Por José Ramón Fernández de Cano
El desempeño
de Marchante con “devoto” o “galán de mojas” (vid. entrada anterior) me
ha traído a la memoria esta procacidad con estrambote del granadino Jerónimo de
Barrionuevo, autor sobradamente conocido por sus extraordinarios Avisos
-que le convirtieron en “el mejor representante del periodismo del siglo XVII”,
según Paz y Meliá-, pero harto desatendido en su condición de poeta. Hombre de
armas en su juventud, tras haber visto morir a sus hermanos Francisco y Rodrigo
en la cruenta primera jornada de los Quérquenes trocó la armadura por la sotana
e, instalado en un lúcido desengaño del mundo, se consagró a la redacción de
comedias insubstanciales y versos de muy variada índole. Para regocijo del
lector travieso, yo mismo exhumé, hace ya un cuarto de siglo, algunos de sus
poemas más deslenguados, que yacían inéditos en los sótanos de la Biblioteca
Nacional; en ellos, Barrionuevo se ocupa de asuntos tan desconcertantes como el
“examen de impotencia de una señora casada” (“En el pleito que trata a cierta
dama”) o esta insana curiosidad monjil, resuelta con desahogo por su devoto
merced al alcance metafórico del “alambique” y los “agallones” (“cuentas o
bolas del rosario”).
XLV.- Jerónimo
de Barrionuevo y Peralta (1587-¿1671?)
Preguntole una
monja a su devoto
la cosa de
este mundo más suave,
si era animal,
por dicha, pez o ave,
pues en todo
tenía tan buen voto.
El otro, que
había sido gran piloto
sin respetar
galera, barco o nave,
le respondió:
-Un compuesto de jarabe
que llaman las
casadas meliloto.
Aquesta confección
alambicada,
destilada de
cosas muy curiosas,
la vida suele
dar en ocasiones;
y por el
alambique destilada,
hace grande
provecho a las hermosas,
a fuego lento
siempre de agallones.
Esto, con mil
razones,
Ovidio De
Arti Amandi lo declara,
y que a las
damas hace linda cara.
Guonderfú
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