Marino Gómez Santos publicó en los años 50 y 60 en el diario
Pueblo largas conversaciones con
distintas personalidades que tenían un formato semejante: charlaba con el
personaje durante varias sesiones y las iba publicando en el diario en números
sucesivos. Muchas de ellas las reunió después en libros. Son entrevistas
espléndidas. Puedo recomendar algunas: la que le hizo a Edgar Neville es
fabulosa, imprescindible en todos los estudios sobre Neville; todo lo que
cuenta Neville de su época de Hollywood, las estrellas de las que se hizo amigo
(Chaplin, por ejemplo, que muchos años después le seguía mandando recuerdos
desde Suiza, a través de su hija Geraldine, cuando esta vivía en Madrid, casada
con Carlos Saura), las mansiones, las posesiones y las fincas de William
Randolph Hearst, algunas del tamaño de una provincia española…, todo resulta
interesantísimo. También es especialmente recomendable la de Foxá, de quien tan
pocos estudios biográficos hay. O la que le hizo a Dalí, extraordinaria,
tronchante a veces, en la que Gómez Santos aguanta impertérrito las
humillaciones a las que le somete el sádico Dalí. También tiene un libro
maravilloso sobre Baroja: Baroja y su
máscara, un libro que parece descabezado, desestructurado, caótico, pero en
el que uno siente que realmente está junto a Baroja (Baroja está más vivo en
ese libro que en algunos suyos). Este libro inventa el Nuevo Periodismo, del
que tanto presumieron después los americanos. He leído una pequeña parte de los
libros de Gómez Santos, pero apostaría algo a que todos son buenos.
Marino Gómez Santos, que de joven era tan guapo que le
llamaban Marinín Monroe, fue colaborador muy cercano de González Ruano
(escritor portentoso, que ahora que ha caído en desgracia hay que vindicar);
incluso González Ruano dejó de ir al café Gijón y se hizo asiduo del Teide por
defender un libro de Gómez Santos sobre el café Gijón que sentó mal entre los
parroquianos.
Pero vayamos con el libro que nos ocupa. Estas
conversaciones con Santiago Bernabéu se
publicaron en el diario Pueblo
durante seis días en el año 1960. Que yo sepa, nunca se habían recogido en
libro. Gómez Santos empieza preguntando a Bernabéu por sus orígenes, su familia
y todo eso. O sea, empieza con mucho orden. Y Bernabéu cuenta que nació en
Almansa, que se quedó huérfano muy pronto, que estudió con los agustinos en El
Escorial, que hizo la carrera de Derecho, aunque nunca ejerció… y poco más de
su biografía. Enseguida empieza a hablar y a hablar y a hablar, sobre las cosas
más insospechadas, y Gómez Santos se limita a seguirle, a escucharle. No le
interrumpe en ningún momento. Participa lo menos posible en la conversación.
Incluso hay un momento en que Bernabéu le dice: “Pero pregúnteme usted, que
estoy hablando yo solo”. Es un momento de debilidad. Pronto se ve que Bernabéu
no necesita que le pregunten, si de lo que se trata es de hablar.
A mí particularmente me habría gustado que hubiese contado
qué hizo en la Guerra Civil, cómo llegó a la presidencia del Madrid, cuál era
su versión del fichaje de Di Stefano, o el de Puskas, o de tantos otros cracks,
que contase cómo ganaron las primeras cinco copas de Europa, que hablase de su
rivalidad con el Atleti o con el Barça. Pero no hay una sola mención a nada de
eso. A cambio, le oímos contar que empezó a jugar al fútbol para quitarse el
frío de El Escorial, que era un jugador voluntarioso, no bueno -característica
extensible, según él, a todo lo que hizo en la vida-, que prefería leer a jugar
al fútbol, que nada le habría gustado más en el mundo que ser compositor de
música, que con sesenta y cinco años estaba aprendiendo ruso, que leía El viejo y el mar en alemán (lengua que
dice tener ya un poco oxidada), que para él a esa altura
de su vida lo más importante era la agricultura y la filosofía… Y le oímos
argumentar algunas de sus muchas e insólitas, o estrambóticas, teorías: que el
hecho de que en una final mundial en la que tu equipo va ganando cuatro a cero
se oigan silbidos de doscientos o dos mil espectadores, muestra que el cuerpo
colectivo, la sociedad, no está bien, tiene un tumor y hay que estar preparados
para cuando ese tumor crezca; que él no era buen empresario porque si lo
hubiera sido se lo habrían rifado muchas empresas y sin embargo ninguna le
propuso contratarle, y que solo se le quería como presidente del Madrid porque
trabajaba gratis; que el fútbol es una obra de caridad que alivia la tragedia
de la vida de la gente; por qué los silbidos siempre salen de tribuna y no de
la grada general…
Cuando uno cierra el libro dice: vaya cantidad de paridas.
Pero siente que quien las dice es un tipo entrañable al que ya conoce bien y
del que ha acabado haciéndose amigo. Como decía Whitman de sus Hojas de hierba, quien toca este libro
toca un hombre. Conseguir eso es endiabladamente difícil.
Marino Gómez Santos Conversaciones
con Santiago Bernabéu (Sevilla: Renacimiento, 2014)
No hay comentarios:
Publicar un comentario