Por José García Caneiro
FUENTE DEL ESPÍRITU SANTO
El hierro ennegrecido de la verja
a duras penas,
el llanto en carne de cal viva
con que el turbión
cubrió a las cuatro damas.
El calmado aguaviento
se viste hoy de susurro,
alegre y decidor
de coplas ya pasadas,
rebota en la fontana
y trepa hasta el cimborrio,
temeroso, tal vez,
de que su canto
se pierda en el espacio,
sin una flor o un niño
que abrace su destino.
Hermosísimo. Un fuerte abrazo.
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