Junto con otros artistas como Chris Foss, Syd
Mead o Ron Cobb, Moebius diseñó en gran medida el aspecto visual de la ciencia
ficción moderna. Su trabajo en la preproducción de la abortada y delirante versión
de Dune en los setenta, la de
Alejandro Jodorowsky (no la confundamos con el horror de Lynch, más tardío), le
abrió camino a otros proyectos. No sólo por sus dibujos para las escafandras de
Alien (1979) y otras películas como The Abyss
(1989). Su cómic The Long Tomorrow (1976),
escrito por Dan O’Bannon (guionista a su vez de Alien), influyó poderosa y directamente en la concepción y
alumbramiento de Blade Runner (Ridley
Scott, 1982), así como en la literatura de William Gibson (el creador del
término “ciberespacio”, en obras como Neuromante),
que a su vez desembocaría en el devenir del cyberpunk.
Hay películas como Matrix que no
tendrían el mismo aspecto, o ni siquiera existirían, si no fuera por la fuerza generatriz
de Moebius. Tampoco lo tendrían las películas de Mad Max y sus
imitaciones, ni desde luego las de Star
Wars. Si bien Moebius no trabajó directamente en todas ellas, está claro
que los directores y diseñadores sí tenían muy presente su estética en el vestuario y objetos de atrezzo. La
fecunda imaginación de Moebius tenía también la virtud de fecundar la de quien
lo miraba con atención.
George Lucas pidió su colaboración para El imperio contraataca, y creo que el
droide espía que aparece en el desierto helado de Hoth es la única aportación
directa —y pagada— de Moebius. En otros momentos de la hexalogía galáctica, la
obra de Moebius aparece como fuente de inspiración, reconocida o no. Más bien
no. El jedi en caída libre por las calles abismales de Coruscant es claramente
John Difool en Suicide Avenue, al
principio de El Incal. La montura
reptiloide de Obi Wan Kenobi, en El
ataque de los clones, es puro Moebius. También el ejército de los droides
parece de clara factura moebiana (véase The
Long Tomorrow), y el mundo arenoso de Tatooine y sus habitantes tiene claras
similitudes con los desiertos —tan habituales y tan
singularmente poblados— en la obra del artista francés.
Las películas en las que sí participó
directamente son, además de Alien y The Abyss, El Quinto Elemento (1997), Willow
(1988), Masters del Universo (1987),
y sobre todo, Tron (1982). También se
internó en el cine de animación con sus creaciones, en Les maîtres du temps (1982) o las animaciones cortas de Arzak Rhapsody (2002). Los resultados no
quedaron a la altura de los dibujos, acaso por la tacaña animación de ambas
películas. Igualmente trabajó en diversos videojuegos y otros proyectos
visuales. Incluso se construyó en Los Ángeles una atracción de parque de
atracciones inspirada en El garaje
hermético. Creo que ya no existe.
En el mundo del manga, el influjo fue mutuo. Moebius reconoció la influencia en su
obra del Akira, de Katsuhiro Otomo. A
su vez, Moebius influiría en otros grandes ilustradores japoneses, y es difícil
no conectarlo con la estética del Dragonball
de Toriyama, sólo por señalar un ejemplo. Es muy elocuente al respecto su
encuentro con Miyazaki.
Moebius mismo afirma que su preocupación
principal nunca fue la técnica, sino la percepción: la manera en que uno ve y
transmite al mundo lo que ha visto. No obstante, quizá su más poderoso
atractivo tenga que ver con la limpieza de su trazo y su elaborada sencillez.
Esa manera que tiene de tratar la línea, de manera que siempre se vea dónde
comienza y dónde termina, como si los dibujos no tuvieran trampa ni cartón.
Cuántos aprendices de dibujantes nos hemos vuelto locos intentando imitar la
elegancia minuciosa del maestro. Si Hergé inició la llamada línea clara, Moebius creó otro tipo de
línea impensable, no menos clara aunque con vocación surrealista, que empleó
como una herramienta para descubrir mundos, romper fronteras e iluminar
conciencias. Junto con un puñado de visionarios erigió la revista Métal Hurlant, la vanguardia de Europa en
el cómic, la ventana prodigiosa por la que mirarían los años ochenta y noventa
para conformar el futuro. Confirió a este arte menospreciado gran parte de la
dignidad y prestigio del que después ha gozado. Igualmente, orientó una
estética diversa y sorprendente que acabó multiplicándose en numerosos entornos
gráficos, desde el cómic y el cine hasta el diseño industrial. Algunos de sus
proyectos —películas especialmente— fracasaron; pero Moebius no perdió el
tiempo que le fue concedido. Dejó el mundo muy distinto de cómo era cuando lo
encontró: cuánto más interesante, sugerente e infinito.
¡Qué buena entrada, Dativo! El texto, magnífico. Los videos, espectaculares.
ResponderEliminar¡Gracias, Dativo! Estupenda la entrada. Pues sí, tal y como copiaban a Moebius, yo te "plagiaré" un poquito este viernes, porque está espléndidamente resumida su trayectoria, y los vídeos son geniales. Es difícil quedarse con algo en concreto, bien de Giraud o de Moebius, pero Arzach y "The Long Tomorrow" me parecen espectaculares. Hay un documental de la BBC, que seguro que conoces, In Search of Moebius, que está muy bien y se puede ver online (en francés, mayormente, con subtítulos en inglés):
ResponderEliminarhttp://www.paleofuture.com/nofuture/2012/3/10/moebius-1938-2012.html
Creo que es "Moebius Redux", y lo conocía con ese título. De todos modos, te diré que no he abordado la obra de Moebius en el cómic, porque para eso ya estaban las múltiples necrológicas que se han multiplicado por obra y gracia del corta y pega, amén de la impagable Wikipedia. Me interesaba más rastrear un poco (solo un poco) el influjo de Moebius en otras obras que conoce todo el mundo, aunque no contaran con trabajos específicos de Jean Giraud. He omitido deliberadamente la película "Blueberry" porque tiene poco o nada que ver con el universo de Jean Giraud, y además es bastante mala. Un saludo a ti y a tus alumnos. Que disfruten, que para eso se dibujan viñetas.
EliminarGracias por la magnífica entrada, Dativo. Un acto de amor y un gran recordatorio del rastro por todas partes de un dibujante exacto y deslumbrante.
ResponderEliminarYo no sé cuánto le debo, pero, sin saber que Giraud sería Moebius, pasé horas perdido de niño en los trazos prolijos (pero necesarios) de los dibujos de Blueberry en los tebeos de Bruguera. Envidiaba a la Francia entera por parir semejante monumento.
Al decir horas perdidas quiero decir horas colgadas: no recuerdo los argumentos (ni me interesaron mucho entonces) pero eran horas **en una viñeta**, recorriendo la vibración aparentemente arbitraria de una pluma que, presentándose nerviosa, condensaba la imagen en un rigor expresivo dirigido con mano de hierro (pero cálida). Entornad los ojos delante de esos dibujos, vuelan, suenan, lucen.
En mis veintialgo derramé algunas horas de poca luz, menos concentradamente, en un pub del barrio de prospe llamado "El garaje hermético", donde las bolas de billar no se dejaban domar y las miradas lánguidas quedaban sin respuesta. Daba igual, rodeado de réplicas de los dibujos de Moebius, que estaban a lo suyo en las paredes.
Demasiado bueno, siempre me costó pasar de una viñeta a otra, igual que da pudor recorrer ciertas exposiciones por no hacer un feo a la obra que se abandona.
Un abrazo, Dativo.