miércoles, 15 de junio de 2016

Nocturnario (101 imágenes y 101 escrituras)

Por Emilio Gavilanes

El viernes 3 de junio, en Casa de América, José María Merino, Rosa Montero y Ángel Olgoso, entre otros, presentaron el libro colectivo Nocturnario, en el que 101 autores han escrito un texto (narrativo, poético, ensayístico…) que ilustra alguno de los 101 collages del propio Ángel Olgoso que recoge el libro, una edición preciosa, “de bibliófilo”, como dijo Merino. Al final del acto se dio la oportunidad a los autores presentes de que salieran a leer sus textos. Cuando ya parecía que no quería salir nadie más, se levantó Juan Pedro Aparicio y dijo que él quería leer uno que no era suyo, el de Marina Mayoral, porque era el que más le había gustado (gesto generoso poco frecuente en el mundo literario). Entonces Merino le dijo que no hacía falta, porque Marina Mayoral estaba en la sala. “Ah, pues que lo lea ella”, dijo Aparicio, que se apartó. Marina Mayoral salió y explicó que en el collage que a ella le había tocado se veía a una mujer rodeada de cerdos, y contó que la imagen le había recordado el episodio de Circe y los cerdos, de la Odisea. Y entonces leyó un texto, breve, como todos los del libro, en el que contaba un recuerdo de infancia. Decía que cuando llegaba la época de la matanza lo que más la perturbaba era la participación activa de las mujeres de la aldea en una operación tan brutal. Recordaba que un año su madre, una mujer muy guapa y delicada, abrió la cochiquera y llamó al cerdo, que acudió confiado porque durante todo el año ella le había cuidado y dado de comer. El cerdo, sin oponer resistencia, caminó junto a ella, que de vez en cuando le palmeaba el lomo para infundirle confianza, y cuando llegaron al lugar del sacrificio ella lo acarició a manera de despedida. A la niña Marina aquello le pareció un engaño al pobre animal, una traición injustificable. Pero la Marina adulta había reflexionado y encontraba que aquellas caricias últimas habían ayudado al animal a entrar en la muerte sin angustia. Marina Mayoral había encontrado una razón para reconciliarse con aquel  recuerdo de su madre. El texto es realmente emotivo.


Pero hay algo en lo que quizá Marina Mayoral no haya reparado, algo que da a ese episodio una dimensión mítica creo que más profunda. Y no repara en ello porque asocia el collage al episodio de Circe y los cerdos, en el que la maga Circe transforma en cerdos a los hombres de Ulises. Por ello Marina Mayoral asocia, aunque no lo diga, su recuerdo del cerdo de la matanza a un macho. Muy poca gente es consciente de que casi todos los animales adultos que hay en un pueblo son hembras (gallinas, ovejas, cabras, vacas…). Los machos se venden siendo crías, pues lo realmente rentable es la hembra, que puede parir, traer al mundo nuevos animales, nuevas fuentes de ingresos. En el caso de los cerdos, si se sacrifica alguno siendo cría se va a elegir a un macho. De tal manera que a la matanza siempre llegan más hembras. Incluso los machos que lo hacen son un poco hembras, pues se les capa desde muy pronto. Es decir, los cerdos que participan en la matanza son, míticamente, representantes de la diosa. Desde este punto de vista, la matanza es una operación mágica de la que depende la supervivencia de la comunidad. No hay crueldad. Es una ceremonia amorosa, muy femenina. La sacerdotisa de la diosa lleva a uno de sus heraldos, que ha aceptado mansamente su sacrificio, que debe dar su vida para que el mundo no desaparezca, para la pervivencia de la vida.

Varios autores Nocturnario (Granada: Editorial Nazarí, 2016)

3 comentarios:

  1. El libro ha de ser una aúténtica joya, Emilio, a juzgar por este bello comentario que nos dejas. Tengo entendido que allí aparece, también, un texto tuyo.

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    1. Es un libro precioso, sí. Los collages son como grabados de un Doré surrealista. Y los textos van del bueno al espléndido. Hay bastantes poemas. Algunos te gustarían mucho, José Ramón. Mi texto es una especie de interpretación de un sueño, que es lo que parece la imagen que me tocó.

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    2. Cada dato que añades incrementa mi interés por el libro, Emilio. La mención de Marina Mayoral también nos trae gratos recuerdos a más de uno: Dativo y yo fuimos alumnos suyos durante el mismo curso, y dimos en saltarnos con contumacia sus clases (no sé por qué, pues el vino de la cantina era pésimo). José Ramón


      (José Ramón, me ha llegado tu comentario al correo, pero no lo veo en la página de Náufragos. Lo copio aquí para que se entienda mi respuesta.)
      Yo también fui alumno de Marina Mayoral. Fui a sus clases menos que vosotros, me juego lo que sea (poca gente iba menos a clase que yo, y no lo digo con orgullo, al contrario). Pero cuando iba a sus clases, me gustaban. En una hizo el elogio de Meléndez Valdés solo por un endecasílabo ("tanto caerse y levantarse tanto"), en otra se entusiasmó con los cuentos de la Pardo Bazán (algunos nos los recontó con mucho talento), en otra hizo algo mejor aún: no fue, y dejó que la sustituyera el que ya era exmarido, Andrés Amorós, que nos habló de Aldecoa, de Baroja, de Hemingway, de muchas cosas a la vez, con un encanto y un interés insuperable. El año de Marina Mayoral un grupo de alumnos, en mi opinión muy manipulador, dio en decir que era una facha. A veces la recibían con pancartas en clase. Yo no sé si era facha (ni me importaba). En las clases a las que asistí nunca hizo alusión a ideología política ni especialmente derechista ni derechista a secas. La recuerdo enfrentándose a toda una clase hostil, tratando de hablar para saber qué querían que hiciera, y siento simpatía por ella.

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