La poeta se imagina que su madre conoce de joven a otro hombre. Podría haber tenido una hija muy distinta a ella, o algo distinta (o sea, muy distinta). Y lo mismo le podría haber pasado a su padre. Esas dos niñas que no son ella habrían ido al mismo colegio, pero apenas se habrían tratado. En la foto de final de curso habrían salido separadas. “¿Estáis todas?”, pregunta el maestro, antes de hacer la foto. “Sí, estamos todos.” (No lo dice, pero falta la poeta. Nunca estamos todos.)
Dicen que Darwin para descansar leía novelas. Pero solo novelas con final feliz. Para descansar de los muchos ejemplos que encontraba en que el triunfo del más fuerte, del más apto, era inútil, leía historias en las que los intrigantes eran enviados al otro lado del mundo, las solteronas se casaban con reverendos pastores, la codicia era ridiculizada, las fortunas recuperadas…
Tú eres un laberinto y la puerta te busca.
En una terraza en la que hablan tres amigas, mujeres mayores, entra una joven bellísima. Una de las mujeres mira a su marido y pone su mano sobre la de él, otra llama al suyo por teléfono, “no vengas ahora, creo que va a llover”, solo la tercera, viuda, saluda sonriendo a la muchacha.
“Alma se tiene a veces.
Nadie la posee sin pausa
y para siempre.”
… pueden transcurrir años sin ella…
… no nos asiste cuando hay que cargar maletas…
… también nosotros le servimos de algo…
Me encanta esta mujer.
Wislawa Szymborska Instante y Dos puntos (Tarragona: Igitur, 2011)
Muchas gracias, Emilio, por esta breve pero intensa entrada.
ResponderEliminarComo dice Luis, la entrada es de una intensidad perturbadora, Emilio. Hay que reconocer que el Nobel, dentro de su artificiosa impostura, ha tenido la virtud de descubrirnos en los últimos tiempos algunos poetas deslumbrantes, como el antillano Derek Walcott o la propia Szymborska. Me llama la atenció porque creo que, en otros géneros, los académicos suecos no tienen tan alto índice de aciertos.
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