Toca, a la quinta, hacer una excepción, a lo que creo harto
justificada; porque si bien es cierto que el vallisoletano Hernando de Acuña no
es, en modo alguno, un poeta relegado al olvido (su obra, muy destacada entre
los autores de la segunda generación petrarquista, ha sido analizada y editada
cuidadosamente por la crítica, se ha estudiado en las facultades de Letras y,
hasta hace poco, leído en las aulas de secundaria), no lo es menos que ha
pasado a la “Historia Oficial de la Literatura Española” (risum teneatis?) por
lo menos representativo de su producción literaria: el famoso soneto que
condensa y glorifica, en su octavo endecasílabo (“un Monarca, un Imperio y una
Espada”), el ideal político de Carlos I. No hay manual, obra de referencia o
libro de texto en el que la poética de Acuña no venga ilustrada por este soneto
grandilocuente, adulador, coyuntural y –si se me tolera el anacronismo–
bastante reaccionario (“Ya se acerca, señor, o ya es llegada / la edad gloriosa
en que promete el Cielo / una grey y un pastor solo en el suelo, / por suerte a
vuestros tiempos reservada”, etc.), cuando Acuña es autor de otros muchos
poemas de tanta hondura lírica como el incluido en nuestra serie.
V.-
Hernando de Acuña (1520-1580)
Cuando era nuevo el mundo y producía
gentes, como salvajes, indiscretas,
y el cielo dio furor a los poetas
y el canto con que el vulgo los seguía,
fingieron dios a Amor, y que tenía
por armas fuego, red, arco y saetas,
porque las fieras gentes no sujetas
se allanasen al trato y compañía;
después, viniendo a más razón los hombres,
los que fueron más sabios y constantes
al Amor figuraron niño y ciego,
para mostrar que dél y destos nombres
les viene por herencia a los amantes
simpleza, ceguedad, desasosiego.
Cuando era nuevo el mundo y producía
gentes, como salvajes, indiscretas,
y el cielo dio furor a los poetas
y el canto con que el vulgo los seguía,
fingieron dios a Amor, y que tenía
por armas fuego, red, arco y saetas,
porque las fieras gentes no sujetas
se allanasen al trato y compañía;
después, viniendo a más razón los hombres,
los que fueron más sabios y constantes
al Amor figuraron niño y ciego,
para mostrar que dél y destos nombres
les viene por herencia a los amantes
simpleza, ceguedad, desasosiego.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarDecía que excelente y sabio en la conclusión. Un buen soneto vale por toda la poesía. La parte por el todo.
ResponderEliminarpara mostrar que dél y destos nombres
les viene por herencia a los amantes
simpleza, ceguedad, desasosiego.