En el comienzo de otro magnífico relato de
Giorgio Manganelli podemos leer:
El hombre
pensativo en la plaza vacía está atormentado por una duda tan vaga como
inquietante; tiene la sensación de que ha omitido cierto gesto, cierta opción,
una muestra de fidelidad a unos principios que, por otra parte, nunca ha
enunciado, o simplemente que no ha contestado a una carta, o que no se ha
opuesto a un crimen del que se ha convertido, de hecho, en cómplice, que no ha estudiado la lengua que le
hubiera dado acceso a los libros decisivos de su vida…
Y me llaman la atención estas últimas palabras
que destaco. ¿Hay libros decisivos en la vida? ¿Decisivos en qué sentido?
Después
de pensarlo unos momentos, me contesto con un rotundo sí. Yo los entiendo como
esos libros que te encuentras en algunas encrucijadas de tu vida y cuya lectura
resulta el mejor consejero que puedas tener: te iluminan, te dan ánimos y fe, y
sobre todo te ponen de nuevo en marcha en una dirección que consideras la correcta…
Yo recuerdo, por ejemplo, El filo de la
navaja, de Somerset Maugham, que leí en una época de esas características
de mi vida. Y poco más tarde, Al este del
Edén, de John Steinbeck. Después… En fin, estoy seguro de que cada lector
tendrá un particular pequeño conjunto de libros decisivos de su vida.
También me doy cuenta de que, al menos en mi
caso, esa influencia del libro se atenúa con la edad. Y llego a pensar si
nuestra capacidad de seguir encontrando libros decisivos de la vida no está
directamente relacionada con el hecho de seguir estando vivos.
En cualquier caso, entiendo perfectamente la
duda que atormenta al hombre pensativo de la plaza vacía del relato de
Manganelli y la reflexión de esto me lleva algo más allá. Pues lo dramático no
es solo que los libros en cuestión estén en una lengua que no podamos entender,
sino que sean libros que aún no se hayan escrito en el periodo de nuestras
vidas.
Preciosa entrada, Luis. Me voy a arriesgar a añadir algo. Y es que quizás los libros más importantes de nuestra vida no los recordemos. Me refiero a nuestras primeras lecturas, los primeros cuentos y tebeos que leímos sílaba a sílaba -o nos leyeron- y que interpretamos con nuestro cerebro y nuestra personalidad aún plásticos y sin formar. Aunque he dicho que no los recordamos, yo guardo en mi memoria la imagen de un cuento que me marcó. Trataba de una niña que exploraba un jardín en compañía de un personaje entre perro y oso de peluche, llamado Grifo. En un momento de la historia, Grifo doblaba el dibujo de la viñeta sobre sí mismo y saltaba al otro lado de la "realidad" para, a continuación, tenderle la mano a la niña e invitarla a que lo siguiera. Para mí resultaba la mayor de magias. El descubrimiento de que se podía saltar fuera de una ficción y entrar en otra, e incluso crear una ficción dentro de otra ficción, me impresionó a esa edad tan temprada, cinco o seis años, creo que hasta el punto de que casi todo lo que he escrito de más de dos páginas juega con diferentes planos. Lo curioso es que esta conclusión la acabo alcanzar gracias a tu sugerente escrito, que me ha hecho preguntarme sobre los libros de mi vida. Seguramente ninguno me ha influido tanto como ese cuento de mi infancia del que solo me queda una imagen gastada, probablemente poco fiel a la original. Me encantaría volverla a ver.
ResponderEliminar¡Qué bueno! Y qué interesante esa reflexión tuya, David.
EliminarClaro que hay libros decisivos en la vida de un lector. Tu entrada, Luis, es de un enorme interés y de una gran pertinencia.
ResponderEliminarDecía Borges que se preciaba más de los libros que había leído que de los que había escrito. Por lo que a mí respecta, me precio, entre otros títulos, de dos libros que me han marcado: las "Meditaciones" de Marco Aurelio, que leo y releo por el bien de mi espíritu, y el "Diccionario del diablo" de Ambrose Bierce. Junto con una buena edición del "Quijote" y un ejemplar de la Biblia (la de Jerusalén o la del Oso), esos serían los libros que yo me llevaría a la famosa isla desierta.
Coincido. En estas épocas de tanta mezquindad, cinismo y mediocridad moral y política, la lectura de libros como las Meditaciones de Marco Aurelio (y las Epístolas morales a Lucilio de Séneca) creo que nos ayudan a muchos a reconciliarnos con lo mejor del género humano.
EliminarUn libro es un viaje, otro libro es otro viaje y así sucesivamente. Como veo que Luis puede estar sugiriendo que según el momento de tu vida, si te encuentras por suerte el libro adecuado a ese momento, te ayuda y aconseja para proseguir el viaje de la vida, de tu vida. Yo no recuerdo si he tenido esa suerte de encontrar el libro-faro en algún momento crítico de mi vida (si lo pienso a lo mejor sí), pero sí que sin existir un momento crítico en especial leí libros que me influyeron los siguientes pasos de mi vida, en lo que quería ser o hacer. De este modo, es mi caso, me veo como un pasajero en el viaje de la vida, y, a esos libros que me influyeron en algún sentido,como medios que me ayudaban (me ayudan) a entender, porque, al fin al cabo, leer es apoyarte en alguien para entender y entenderte. El caso es que la idea de Luis me lleva a comentar el auge de los libros de autoyuda, que tienen un sentido más psicologista y hasta espiritualista (que no espiritual), pero que, con todo respeto a quien crea otra cosa, se ha convertido en uno de los medios para autoprotegerse de un mundo hostil donde el compromiso social y político por el cambio ha cedido paso al yo, a la ocupación por el sí mismo, cada vez más rendido a los pies del consumo emocional. Los libro de los que habla Luis, al menos yo lo he entendido así, no son los libros de autoyuda, pues hay libros que me han impactado incrementando mi compromiso social por el cambio y la contestación al poder. Me refiero al gran Tony Judt (Algo va mal) o a Richar Sennet (La corrosión del carácter)No es literatura, pero casi, ¿cuál es la diferencia cuando la literatura y las ciencias sociales apenas se diferencian a la hora de despetar conciencias, diagnosticat el mundo y el lugar que ocupamos en él?
ResponderEliminarGracias, amigo Younis, por este comentario tan interesante, hermoso y sugerente. Y tomamos nota de los libros que indicas. (Yo no los conocía.)
EliminarGracias a ti, mi querido amigo, por recoger náufragos sin que amaine la tormenta. Siempre tan sugerente, en cada cosa te descubro de nuevo. Un abrazo.
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