Juan Varela-Portas de Orduña
Santiago López Navia, prologuista del último libro de poemas publicado
por José García Caneiro, Fragmentos de una voz cansada, con la discreción
que se le supone a un prologuista y que, además, lo caracteriza a él como
intelectual y como persona, hace notar, impelido por su también característica vis
crítica, que el título no parece muy apropiado para la obra: “cuyos poemas
vigorosos y sólidos no dan cuenta, ni mucho menos, de un sentimiento que pueda
identificarse o confundirse con el cansancio. Muy al contrario, sostengo que su
lectura contribuye a vivificar a quien se siente cansado, recordándole cuánto
hay de posible, ilusionante y hasta de urgente en la peripecia constante y
tremenda de la vida. […] Concedámosle, pues, al título de esta obra, un peso
relativo”.
Pero la pregunta continúa ahí: ¿por qué el cansancio en un libro tan
apasionado, tanto en lo que se refiere a los contenidos que trata como en lo
que podríamos llamar la pasión verbal que manifiesta? Creo que al poner el
título García Caneiro se ha dejado llevar, o traicionar, por el estudioso de
Derrida que lleva dentro (es uno de los grandes especialistas en la obra del
pensador francés), y ha tratado de reflejar en el título la naturaleza
“indecidible” de muchos de sus versos. Quiero decir que, si se piensa bien, no
puede haber cansancio sin pasión pues solo de la pasión viene el cansancio. No
se puede cansar el indolente.
Uso el término “pasión” en su sentido medieval aristotélico, no en el
sentido postromántico: “pasión” como
capacidad para sentir, “padecer”, las cosas del mundo, para no pasar por
ellas como si nada; como capacidad de tener sangre en las venas, como se suele
decir, y por ello de comprometerse con el mundo. En el caso de García Caneiro,
comprometerse con el amor, con la búsqueda de la propia identidad, y con la
dignidad del hombre como ser social. García Caneiro hace en su libro de estas
tres pasiones, aparentemente tan distintas, el origen de una sola voz, que es
justamente vigorosa y sólida porque está cansada, y está cansada a causa del
vigor y la solidez del sujeto poético que la emite. Creo que es en esta doble
paradoja (“parajoda”, diría sin duda García Caneiro) donde reside la derridiana
“indecidibilidad” que justifica el título. Repárese que, según el título, lo
que está cansado no es el poeta sino su voz, que, además, se expresa en
fragmentos. Ello es así porque para García Caneiro es inconcebible una poesía que
no baje al cuerpo a cuerpo con la vivencia personal y colectiva:
La quietud reflexiva es poesía.
También la introspección. Ver que la lanza
de una interrogación sutil alcanza
las dudas de la mente.
O, en esa apasionada diatriba contra ciertos “Poetas”:
[…] Mas vuestro verso puro
es absurdo si vemos la vibrante
sordidez de lo cierto y, aún, lo obscuro
de este diario vivir decepcionante.
Vuestra palabra es chanza.
Pero en este cuerpo a cuerpo, el poeta, o, para ser más exactos, su
voz, no puede salir ilesa, justamente porque es una voz “apasionada”, que
refleja el mundo y lo “padece”. Y no solo el mundo vivido por el poeta, sino el
mundo que ha traído hasta este mundo. Por eso, el poeta siente que su voz no es
enteramente suya, que, de alguna manera, lo deja indefenso ante el mundo que se
le enfrenta:
MI VOZ
No sé. Tal vez mi voz parezca amarga,
triste, acaso, como una luz vacía
y muda, aliento quedo de agonía
anunciadora de una muerte larga.
Pero no es más que una pesada carga,
legado de mis deudos, mercancía
que debo regalar sin privacía
alguna y cuya posesión me embarga.
Por eso suena así, tan desgarrada,
tan clara, tan vivaz. Es una herencia
que hay que transmitir y hacerlo fuerte,
por más que el grito lleve, aprisionada,
la suma de mi ser y mi presencia,
dejándome tan sólo con mi suerte.
Esta ajenidad de la propia voz es la clave de que cansancio y vigor,
cansancio y pasión, puedan estar contradictoriamente fundidos en la voz poética
de este libro magnífico. Decíamos que la voz es apasionada para esconder el
cansancio que la pasión vital provoca, la inconformidad con el mundo, la
hartura e indignación que tanta fuerza dan al libro, y también la desazón
amorosa, aún en el amor pleno de muchos de los poemas, y más aún el desasosiego
de una identidad que tiene y no tiene al mismo tiempo una voz. Por eso, la voz
es algo al mismo tiempo propio y ajeno, cansada y vivaz, amarga y clara. Y aun
así, el poeta siente que entre su voz y la vida vivida con pasión –pasión
intelectual y pasión sensible– hay siempre una brecha imposible de colmar
porque la voz siempre será fragmentaria y cansada. Lo expresa de manera
impresionante este poema extraordinario:
EL LENGUAJE
Hoy todos lo aseguran: que las palabras son
puente de plata, un arco imaginado,
un soplo ignoto, un no pensado sueño,
un ansia desbordada, intento pleno
de enlazar las estrellas y la mente.
Que lo absoluto, sentimiento o razón,
expuesto con vocablos, trasladado al lenguaje,
es cemento que tapona las brechas de las almas;
la única forma de poder exponer nuestras ideas:
la emisión de voz que conforma la palabra.
Y yo pregunto:
¿es el lenguaje imprescindible
para poder decir lo que queremos?;
¿o no es el simple y cálido contacto de unas manos,
o el éxtasis consciente del arrobo infinito de dos sexos
en tibias noches calmas, o el brillo fugaz de una mirada,
o una sonrisa que apenas se dibuja,
sistema o instrumento suficiente
para que el mundo entero sepa lo que somos,
proyección del sueño, del afán y de la idea,
más allá de la piel que nos envuelve?
José García Caneiro, Fragmentos de una voz cansada, Madrid,
Vitrubio, 2014.
D. Juan Varela: Me manda decir el autor que está emocionado con la reseña y que le de las más efusivas gracias.
ResponderEliminarEl Brigadier
Coincido con tu excelente lectura, Juan. Comparto esta entrada en FB ya mismo.
ResponderEliminar