Por José Ramón Fernández de Cano
“A los ojos azules de Celia” se titula este soneto-trabalenguas del excelso vate sevillano Pedro de Quirós, quien no ha irrumpido hasta ahora en “LOS OTROS CLÁSICOS” debido a que la altísima calidad de sus versos ha ido, paradójicamente, en menoscabo de su incuestionable derecho a figurar en esta galería de “poetas menores bien mayorcitos”. Y es que son tantos sus poemas soberbios que al antólogo le resulta muy difícil seleccionar uno que pueda compendiar toda la riqueza y variedad de su corpus lírico. Es fascinante, como muestra acabada del pesimismo barroco, el titulado “A un hombre que fundó un convento de monjes en el desierto, y se entró con ellos a acabar la vida”; y no menos deslumbrante resulta su soneto “Ruiseñor amoroso, cuyo llanto”. Al final, he resuelto mis dudas inclinándome por este brillante ejercicio de la técnica de las palabras-rima, que ya hemos visto en un soneto de fray Miguel de Guevara (vid. entrada XIV). Sorprende, al leerlo, que un autor de la talla de Quirós haya permanecido al margen de cualquier antología de la lírica áurea hasta mediados del siglo XIX; y que, incluso a partir de esa fecha, no se haya prestado más atención al manuscrito que dejó bajo el anagrama de Doripso de Quer, recientemente editado por el profesor Lara Garrido.
XXXI.- Pedro de Quirós (¿1600?-1667)
A oposición del sol y de los cielos
hizo el divino autor tu cielo y soles,
fabricando aquí un cielo con dos soles,
como allí, Celia, un sol y muchos cielos.
Allí es cristal el sol, zafir los cielos;
aquí el cielo es cristal, zafir los soles;
vense aquí en breve cielo grandes soles;
vese allí breve sol en grandes cielos.
Vencen al cielo y sol tu cielo y soles;
que sólo por ser más que sol y cielos,
cielos son en beldad, y en luz son soles,
si no les opusieran sol y cielos
que, siendo tan helados, no son soles;
que, siendo tan crüeles, no son cielos.
A oposición del sol y de los cielos
hizo el divino autor tu cielo y soles,
fabricando aquí un cielo con dos soles,
como allí, Celia, un sol y muchos cielos.
Allí es cristal el sol, zafir los cielos;
aquí el cielo es cristal, zafir los soles;
vense aquí en breve cielo grandes soles;
vese allí breve sol en grandes cielos.
Vencen al cielo y sol tu cielo y soles;
que sólo por ser más que sol y cielos,
cielos son en beldad, y en luz son soles,
si no les opusieran sol y cielos
que, siendo tan helados, no son soles;
que, siendo tan crüeles, no son cielos.
Ejemplo magistral de cómo puede sostenerse un soneto con una rima basada tan solo en dos palabras.
ResponderEliminar