A Sciascia le debían de encantar los misterios históricos, como a casi todo el mundo. Varios de los libros en los que trata de aclarar oscuros episodios del pasado (con inquisidores, con brujas, con capitanes) se leen como novelas policiacas. Pero, para mí, frustrantes novelas policiacas.
En La desaparición de Majorana, cuenta cómo desapareció en 1938 el físico Ettore Majorana, la gran promesa de la ciencia italiana, el nuevo Fermi, sin dejar rastro. La explicación oficial es que se arrojó al mar, se suicidó. Pero Sciascia se opone. Plantea una hipótesis alternativa: pudo ser asesinado por agentes extranjeros, debido a sus conocimientos sobre energía atómica. También se hace eco de una especie de leyenda que circulaba y que decía que se había retirado a un convento. Para mi gusto Sciascia cuenta todo sin demasiados argumentos, sin gran poder de convicción. Al final te sientes frustrado, porque no has llegado a ningún sitio. No te aclara nada.
En las Actas relativas a la muerte de Raymond Roussel, investigó la muerte de este escritor que tanto gustaba a los surrealistas (a Dalí le encantaban sus Impresiones de la Alta Mongolia) en un hotel de Palermo. Y otra vez Sciascia se muestra confuso. Se empeña en demostrar que Roussel no se suicidó. Pero en las actas oficiales que él mismo reproduce no se dice que se suicidara (unos días antes sí había intentado suicidarse cortándose las venas). Dice que no se suicidó porque esa noche bajó el colchón de la cama al suelo, pues temía caerse. Si se quería suicidar no habría tenido miedo de caerse de la cama. Bien, es verdad. Pero si no se suicidó, fue un accidente: se tomó muchas pastillas (en el diario que llevaba la mujer que vivía con él se ve que tomaba muchísimas pastillas) y le sentaron mal. Y entre que se suicidase y que muriese accidentalmente, qué diferencia hay. Qué cambia. Quizá haya diferencia para la familia, a la hora de cobrar seguros y esas cosas. Pero a nosotros nos da un poco igual. Lo importante, más que el que se suicidase o se pasase con los fármacos, es que no lo mataron. Si no lo mataron, suicidio o accidente para mí es un matiz sin demasiada importancia. Sciascia no sostiene que lo mataran, pero dirige hacia la mujer que vivía con él ciertas sospechas, pues dice que miente, que ella ya sabía que él estaba muerto cuando lo encontraron los empleados del hotel. Y si miente, pero ella no le ha matado ni obtiene ningún beneficio de su muerte, ¿qué importa que mienta? No sé. Es remover el aire.
Creo que el empeño de Sciascia en negar estos suicidios arroja luz, más que sobre los propios casos, sobre sí mismo. Un hermano de Sciascia (el pequeño) se suicidó muy joven. Quizá negando otros suicidios Sciascia negaba el suicidio de su hermano y en cierta forma lo devolvía al mundo en el que debería haber seguido estando vivo.
Leonardo
Sciascia La desaparición de Majorana
(Barcelona: Tusquets, 2011) y Actas
relativas a la muerte de Raymond Roussel (Madrid: Gallo Nero, 2010)
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