Creo que lo que distingue una trama vulgar y previsible de otra extraordinaria y reveladora, es a veces muy poco pero determinante. Y eso me ocurrió con la lectura de esta novela de la escritora Edith Wharton, en la que se narra lo que podríamos denominar un drama rural, que tiene lugar en el condado imaginario de Starkfield, de Nueva Inglaterra. Los protagonistas son un granjero pobre, Ethan Frome -que da título a la novela-, su enfermiza esposa, Zeena, y Mattie Silver, joven prima de esta última, que el matrimonio acoge en su casa. La relación de amor, celos, pasión, desengaño, odio que se establece entre los tres personajes parece presagiar un desenlace duro y previsible. Pero ahí aparece el genio descubridor de esta escritora y su capacidad para revelarnos aspectos desconocidos y deslumbrantes del alma humana. Nos sorprende lo que ocurre; pero sabemos que es cierto. Y la razón tiene que ver con eso que podríamos llamar “verdad literaria”: algo que seguramente el escritor no ha visto o experimentado de esa manera y que su imaginación saca a la luz como verdadero. (“Eso vivo” que, en palabras de Juan Rulfo, “se reconoce y le lleva a uno por caminos desconocidos; una realidad que uno logra creer que sucedió o pudo suceder pero nunca ha sucedido”). Y como tal también lo reconoce el lector.
Además de escritora inteligente y original (su novela más conocida es La edad de la inocencia, adaptada al cine con el mismo título y dirigida por Martin Scorsese), la norteamericana Edith Wharton (1862-1937) hace de su escritura la indispensable reflexión de un creador (qué escribo, por qué, cómo). Ejemplos de estas consideraciones, son el Prólogo a la edición del año 1922 en esta misma novela, y el libro El vicio de la lectura, pequeña publicación del editor José J. de Olañeta, muy recomendable.
Maravillosa novela, una de las más bonitas que he leído nunca. Esta mujer pasa por discípula de Henry james. Ya quisiera ese sieso haber escrito una novela parecida. Gracias, Luis, magnífica entrada. Emilio
ResponderEliminarNo he leído "Ethan Frome", sí leí de ella "Santuario", una novela de matices construida con el mimo de una miniatura, pero a escala "natural". No me pierdo esta. ¡Gracias por la reseña! En cuanto a Henry James y el comentario anterior, tan agudo y oportuno: No hace mucho leí "¡El autor, el autor!", de David Lodge, una novela que recrea la frustración de H. James por no conseguir el éxito en la escena del que se creía merecedor. La novela es magnífica en cuanto a espíritu, aunque hay algunas lagunas en sus relaciones sociales. Hay textos de James que me gustan más y otros que me gustan menos, lo que me sigue fascinando (y haciendo mucha gracia a la vez) es que fuera uno de los autores pioneros (que yo conozca) que se lamía las heridas a los cuatro vientos culpando al público y a la mala suerte por no haberse convertido en vida en un ídolo de masas. Imagino que ya tenía como medida de su fracaso a Dickens, con quien le hubiera gustado compararse en éxito, y que en la escena debía de amargarle mucho que F.Crauford Grove, que era bastante mediocre, cosechara tantos aplausos. En cualquier caso, sus escritos sobre la frustración literaria son una delicia y piedra angular de este género que cada vez prolifera más, no la metaliteratura, sino las obras que tratan del mundo literario y sus miserias. Precisamente Aramburu acaba de ganar el Narrativa Breve con una novela que parodia (o eso parece) el mundo poético.
ResponderEliminarMe ha sorprendido gratamente el comentario de Emilio porque, al leer la entrada original (por cierto que interesantísima, Luis), me ha venido de inmediato al magín la obra de Henry James. Me hace mucha gracia que Emilio, tan parco y comedido en sus juicios, lo tilde de "sieso", y aguardo ya, ansioso, la pertinente glosa. P.D.: Luis, porfa..., ¡no nos pongas más deberes!
ResponderEliminarNo puedo ocultar mi antipatía por este escritor (a la que han contribuido no poco muchos de sus admiradores, gente con no excesivo sentido del humor que enseguida salta y cierra filas en torno a su jefe cuando sienten que algo le amenaza). Mi antipatía por él tiene dos motivos. Primero, que me aburre. Sí, reconozco que es un tipo muy sutil, muy fino, pero a mí sus historias me aburren soberanamente (incluso la de los niños que no se sabe si están viendo fantasmas). No me interesan. Qué se le va a hacer. Yo he fracasado con muchos escritores y este es uno de ellos. Hay mucha gente que no soporta a Azorín, escritor al que adoro y con quien le veo cierto parentesco. Pero a Azorín se le puede patear sin temor a que salten sus defensores. El segundo motivo de mi antipatía son las cartas que cruzó con Stevenson. James se pasa todo el tiempo regañando a Stevenson. ¡A Stevenson, el escritor más vital, divertido y simpático de la historia! Incluso llega a decir algo así como que Las aventuras de David Balfour, una novela genial, está desaprovechada. Para colmo, cuando Stevenson murió, James le escribió a Fanny, la viuda de Stevenson, no una nota escueta de pésame, sino un ensayo de una decena de páginas sobre la obra de Stevenson. Eso sí que fue oportuno (por cierto, qué interesante el comentario anterior, no el tuyo, J. R., sino el de Unknown).
ResponderEliminarEmilio
Las memorias de Edith Wharton son muy interesantes. Claro que, leídas hace tiempo, ahora ni me acuerdo como se llamaban estas, ni encuentro el libro...., pero recomendables en todo caso.
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