Hoy traigo una amena curiosidad, en parte para rendir tributo a esa variedad tan cara a la estética áurea, y en parte por disfrutar de la mera eutrapelia. Cumple, además, con el requisito de tratarse de un poema poco conocido, y ello a pesar de que su autor, el antequerano Pedro Espinosa, ha gozado del favor de la crítica literaria, pues merced a su impagable antología Primera parte de Flores de poetas ilustres de España (Valladolid, 1605), han llegado hasta nuestros días algunas composiciones notabilísimas de más de sesenta autores del Siglo de Oro. Pero en cualquier obra de referencia actual solo se cita, de Espinosa, su otrora celebérrima “Fábula del Genil”, poema que, leído en nuestros días, dice muy poco o nada a cualquiera que no sea un erudito interesado en matices muy puntuales de la lírica áurea. En cambio, no se reproduce casi nunca este delirante soneto (“Donoso dislate de Pedro Espinosa, poeta de humor”, reza uno de los manuscritos de la BNM donde se conserva), que sorprende al lector tanto por su sincera e inesperada humorada final, cuanto por el descubrimiento de que, amén de la consabida parodia en prosa de Miguel de Cervantes, hubo otras obras en verso que se burlaron con ingenio de los ridículos excesos en que habían incurrido los libros de caballería.
XII.- Pedro Espinosa (1578-1650)
Rompe la niebla de una gruta escura
un monstruo lleno de culebras pardas,
y, entre sangrientas puntas de alabardas,
morir matando con furor procura.
Mas, de la escura, horrenda sepultura
salen rabiando bramadoras guardas,
de la Noche y Plutón hijas bastardas,
que le quitan la vida y la locura.
De este vestiglo nacen tres gigantes,
y de estos tres gigantes, Doralice;
y de esta Doralice nace un Bendo.
Tú, mirón que esto miras, no te espantes
si no lo entiendes; que aunque yo lo hice,
así me ayude Dios que no lo entiendo.
Conocía este juguetón soneto con quiebro, que me hace soltar la carcajada tras el estupor intrigado de las tres primeras estrofas. Y recuerdo que José Antonio Cerdán reía muchísimo ese "y de esta Doralice nace un Bendo", tan enigmático a tres versos del final. Bien moderno es, con toda la pléyade de seguidores de la caballería desatada entre atolkienamientos y marvelidades..
ResponderEliminarCelebro mucho que lo lleves, Dativo, al terreno donde se están enfrentando ahora los Ultra-Tolkien con el Frente-Martin... Es lo primero que me vino al magín cuando se me ocurrió traerlo a "LOS OTROS CLÁSICOS", pero no me atreví a decir nada porque ya sabes que soy profano en estas ruidosas modernidades. Pero tengo la certeza (totalmente arbitraria y posiblemente infundada, pero "debajo de mi manto, al rey mato") de que, dentro de otros quinientos años, críticos y lectores se asombrarán del éxito y la divulgación de esta suerte de obras, como hoy en día nos espantamos de que tantos engendros "caballerescos" alcanzasen tal fama y divulgación en el XVI, y no solo entre el pueblo iletrado...
EliminarTodo es verdad. Mas tampoco será raro que algunos de esos futuros críticos, aficionados o curiosos, fascinados por las olvidadas fantasías que habrán de desenterrar sus estudios, acaben defendiendo y difundiendo un puñado de ellas, por lo menos. Como hiciera Siruela, por ejemplo. O como se hace ahora con un escritor como Robert E. Howard, o los acólitos del círculo de Lovecraft. El desprecio y olvido de los doctos obedece en muchas ocasiones al deseo de prestigio del desdeñoso más que al valor de la obra que se desprecia. Eso ocurrió también con otros casos más conspicuos, Van Gogh, Kafka o Caravaggio. Soy Dativo
Eliminar¿Cómo no alabar en justísima medida al gran Pedro Espinosa? ¿Y cómo no solazarse sobremanera con este monumento jocundo al dislate?
ResponderEliminarLoor siempre a la literatura caballeresca, que tanto dice y a tanto convoca.
Qué maravilloso tan bueno. Gracias, José Ramón. (El retrato que acompaña la entrada no es de Pedro Espinosa. Creo que es del padre José Celestino Mutis, un botánico del XVIII.)Emilio
EliminarComo se ve, dudé entre decir Qué soneto tan maravilloso y Qué soneto tan bueno.
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