viernes, 17 de mayo de 2013

Los otros clásicos VI - Baltasar de Alcázar


Ocurre, con el sevillano Baltasar del Alcázar, algo muy parecido a lo que vimos que sucede con Hernando de Acuña (vid. entrada V): sus nombres siempre asoman cuando se habla de la lírica áurea; pero, al igual que el del vallisoletano aparece indefectiblemente unido a su soneto de delirios imperiales (“Un Monarca, un Imperio y una Espada”), el de Baltasar del Alcázar viene siempre ligado a su celebérrima y regocijante “Cena jocosa”, que muchos podríamos recitar de memoria (“En Jaén, donde resido, / vive don Lope de Sosa, / y diréte, Inés, la cosa / más brava de él que has oído…”). Del Alcázar, no obstante, es dueño de un aliento poético de mucho más alcance, cuya variedad de registros formales y temáticos le permite alardes tan suculentos como la burla del petrarquismo plasmada en el postrer terceto del soneto que hoy traemos. Poeta agudo e ingenioso donde los haya, también se anticipó a Lope de Vega en la composición de un soneto que se va haciendo a sí mismo (y que, por su rareza e interés, traeremos otro día a esta serie de “LOS OTROS CLÁSICOS”). Creo que deberíamos servirnos de sus propias palabras para brindar, hoy, por el genial Baltasar del Alcázar “con dos tragos del que suelo / llamar yo néctar divino, / y a quien otros llama vino / porque nos vino del cielo”).




VI.- Baltasar del Alcázar (1530-1606).

Cabellos crespos, breves, cristalinos;
frente que en solo verla turba y mata;
cejas cuyo color vence a la plata,
y al alabastro y nieve hace indi[g]nos;

ojos de perlas, blandos y beni[g]nos;
nariz que a cualquier otra desbarata;
boca espaciosa, alegre a quien la trata
dientes donosos, raros, peregrinos;

cuello corto, gentil, grueso, perfe[c]to;
manos conformes al hermoso cuello;
pecho profundo, tierno, sin defe[c]to;

melindroso ademán, dulce y discreto…
Si lo que vemos público es tan bello,
contemplad, amadores, lo secreto.



4 comentarios:

  1. Alabamos a los discípulos y olvidamos a los maestros. Baltasar del Alcázar o el capitán Hernando de Acuña padecen además del efecto sandwich, el hallarse entre Garcilasos y Quevedos. Prácticamente el único de la segunda generación renacentista que es medianamente conocido del público es Fray Luis. Qué buena iniciativa, José Ramón, recordarnos a estos alegres e ilustres secundarios.
    Curioso verso que hoy no se escribiría: "cuello corto, gentil, grueso, perfecto"

    ResponderEliminar
  2. El que citas: La cena jocosa, lo sabía de memoria desde los 11 años o antes porque venía en una antología de las 100 ó 1000, no recuerdo, mejores poesía de la literatura española que tenía mi padre.

    ResponderEliminar
  3. Pepe: sin saberlo, sabía que tú también te sabías de memoria la "Cena jocosa". ¡Qué máquina, Del Alcázar!: "Si fue o no invención moderna, / vive Dios que no lo sé, / pero delicada fue / la invención de la taberna".

    ResponderEliminar
  4. Tú y yo sabemos, Dativo, porque lo hemos comentado infinidad de veces, que son "poetas menores" porque les tocó "en la clase" de Góngora, Lope, Quevedo y Calderón. Pero tomados uno a uno, o por algunas de sus correspondientes piezas maestras (que todos las tienen, y supremas), son auténticos genios.

    ResponderEliminar