egipto.

Me dispensará usted la afirmación demasiado categórica que por ahora voy a sentar, y es que las obras de Galdós ganarán con el tiempo, como las monedas antiguas, cuando la posteridad, libre de prejuicios, vea las cosas con menos apasionamiento que la generación presente en que tenemos al ingenio vivo y entre nosotros; aun entonces podrá ser mal juzgado, pero dominará el criterio más cercano á la verdad.

Los tiempos presentes son de ofuscamiento; nos deslumbran los destellos demasiado fuertes por encontrarnos cerca del foco luminoso de su ingenio y no vale aconsejar que usemos anteojos ahumados, porque la impresión se hará sugestiva á pesar de recatarnos de la luz.

La crítica hoy día tiende a ser impresionista, a la forma de monólogo, y el que prescinda del sentimiento y juzgue con la lógica en una mano y un tratado de retórica en la otra, debe ser un espíritu superior en la crítica literaria y un sabio especialista en estas materias para no caer en la pedantería o en un singularísimo morboso. Por mi parte, y no pudiendo ni sabiendo más que la generalidad impresionista, juzgaré con mi criterio enteco y limitado a tan grande maestro, por el lado del sentimiento, pues sus obras han despertado en mí emociones que me han hecho sentir hondamente. Este lado sentimental e impresionable es un defecto de estudio y con él no llegaré á la verdad, lo sé, mas reclamo de usted indulgencia para mis intenciones en vista de que no sé otro móvil que me lance en busca de ella.

El pajarillo no tiene fuerzas para subir á la región del águila: y además añadiré que los críticos literarios ya han juzgado á Galdós suficientemente según las reglas artísticas y muchos lo han encontrado impecable.
Yo pues, amigo mío, no teniendo pretensiones de salir del vulgo que juzga por impresiones, me concretaré a sentir las bellezas literarias que encierran las obras de Galdós, á admirar las verdades históricas y sociales que de su enseñanza se desprenden y por fin a gustar con refinamiento sibarítico de las tranquilas y dulces emociones que en mi espíritu despierten los personajes que viven en sus obras.

Porque veo en Galdós tres personalidades; el literato, el historiador y el sociólogo; en todas ellas le encuentro tendencioso y es natural que así sea si lo consideramos como un grande hombre, porque la revolución que estos han operado en la sociedad de su tiempo ha consistido en perseguir una finalidad, esto es, corregir un vicio, implantar un gusto literario o demostrar claramente una verdad olvidada u oscurecida.

Hago por ahora punto final.


Isidro Ezquerra

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