¿Cómo que se ha muerto Félix Grande? Me entero por el Conde de Abascal, que me hace avisar mediante billete con lacre negro y un criado de luto. Yo no veo la tele, ya apenas escucho la radio, desconecté mi ordenador de internet y apenas si atisbo lo que pasa por la mirilla angosta del móvil. Vivo como un eremita o como un bárbaro, más bien como Tarzán con su agreste familia en la jungla manchega. Decidí enterarme solo de lo que me interesase, y a este paso pronto no me interesará ninguna cosa.
¿Cómo que se ha muerto Félix Grande? Pero si estuvimos con él, hace nada, no hará ni catorce años, nada, reinventando el botellón nocturno por las calles de Priego. Litros de cerveza pillados a deshora en yo no sé qué garito, acaso una discoteca, y el maestro Grande arrancándose por bulerías junto al portal de una tienda, a las tantas de la mañana. Venga bulerías y soleares, ayes y quejíos, y venga cerveza por aquí y por allá. Habíamos ido al curso de poesía que montaba siempre Diego Jesús Jiménez, otro grande de España que se murió también hace unos años, los que llevamos sin pensar ya en ir a Priego y que Martín Muelas me perdone. Fue el año en que conocimos a Manolo Vázquez Montalbán y a Pepe Hierro —allí eran Manolo y Pepe—, otros dos muertos ilustres, aquello era un Walking Dead poético, cuando Pepe Hierro casi se me queda en los brazos. Iba yo detrás de todo el grupo a la salida de no sé dónde, que me había retrasado como suelo hacer; y al maestro Hierro, que ya estaba muy tocado y se bebía la ginebra camuflada en una botella de agua mineral, le viene un ahogo y se va al suelo. Acudo, lo socorro, lo vemos mal. Rápido a buscar un coche, y doy con Carlos Sahagún, a quien me habían presentado la misma mañana. Ojo, qué pléyade en el mismo párrafo. Me dijo luego el Conde de Abascal que había perdido mi ocasión de entrar en la historia de la Literatura, pues Pepe Hierro no murió ese día en mis brazos: se sobrevivió unos meses más. Por fortuna no murió nadie entonces, pero luego han ido cayendo como moscas. Carlos Sahagún, no. A lo mejor se acuerda.
¿Cómo que se ha muerto Félix Grande? Pero si estuvimos con él, hace nada, no hará ni catorce años, nada, reinventando el botellón nocturno por las calles de Priego. Litros de cerveza pillados a deshora en yo no sé qué garito, acaso una discoteca, y el maestro Grande arrancándose por bulerías junto al portal de una tienda, a las tantas de la mañana. Venga bulerías y soleares, ayes y quejíos, y venga cerveza por aquí y por allá. Habíamos ido al curso de poesía que montaba siempre Diego Jesús Jiménez, otro grande de España que se murió también hace unos años, los que llevamos sin pensar ya en ir a Priego y que Martín Muelas me perdone. Fue el año en que conocimos a Manolo Vázquez Montalbán y a Pepe Hierro —allí eran Manolo y Pepe—, otros dos muertos ilustres, aquello era un Walking Dead poético, cuando Pepe Hierro casi se me queda en los brazos. Iba yo detrás de todo el grupo a la salida de no sé dónde, que me había retrasado como suelo hacer; y al maestro Hierro, que ya estaba muy tocado y se bebía la ginebra camuflada en una botella de agua mineral, le viene un ahogo y se va al suelo. Acudo, lo socorro, lo vemos mal. Rápido a buscar un coche, y doy con Carlos Sahagún, a quien me habían presentado la misma mañana. Ojo, qué pléyade en el mismo párrafo. Me dijo luego el Conde de Abascal que había perdido mi ocasión de entrar en la historia de la Literatura, pues Pepe Hierro no murió ese día en mis brazos: se sobrevivió unos meses más. Por fortuna no murió nadie entonces, pero luego han ido cayendo como moscas. Carlos Sahagún, no. A lo mejor se acuerda.
¿Cómo que se ha muerto Félix Grande? Coincidíamos en algunas cosas. Los dos éramos manchegos de corazón, que no de nacimiento; los dos habíamos ganado el premio Felipe Trigo, de Villanueva de la Serena; y los dos nos llamábamos Félix. Bromeamos con eso. Grande solo había uno, desde luego. En su edad respetable, se mostraba gamberro y jovial como un jovenzuelo. Tenía una sonrisa perenne y una broma preparándose tras ella, a punto de escaparse. ¿Cómo que se ha muerto Félix Grande?
Recitó entonces haikus y soleás. Para él la poesía era una, y ya. Poesía popular, poesía culta, poesía extranjera, poesía española: poesía. Decían que era flamencólogo —lo mismo se inventó él esa palabra— y recuerdo que nos habló de palos y soleás . Se vino a la conferencia del curso de Priego con guitarrista y todo, y después de cenar, montó él mismo el botellón. Félix Grande en directo, la guitarra siguiéndole, los discípulos detrás, media Discreta, y venga litros de cerveza hasta que cerraron la discoteca que nos la suministraba, y nosotros cerramos Priego. Fernando Fajardo estaba en su salsa: flamencófilo siempre, legado exultante de La Discreta ante el emperador de Tomelloso.
