Citas de El largo Adiós
De propina les dejo unos párrafos extraídos de El largo adiós, contados en
primera persona por el propio rey Philip. Si después de leerlos no corre a buscar
la novela, Chandler seguirá siendo nuestro contemporáneo, pero yo habré
fracasado.
De la sociedad y los diferentes
problemas de pobres y ricos.
Silvia es feliz aunque no
necesariamente conmigo. En nuestro círculo eso carece de importancia. Siempre
hay algo que hacer si uno no está obligado a trabajar o a considerar lo que
cuesta. No es una verdadera diversión, pero los ricos no lo saben. Nunca han
tenido otra. Nunca desean algo con todas sus ganas, excepto tal vez una esposa
ajena, y eso es un deseo muy pálido comparado con la forma en que la mujer del
fontanero ansía comprar cortinas nuevas para el cuarto de estar.
Del oficio de policía y del
conocimiento humano.
Tal vez solo me gustaba
sentirme el hombre superior. En mi oficio hay momento para hacer preguntas y un
momento para dejar que el hombre se consuma hasta que no pueda más y largue
todo. Todo buen policía lo sabe. Se parece bastante al ajedrez o al boxeo. A
alguna gente hay que acorralarla y hacerle perder la serenidad. Pero a otros
simplemente se les abofetea y ellos terminan golpeándose a si mismos.
Del alcohol considerado como
una de las bellas artes.
Me encantan los bares
cuando acaban de abrirse.
Cuando la atmósfera
todavía es fresca, limpia, todo está reluciente y el barman se mira por última
vez al espejo para ver si la corbata está derecha y el cabello bien peinado.
Me gustan las botellas
prolijamente colocadas en los estantes y los vasos que brillan y la
expectación.
Me gusta observar como
se prepara el primer cóctel de la noche y se coloca sobre un impecable mantelito
con una servilleta doblada al lado.
Me gusta saborearlo
lentamente.
El primer trago
tranquilo de la noche, en un bar tranquilo, es maravilloso.
De los delincuentes
libres de toda sospecha.
Mi opinión no significa
nada.
Eso ocurre todos los
días. La gente más insospechada comete los crímenes más inesperados. Viejecitas
dulces y bondadosas envenenan a familias enteras. Muchachas de buena familia
cometen asaltos e intervienen en tiroteos. Directores de banco con antecedentes
irreprochables y veinte años de servicio resultan ser estafadores. Y novelistas
famosos y de éxito y que se suponen felices se emborrachan y mandan a sus
esposas al hospital.
(No puedo dejar de pensar en el
Gerente del Fondo Monetario Internacional detenido en Nueva York acusado de
violación. Ni en Louis Althusser. Ni en la Santa Madre Iglesia Católica
Apostólica y Romana y su legión de curas, obispos y purpurados pederastas.)
De la publicidad, esa
profesión que nos permite ver la tele.
Llené la pipa, coloqué
las piezas y jugué una partida de campeonato entre Gortachkoff y Meninkin,
setenta y dos movimientos hasta llegar a tablas, un ejemplo inapreciable de la
fuerza irresistible que se encuentra con el objeto inanimado, batalla sin
armadura, guerra sin sangre y derroche tan elaborado de inteligencia humana
como se puede encontrar en cualquier parte, excepto en una Agencia de
Publicidad.
Teoría de las rubias
del cine.
Existe la rubia dulce,
dispuesta y aficionada a la bebida, y que no le importa lo que lleva puesto,
siempre que sea muy caro, o adónde va, siempre que sea muy de moda, y abunde el
champagne muy seco.
Existe la rubia pequeña
y altiva que es una verdadera compañera y se empeña en pagar su cuenta y está
llena de luz de sol y de sentido común, que sabe judo y puede lanzar al aire,
por encima del hombro, a un camionero sin perderse más que una frase del Times.
Existe la rubia pálida,
pálida, con anemia de tipo incurable, pero no fatal. Es muy lánguida y muy
sombría y habla suavemente como salida de no sé donde, y usted no puede ponerle
un dedo encima, en primer lugar porque no tiene ganas y en segundo lugar porque
ella está leyendo La tierra baldía o Dante en versión original o Kafka o
Kierkegaard o porque estudia la lengua provenzal. Adora la música y cuando la
Filarmónica de Nueva York está tocando Hindemith, ella puede decirle a usted
cual de los seis contrabajos entró un cuarto de tiempo más tarde. He oído decir
que Toscanini también es capaz de notarlo. Eso quiere decir que ya son dos.
De la economía del
libre mercado, refugio de neoliberales.
