miércoles, 9 de enero de 2013

De cómo el rey Philip sobrevivió al ataque de los vikingos (3)


Por Javier Guzmán

 Henning Mankell, extraordinario escritor dotado de una acerada sensibilidad social, creó un personaje admirable, el inspector Kurt Wallander, un hombre complejo, lleno de dudas y contradicciones (como todos por otra parte y en parte eso explica parte de su éxito), profundamente insatisfecho consigo mismo y con una carga de humanidad tan pesada que puede llegar a hacérsele insoportable (a él mismo, quiero decir). Sus novelas contienen agudas interpretaciones sociológicas porque, cito a Chandler,
            El relato policial en general se refiere a un asesinato, y por tanto carece de elementos promocionales. El asesinato, que es una frustración del individuo, y por consiguiente una frustración de la humanidad, puede poseer y de hecho posee, una buena proporción de inferencias sociológicas.
   Como en el caso Chandler/Marlowe, en el Mankell/Wallander es imposible saber dónde termina el autor y comienza el personaje o viceversa. Yo a veces me pregunto si a Mankell, el ser yerno de esa alegría de la huerta llamada Ingmar Bergman, no le ha empujado a desarrollar un sentimiento trágico de la vida. (Joder, es que sus personajes no echan una sonrisita ni para ligar y hacen el amor en silencio y con la luz apagada.) Tal vez sea porque no beben, o beben de forma esporádica, furtiva y atolondrada. Los clásicos americanos, Chandler, Hamett, Ross McDonald, M.Cain, Chester Himes, etc., sabían muy bien que es más terapéutico gastarse el dinero en whisky que en psiquiatras.

   Pero Mankell mantuvo excesivamente vivo a su personaje. A partir de La falsa pista o La quinta mujer, o por ahí, sus novelas, se repiten, se dispersan, se pierden en absurdos africanos (¡pues anda qué El chino!), y emploman la narrativa. No volvió a encontrar el camino hasta El hombre inquieto, donde tuvo el valor de matar a Wallander. Al final va a ser verdad que todo autor de novela negra es un asesino frustrado.

   A Mankell alcanzar la excelencia y la notoriedad le costó trabajo, disciplina, inteligencia y varias obras. Millenium fue un fogonazo que iluminó la noche oscura del arma fría. Su éxito fue tan mundial que despertó a las jaurías, puso en marcha el negocio y, cual semillita bien sembrada en el vientre de la industria editorial, alumbró una trilogía con todas las características de un best-seller planificado con precisión de nanobiólogo. Hasta con autor muerto y riña familiar en plan Belén Esteban, pero a la sueca, sin gritos y con susurros. No es vano recordar que cuando aparece la primera novela la trilogía ya está terminada y el autor es un cadáver, buen principio para una intriga.

   Vuelvo a Chandler, se está convirtiendo en un hábito, en su demoledora descripción del fenómeno,
los betsellers son trabajos de promoción basados en una especie de explotación indirecta del snobismo, cuidadosamente escoltadas por las focas adiestradas de la fraternidad crítica, cuidados y regados con amor por ciertos grupos de presión demasiado poderosos cuyo negocio consiste en vender libros, aunque prefieren que uno crea que están estimulando la cultura.
Puedo jurar y juro que no había leído Millenium.
   La saga de la Salander y el Mikell se publicó en Suecia en 2005 y llegó a España en el 2008 después de haber arrasado en toda Europa. Se convirtió en una novela de culto y los panegíricos (¡ditirambo, ruega por nosotros!), amenazaron con convertir la hagiografía religiosa católica en literatura realista. Hasta Vargas Llosa le dio su beneplácito en laudatorio artículo donde, eso sí, expresaba sus reservas escondidas en su futuro Nobel pecho. Por si acaso…

   (Más adelante haré una pequeña “cartografía” de la trilogía aprovechando las “alabanzas” envenenadas de don Mario, que aumentaron las ventas en varios millones de ejemplares a lo largo del ancho y ajeno mundo de habla hispana. Y de paso ganó puntos entre los miembros de la Academia Sueca, que dos años después le concedieron el premio Nobel, merecido muchos años antes.)

   La aparición de Millenium en el mercado fue una bomba, vamos, tuvo un impacto en el mundo editorial comparable al de los aviones sobre las Torres Gemelas… y una planificación tan precisa como el asesinato de Osama Bin Laden. Habida cuenta de su éxito sin fisuras (de público, crítica y negocio), no voy a incidir en sus virtudes (que las tiene y muchas), sino en su aspecto de bestseller bien planificado y mejor ejecutado.

   Millenium nace con un muerto, una viuda colaboradora desamparada y una algarabía mediática alrededor, suficiente como para despertar el sopor de los vampiros con gafas de sol. Ante los beneficios inconmensurables que aportó la muerte del autor, uno tiene la sospecha de si esa muerte no sería también planificada por la editorial. No digo que sea cierto. Pero puede serlo. Y desde luego lo parece. Y, la verdad y en honor al género, merecía serlo. En ese caso, este sería el primer, y más oculto, misterio del fenómeno.

