lunes, 16 de marzo de 2015

La gente de la ciénaga, de P. V. Glob

Este es un libro apasionante. Habla de los muchos cadáveres (casi doscientos) que han venido apareciendo desde hace siglos en las turberas de Dinamarca. La mayoría son cuerpos que datan de la Edad de Hierro, pero también los hay que proceden de la Edad Media e incluso de épocas más recientes, víctimas de crímenes de las que sus asesinos se deshicieron arrojándolas al pantano.

¿Cómo aparecen estos cuerpos? Los campesinos llevan acudiendo a las turberas desde hace siglos para extraer turba, que es el combustible que tienen más a mano para emplear en sus hogares. Extraen la turba cortándola con palas y los cuerpos aparecen durante la operación a diferentes profundidades.

Los cadáveres –casi todos de gente que murió de forma violenta- aparecen desnudos y suelen estar muy bien conservados, hasta el punto de que algunos, que llevaban muertos miles de años, parecían tan recientes que cuando los descubrieron se dio aviso a la policía. Al hombre de Grauballe, por ejemplo, se le pudieron tomar las huellas dactilares. Este y el de Tollund son los más famosos, por lo bien conservados que aparecieron (es recomendable ver alguna foto en internet). El hombre de Tollund murió ahorcado, y el de Grauballe, degollado. A los dos se les pudo examinar el contenido del estómago y se pudo saber en qué consistió su última comida. En ambos casos fue una papilla compuesta de plantas y trozos de frutas y semillas, de hasta cerca de 70 especies.

¿Por qué se mataba a esta gente y se la arrojaba al pantano? Hay básicamente dos explicaciones. Unos estudiosos sostienen, apoyados en pasajes de la Germania de Tácito, que son ejecuciones de delincuentes, de traidores, de cobardes, de individuos con comportamiento antisocial. La otra explicación es asombrosa y es la que sostiene el autor del libro. Para él son sacrificios rituales, ofrendas propiciatorias. Ofrendas de gente incluso de cierta relevancia social (el hombre de Grauballe tenía unas manos tan cuidadas que era evidente que nunca había trabajado con ellas).

¿Y qué se pretendía con estos ritos? El autor dice que las especies que comieron en sus últimos banquetes tanto el hombre de Tollund como el de Grauballe son todas de invierno o de primavera. Y eso le lleva a sostener que se les sacrificaba en ritos de ayuda al crecimiento de la vegetación. Luego volveremos sobre esto.

En las turberas se producen fenómenos de conservación tan paradójicos y sorprendentes como estos: se conserva la piel de un cuerpo y todo el interior –incluidos los huesos- se deshace y desaparece. O se conservan los mangos de madera de algunas herramientas de metal y el metal se disuelve en la ciénaga. O se descompone un cráneo y queda intacto el cerebro que contiene, por estar saturado de colesterol, que es insoluble en soluciones acuosas…


Hablábamos antes de ahorcamientos rituales. Hay otros pueblos de la antigüedad que practicaban estos ahorcamientos en honor de una diosa de la fertilidad. Ahora bien, ¿qué relación hay entre un ahorcamiento y el crecimiento de los cereales, por ejemplo? ¿Qué simbolismo esconden estos ritos? Se me ocurre una explicación. Se trata de ayudas simbólicas. Sabemos de ritos agrarios que consisten en danzas compuestas de grandes saltos verticales. Son una forma de empujar mágicamente a la planta en su crecimiento. El ahorcamiento es la misma ayuda, la misma idea. En vez de saltar, el cuerpo se mantiene en el aire, suspendido, para ayudar a crecer a la planta. Simbólicamente, un ahorcamiento es el límite al que tiende un salto que se repite. Es un salto mantenido.

P. V. Glob La gente de la ciénaga (Marbot Ediciones, 2012)

1 comentario:

  1. He quedado atrapado en esta reseña. He buscado por internet esas fotografías espeluznantes de cadáveres momificados que conservan incluso la barba de días. Un filón arqueológico macabro, lleno de fantasmas de asesinados. La imagen final del salto del ahorcado es puro Gavilanes, maestro de la sutileza terrorífica. Un saludo de Dativo.

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