miércoles, 2 de enero de 2013

El jardín de los senderos que se bifurcan, ¿literatura o ciencia?



En un artículo de una página de física que trata de cómo las teorías científicas influyen en la literatura, leo que en el relato El jardín de los senderos que se bifurcan, de Jorge Luis Borges, hay una clara influencia de la teoría de la relatividad de Einstein y de la teoría de los Muchos Mundos de Hugh Everett.

Los lectores de Borges recordarán ese estupendo relato. Durante la primera guerra mundial, Yu Tsun, espía chino al servicio de los alemanes, es descubierto por el capitán inglés Richard Madden. La detención y muerte del espía parecen inminentes. Pero antes, Yu Tsun desea llevar a cabo una última misión y  transmitir a sus jefes en Berlín el emplazamiento del centro artillero de los británicos. Para ello viaja hasta Ashgrove, en donde reside el doctor Stephen Albert, sinólogo y estudioso de una misteriosa y extraña novela que se llama El jardín de los senderos que se bifurcan y cuyo autor es Tsui Pen, antepasado del espía chino. Y allí, después de que Albert le revele que en realidad la obra de su antepasado es un tratado metafísico, Yu Tsun lo mata. Con la noticia de este asesinato, que sin duda saldrá en los periódicos, Yu Tsun está revelando a sus jefes en Berlín que el nombre del lugar del arsenal británico y objetivo del bombardeo tiene el nombre del asesinado: Albert.

Y en efecto, hay dos momentos en la conversación de Stephen Albert con Yu Tsun en los que se ponen de manifiesto su relación con las teorías físicas antes mencionadas. Por ejemplo, cuando Albert le dice:

A diferencia de Newton y de Schopenhauer, su antepasado no creía en un tiempo uniforme, absoluto.

Es uno de los postulados de relatividad de Einstein: el transcurso del tiempo no es un absoluto, sino que depende de la velocidad del observador y del campo gravitatorio en el que está inmerso.

Y con respecto a la teoría de los Muchos Mundos de Everett, conviene decir que deriva de la incertidumbre que es parte esencial de la mecánica cuántica. La posición de cualquier partícula de la que estamos hechos (por ejemplo, el electrón) está perfectamente definida por la llamada ecuación de onda de Schrödinger, que viene a decir que esa posición en un determinado momento no es única, sino la superposición de varias al mismo tiempo (digamos tres, A, B y C), cada una con un determinado valor de probabilidad (supongamos que un 50% para la posición A, 40% para la posición B y 10% para la posición C). Y que solo cuando queremos cerciorarnos de dónde está realmente el electrón y utilizamos un aparato que lo detecte, entonces las tres posibles posiciones se convierten en una sola y el aparato de medida nos dice que el electrón por ejemplo está en la posición B. Las posiciones A y C, en las que también había posibilidad de encontrar al electrón, desaparecen milagrosamente. Esta arbitrariedad, que contradice a las matemáticas (la función de onda sigue diciendo que hay tres posiciones posibles), la solucionaba Everett postulando algo revolucionario: las otras dos posibilidades no desaparecen. Lo que ocurre es que habrá un mundo en el que el observador (usted, yo) verá que el electrón está en B, otro mundo exactamente igual pero en el que el observador verá el electrón en la posición A, y otro mundo idéntico pero en el que el mismo observador comprobará la posición del electrón en C. Así cada proceso cuántico da lugar a un mundo macroscópico distinto e independiente, del que el observador sólo es consciente imaginándolo el único. Pero como las múltiples ramas de un árbol, la realidad es una multiplicidad de universos en constante ramificación y que pueden albergar al mismo observador en distintas circunstancias.
Hasta aquí la teoría de los muchos mundos de Everett.
Volviendo al relato de Borges, cuando el doctor Stephen Albert le explica el significado de lo que su antepasado, Tsui Pen, había escrito en el libro El jardín de los senderos que se bifurcan, dice:

Me detuve, como es natural, en la frase: Dejo a los varios porvenires (no a todos) mi jardín de senderos que se bifurcan. Casi en el acto comprendí; el jardín de los senderos que se bifurcan era la novela caótica; la frase varios porvenires (no a todos) me sugirió la imagen de la bifurcación en el tiempo, no en el espacio. La relectura general de la obra confirmó esa teoría. En todas las ficciones, cada vez que un hombre se enfrenta con diversas alternativas, opta por una y elimina las otras; en la del casi inextricable Ts'ui Pên, opta —simultáneamente— por todas. Crea, así, diversos porvenires, diversos tiempos, que también, proliferan y se bifurcan(…)En la obra de Ts'ui Pên, todos los desenlaces ocurren; cada uno es el punto de partida de otras bifurcaciones. Alguna vez, los senderos de ese laberinto convergen; por ejemplo, usted llega a esta casa, pero en uno de los pasados posibles usted es mi enemigo, en otro mi amigo.

Sí, el paralelismo con la teoría de Everett es casi textual. Solo hay una dificultad en el comentario del artículo. Everett desarrolló su teoría en 1956, y Borges escribió su cuento en 1941, quince años antes.
¿Otra travesura borgiana?
¿Uno de esos múltiples universos en el que en realidad el autor de la novela del relato de Borges no resulta ser Tsui Pen sino Hugh Everett?
¿O una nueva constatación de que en muchas ocasiones la intuición literaria precede a la lógica de las ciencias y las matemáticas? 

6 comentarios:

  1. ¿O de que al final las ciencias son tan ideológicas como la literatura?