(Por boca del millonario padre
de Linda Loring)
No se pueden hacer cien
millones de dólares en forma limpia. Quizás el jefe crea que sus manos están
limpias, pero en alguna parte, a lo largo de la cadena, hay tipos que son arrinconados
contra la pared, pequeños y agradables negocios se vienen al suelo y tienen que
liquidar y vender todo por unos céntimos, gentes decentes pierden sus empleos,
las acciones suben el mercado, los apoderados son comprados como una pepita de
oro antiguo y se paga a los grandes bufetes de abogados cientos de miles de
dólares para que combatan ciertas leyes que la gente quiere, pero no los tipos
ricos debido a que interfieren en sus ganancias. El dinero en gran escala
significa poder en gran escala y el poder en gran escala se usa erróneamente.
Es el sistema.
(¿No les suena muy parecido a la
crisis actual?)
De la democracia y la libertad
de prensa. (Millonario padre de
Linda Loring)
Vivimos en lo que se
llama una democracia, gobierno de la mayoría del pueblo. Un ideal magnífico si
es que pudiera funcionar. El pueblo elige, pero la máquina partidista es la que
nombra los candidatos y para que las maquinarias de los partidos sean eficaces
se debe gastar una enorme cantidad de dinero. Alguien tienen que dárselo y ese
alguien, ya sea un individuo, un grupo financiero, un sindicato o lo que usted
quiera, espera a cambio cierta consideración. Poseo muchos periódicos, pero no
me agradan. Los considero una amenaza constante para lo poco que nos queda de
soledad, de aislamiento, de vida privada. Su constante griterío sobre la
libertad de prensa significa, con algunas pocas excepciones honorables, la
libertad para vender el escándalo, el crimen, el sexo, el sensacionalismo, el
odio, la murmuración y la utilización de la propaganda política y financiera.
Un diario es un negocio para hacer dinero mediante los ingresos de la
publicidad. Esos se basan en la circulación y ya sabe usted de que depende la
circulación.
De la sociedad del
consumo.
En nuestra época hemos
presenciado una declinación tremenda en la moral pública y privada. No se puede
esperar calidad de la gente cuya vida está sujeta a una falta de calidad. No se
puede tener calidad con una producción en masa. No se quiere la calidad porque
dura demasiado. De modo que se la sustituye por la moda, que no es más que una
estafa comercial destinada a conseguir que las cosas caigan en desuso. La
producción en masa no podría vender sus productos el próximo año a menos que
haga que lo que vendió este año parezca anticuado el año que viene. Tenemos las
cocinas más blancas y los baños más relucientes del mundo. Pero en su
encantadora cocina blanca, el ama de casa americana no es capaz de preparar una
comida que valga la pena, y los hermosos cuartos de baño no son más que un
receptáculo de desodorantes, geles, champús, laxantes, pastillas para dormir y
artículos de esa mixtificación secreta que se conoce con el nombre de industria
de la cosmética. Preparamos los envoltorios más lindos del mundo, pero lo que
hay dentro en su mayoría es basura.
De como acabar de una
vez por todas con la cultura.
(Diálogo entre Marlow y Amos, el chofer de Linda, al que imagino como
una reencarnación de Louis
Armstrong, aquel trompetista genial de labios gruesos como colchones de lana)
La señora Loring llegó
arriba y se dio la vuelta hacia su chófer.
El señor Marlowe me
llevará al hotel, Amos. Gracias por todo. Lo llamaré por la mañana.
El chofer colocó el
maletín dentro del portal.
De acuerdo, señora
Loring. ¿Puedo hacerle una pregunta al señor Marlow?
Por supuesto, Amos.
“En la habitación las
mujeres vienen y van hablando de Miguel Ángel”. ¿Esto le sugiera algo, señor
Marlowe?
Sí. Me sugiere que el
tipo no sabía mucho sobre las mujeres.
Lo mismo pienso yo,
señor. No obstante, admiro mucho a T.S. Elliot.
¿Ha dicho “no obstante”?
Bueno, si, lo dije
señor Marlowe. ¿Es incorrecto?
No, pero no lo diga
delante de un millonario. Podría pensar que está tratando de apabullarlo.
(“In the room the women
come and go talking of Michelangelo”, es un verso de “Pufrock Among the Women”,
de T.S. Elliot, Premio Nobel en 1948.)
Del amor y otras
soledades.
Cuando me desperté ella
dormía todavía. Me levanté y preparé un café. Me di una ducha, me afeité y me
vestí. Linda se despertó al cabo de un rato y se vistió. Tomamos el desayuno
juntos. Llamé un taxi y la acompañé hasta la calle, con su pequeño maletín
apretado en mi mano.
Nos despedimos. Seguí
al coche con la mirada hasta que se perdió de vista. Subí las escaleras, entré
en el dormitorio y deshice toda la cama para volver a hacerla. Sobre una de las
almohadas había un cabello largo y oscuro. Sentí un peso en la boca del
estómago. Los franceses tienen una frase para eso. Los muy sinvergüenzas tienen
una frase para cada cosa y siempre tienen razón. Decir adiós es morir un poco.
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