¿Cómo que se ha muerto Félix Grande? Era un chaval alto y desgarbado, la espesa cabellera rizada y blanca de estatua romana, o de bluesman. No parecía ni español. Más bien tenía semblante y figura de hispanista extranjero, de guiri recién licenciado y en plena búsqueda etnográfica de raíces españolas. Con esa misma elegancia despistada. Llevaba un foulard al cuello que ya no se llevaba. Un rasgo de indumentaria rebelde —todavía— en sus años de provecta juventud.
¿Cómo que se ha muerto? ¿Cómo que Félix Grande? ¿Se muere y ya está? ¿Así se muere un poeta? ¿Como Manuel del Río, natural, como dijo Hierro? ¿Cuando muere un poeta se mutila el universo? Tomelloso se ha estremecido; pero los ignorantes ni nos enteramos. Todo se va y todo transcurre, y este mar de viñedos eternos solo atiende a la cíclica bondad de las lluvias, y ni se inmuta siquiera con estos fríos y con estos hielos.
Preciosa necroilógica, Dativo. Qué suerte haber conocido a tipos tan excepcionales. La generación de nuestros mayores se está marchando y en muchos casos injustamente pronto.
ResponderEliminarDavid T.
Precioso, Dativo -creo que te llamaré Félix después de esta necroilógica-. Muy emotiva y muy especial. A medida de un ser único.
ResponderEliminar(Respuesta urgente e improvisada del Conde de Abascal, por leves alusiones):
ResponderEliminar¡Voto a Dios que me espanta aqueste planto
y que diera un doblón por merecello,
pues, ¿quién no tiende a la guadaña el cuello
si el fúnebre, Dativo, entonas llanto?
Por Jesucristo vivo, que el quebranto
de esa voz que envolvió el cano cabello,
renace en ti con lírico resuello
y, de Félix a Félix, lega el canto.
Apostaré que yo, poeta zafio,
por merecer el don de tu epitafio,
cuanto más sobrevivo, más me frustro;
y que el vate del albo pelo intonso,
de haberse barruntado tal responso,
se habría muerto, adrede, hace ya un lustro.
(Responde Dativo)
EliminarEse vago clamor que, mortuorio,
reverbera, Abascal, en tu campana,
con la alegre elegía que dimana
alivia de rigor el velatorio.
Pero tu ditirambo laudatorio
augura una cosecha muy malsana.
Culpable lo verás de que, mañana,
se atasquen camposanto y crematorio.
Culpable en la medida de que arbitres
que imitemos, macabros, a los buitres
y, lúgubres, roguemos los discretos
por otras necroilógicas discretas,
pidiendo a Dios que lleve más poetas,
y traigas, como ese, más sonetos.
¡Celebrado sea el óbito de los bendecidos por las Musas, y venga norabuena el engorde del Club de los Poetas Muertos, si en pago recibimos a diario sonetos como el que agora nos regala Vuesa Merced, micer Dativo! ¡Holgaré mucho en trocar el título de "Necroilógicas" por el de "Obitudiario"!
EliminarSe olvida Félix de otra anécdota de ese día muy jugosa. Ya cuando el botellón languidecía, el grupo de ilustrísimos escritores y discretos e intensos bebedores, decidimos sentarnos en la acera a echar el último trago y cantar las últimas coplas, y en esto, allí sentados con Félix, Manuel, Pepe, Carlos y demás miembros del Parnaso, que un coche a toda pastilla se nos acerca y derrapa delante de nosotros acercándose a pocos metros muy peligrosamente. El susto fue de órdago y todos bromeábamos luego con que menuda se hubiera montado si el joven y borracho conductor hubiera matado de una tacada a media república española de las letras.
ResponderEliminarNo me olvido. Ojo, que estaban Félix Grande, José Hierro, Diego Jesús Jiménez, Carlos Sahagún y estaban por allí Vázquez Montalbán, Gamoneda, Carvajal... Y todos tan amigos, como si nos conociéramos de toda la vida. Si llega a atropellarlos aquel arrapiezo bolinga, hubiera quedado un tema de literatura de lo más raro.
EliminarEres grande Félix al glosar a Félix Grande. Has escrito buena leyenda. También yo conocí al poeta en Cuadernos Hispanoamericanos. Le hicimos una entrevista para una revistilla que habíamos editado en la Asociación Cultural Juan de Mairena , de Filología, y que llevaba por cabecera "Puente del Aire". Aún conservo el ejemplar en donde Félix Grande se mostraba humilde y también quejumbroso. Fue objeto de injurias y desprecios por parte de funcionarios de la literatura ( y otros, no funcionarios, sí envidiosos). Era un buen tipo. Y buen poeta.
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