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  2. No me cabe duda de que casi siempre detrás de las ciencias hay una fuerte batalla ideológica, tanto o más que en la literatura. Ejemplo de ello puede ser éste de la teoría de los Muchos Mundos de Everett. En los años veinte, Niels Bohr fue un revolucionario de la física y padre fundador de la mecánica cuántica. Pero treinta años más tarde, con el llamado "grupo de Copenhage" se había convertido en la santa Inquisición, unos contrarrevolucionarios de armas tomar. Como la teoría de Everett iba contra su teoría del "colapso de la onda" (un solo resultado, dejando el resto de las posibilidades que decían las matemáticas reducido a nada), cuando el pobre (e ingenuo) Everett pidió su bendición para su teoría, poco menos que lo crucificó e hizo todo lo posible para silenciar sus argumentos. Lo que consiguió durante casi 20 años.

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  3. Bonita y mareante teoría. Lo que me llama la atención, Luis, es tu frase "que contradice a las matemáticas". Viniendo de un matemático te honra, pero quizás no sea muy precisa, ¿o sí? ¿No sería mejor "contradiciendo a la teoría de..."?) No sé si algo puede contradecir a las matemáticas o solamente a una función o ecuación que se creía acertada pero que con la prueba experimental se concluye que estaba mal desarrollada. Es decir, cualquier fénómeno podría ser explicado con una ecuación si está suficientemente descrito. Si fuera así, en realidad,todo podría ser matemática ¿no es cierto? Un materialista diría que hasta las emociones que se dan en nuestro cerebro dependen de una función matemática aún no descubierta y problablemente nunca formulada, en la que intervengan las cantidades de neuronas, sus conexiones y el transporte de impulsos eléctricos y humores entre ellas. De alguna forma, una función matemática infinitamente compleja e inteligente podría adivinar nuestros pensamientos, reacciones y emociones. Y si tiramos por elevación, una ecuación infinitamente aún complicada podría predecir el desarrollo del universo y todos los sucesos desde el big bang. Incuidos los infinitos universos de Everett. ¿Esa infinita sabiduría matemática sería Dios? ¿Es Dios la matemática? Me gustaría pensar que no. Por eso me gusta lo de "cque contradie la matemática"

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  4. Gracias por tu (y siempre interesante) comentario, David. Y siempre me queda la duda si estos comentarios nuestros que se refieren a las ciencias no ahuyentan a los literatos, ojalá no. (Literatura y ciencia,¡qué abismos se han abierto entre ambas!, ¡y qué tremenda decisión aquella de los quince años cuando tuvimos que elegir entre ciencias o letras!, los de ciencias contra los de humanidades, razón pura contra intuición, sentimiento… Otro interesante debate.)
    En el ejemplo que he puesto del electrón y la función de onda de la mecánica cuántica, las matemáticas no fallan. Si las matemáticas dicen que hay una probabilidad del 60% de que el electrón esté en A, un 30% de que esté en B y un 10% de que esté en C, al comprobar con un aparato (detector) dónde realmente está el electrón y repetimos la medición 100 veces, en 60 ocasiones lo encontramos en A, 30 veces lo hallamos en B y 10 veces lo detectamos en C. Exactamente. La discordancia (y contradicción a las matemáticas) está, en la opinión de Everett, en los que “interpretan” el resultado que ven en el aparato de medida como el único posible. Las matemáticas dicen que hay una función de onda que evoluciona en el tiempo y que en su seno tiene un universo donde el observador ve el electrón en A, otro universo exactamente igual pero donde el observador mide el electrón en B y otro universo idéntico con la única diferencia que el observador comprueba que el electrón está en C. (Sí, también es otra interpretación de lo que dice las matemáticas, pero no las contradice, pues no hace desaparecer los otros dos resultados.)
    Muchas otras cosas planteas en unas breves frases, y cada una un mundo: determinismo contra incertidumbre. En la física de Newton, conocidas las posiciones de todas las partículas de las que estamos formados y las condiciones de partida, nuestro destino estaba determinado y escrito por las matemáticas. Y lo mismo podríamos decir con el universo entero, un número de partículas enorme pero igualmente determinado. La mecánica cuántica introdujo la incertidumbre y la probabilidad, y según algunos nos devolvió el libre albedrío. Lo curioso de la teoría de los Muchos Mundos de Everett es que nos devuelve al determinismo: los resultados no son únicos, sí, y cada uno con una probabilidad, pero todos se producen.

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  5. Hola!! Excelente nota. Este cuento de Borges es mágico y muy filósico (como la mayoría de los suyos), pero además funciona como relato policial con una gran trama ¡me encanta!

    Justamente realicé un análisis en una nota en mi blog, donde también menciono algunos detalles del autor y curiosidades.

    Creo que Borges encontró el balance perfecto entre ensayo filosófico e historia de espionaje con este relato.

    Te invito a leer mi nota y comentarla!!

    http://www.viajarleyendo451.blogspot.com.ar/2013/05/el-jardin-de-senderos-que-se-bifurcan.html


    También, si querés podés seguirme en:

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    Subo notas de literatura, cine, humor y cultura en general. Saludos!!

    Luciano

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  6. Naufragosentiemposagrafos6 de mayo de 2013, 16:58

    Gracias, Luciano, por esta entrada, que complementa muy bien con nuestra entrada con el comentario del mismo cuento de Borges. En nuestro caso, quisimos enfocarla hacia el trasfondo no ya filosófico, sino científico que puede haber detrás: las teorías de la relatividad de Einstein, y la teoría de los Muchos Mundos de Hugh Everett. Saludos y sigamos en contacto.

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