   Después del éxito en Escandinavia, Alemania, Francia e Inglaterra, las grandes editoriales españolas rechazaron el producto. Esto se puede deber a varias cosas, a) que los editores españoles son tontos del culo (se viene sospechando desde Gutemberg); b) que son unos cobardes al no aceptar las condiciones leoninas que exigían los propietarios de los derechos; y c) que los propietarios de los derechos no querían una editorial potente sino una recóndita terciaria, porque se ajustaba mejor a sus intereses económicos (podían controlar todo a su antojo), y promocionales (airear la ceguera de los grandes aumenta el interés de multitud de posibles lectores ansiosos por integrarse en el mundo de la cultura y de paso despotricar, ¡pobres!, contra los poderosos).

   Millenium está concebida como un todo desde el principio, un mecanismo de relojería perfecto. Los personajes son como son desde el inicio y se mueven a golpes de maniqueísmo de manual. Los buenos son muy buenos, los malos malísimos y termina bien. Sigue a pies juntillas los folletines franceses del XIX, (Los misterios de París, El conde de Montecristo, etc.), pero sin la necesidad de publicar un fascículo cada semana, lo que permite planificar sin necesidad de ir inventando para satisfacer los gustos del público y evita los desparrames caóticos. Esos novelones leídos hoy en versión completa son inaguantables y el autor de Millenium lo sabe y lo corrige. Es un profesional. La novela tiene emoción y no agota, es un producto concebido con muy buena mano artesana (ojo, ser un buen artesano no es ningún demérito y no encapsula un concepto peyorativo), utiliza todos los recursos posibles con excelente magisterio y arrastra al lector hasta la apoteósica marcha triunfal del florido final.

   Nada que objetar, objetivo cumplido.

   Pero de ahí a considerarla una gran novela va un abismo. Apesta a laboratorio de ideas, y se dirige de forma descarada a un público femenino, consciente de que hoy las mujeres se preocupan más y leen más que los hombres. De hecho, entre los personajes masculinos hay de todo, mientras que las mujeres son todas un dechado de virtudes pese a sus vicisitudes. Esto lo deja muy claro Vargas Llosa en su sibilino artículo de sí, pero no:
   Sin jactancia puedo decir que toda esta experiencia me ha hecho capaz de saber cuándo una novela es buena, mala o pésima y, también, que ella ha envenenado a menudo mi placer de lector al hacerme descubrir a poco de comenzar una novela sus costuras, incoherencias, fallas en los puntos de vista, la invención del narrador y del tiempo, todo aquello que el lector inocente (el "lector-hembra" lo llamaba Cortázar para escándalo de las feministas) no percibe, lo que le permite disfrutar más y mejor que el lector-crítico de la ilusión narrativa.” (Los subrayados son míos)
   Con halagos así nadie necesita críticos. Lee, pero no pienses. Ya Vargas Llosa, en su Historia de un deicidio sobre García Márquez, decía que el escritor quiere sustituir a Dios para enmendarle la plana e inventar nuevos universos en vista de la cagada que había hecho el Gran Jefe, lo que es cierto. En todas las religiones, los distintos dioses le conceden al ser humano la capacidad de razonar, pero luego le exigen que no utilice la razón para creer, basta con la fe. Y por supuesto, la fe del carbonero, la mente dócil. Vargas Llosa hasta se apoya en otro, Cortázar ni más ni menos, para tirar la piedra y esconder la mano al señalar a las mujeres como culpables del éxito de la saga, acusación injusta solo sostenible porque la mayoría de los actuales lectores son ellas y, por tanto, el porcentaje de entusiastas es mayor.
   Volviendo al artículo, sostiene Vargas Llosa, luego marqués de:
   Repito, sin ninguna vergüenza: fantástica. La novela no está bien escrita y su estructura es con frecuencia defectuosa.
   Me quito el sombrero, y me lo vuelvo a poner, ante la sibilina inteligencia de don Mario capaz de halagar con empalago mientras descalabra con desenfado.

2 comentarios:

  1. Un disfrute tu post, amigo Javier. Aunque no has conseguido convencerme de que Millenium pase por mi mesilla. Hay tanto bueno que leer y releer, que perderse en fenómenos dudosos es tontería.
    Pero sí que has conseguido que busque y encuentre mis viejos volúmenes de Chandler para repasarlos un poco. ¿Habrá más partes? Espero que sí.

    ResponderEliminar
  2. Bueno, no me hagas caso a mí... pero atento a Vargas Llosa. Sí, hay más, creo que son cinco más un epílogo dedicado íntegramente a a textos de Chandler en El largo adiós.

    ResponderEliminar