Una vez un amigo me pasó un DVD que a su vez le había pasado un amigo suyo. “Habla de la Guerra Civil”, me dijo. “Te interesará.” Se titulaba El honor de las injurias y lo había hecho Carlos García-Álix, un pintor del que no sabía nada, hermano del famoso fotógrafo de la Movida, Alberto García-Álix. El DVD contaba la vida de un anarquista, Felipe Sandoval, nacido en Madrid a fines del siglo XIX (en el barrio de las Injurias –de ahí el título-, más allá de lo que hoy es la glorieta de Pirámides; Baroja habla mucho de ese barrio en sus memorias) y muerto al poco de acabar la Guerra Civil, también en Madrid. El DVD era apasionante, pero la copia era defectuosa y dejaba de verse poco antes del final. Te enterabas de que era hijo de madre soltera, de que había sido camarero, que había emigrado a París, que había sido pistolero anarquista, atracador de bancos y que durante la Guerra Civil había sido el líder de una checa anarquista especialmente sanguinaria. Me quedaba por saber qué le había pasado a aquel tipo entre fascinante y repulsivo al acabar la Guerra. Busqué en Internet y vi que Carlos García-Álix tenía un libro que se titulaba igual. Supuse que era la versión escrita de la película. Lo encontré en una biblioteca municipal. Y era más fascinante todavía de lo que imaginaba. No era el guion de la película, o sea la versión escrita, sino el relato de cómo había conocido a aquel personaje y cómo había ido encontrando los datos para reconstruir la biografía que contaba en el documental. Y la historia de esa investigación era tan apasionante como la propia vida de Felipe Sandoval. Todo había empezado buscando datos para una biografía de otro personaje increíble: Pedro Luis de Gálvez, el poeta que tanto nombran González Ruano y Cansinos Assens en sus memorias, autor de un libro sobre el arte de dar sablazos, que se dice que pidió en algunos cafés con el cadáver de un hijo pequeño en brazos, que escribió sonetos que Borges seguía recordando en los años setenta (según cuenta Abelardo Linares), que al acabar la Guerra fue fusilado en Porlier, sin que valieran de nada los testimonios del futbolista Ricardo Zamora –al que salvó la vida durante la Guerra- o de Emilio Carrere (a quien por cierto escribió horas antes de morir una última carta estremecedora) y con el que Juan Manuel de Prada hizo una novela que no he leído. Pues buscando datos sobre Pedro Luis de Gálvez, Carlos García-Álix se encontró con Felipe Sandoval y su investigación culminó cuando encontró en un archivo policial la declaración manuscrita de Sandoval, en la que confesaba sus crímenes y delataba a sus compañeros (declaración que no transcribe íntegra en su libro, no sé por qué). Para reconstruir los últimos días de Sandoval, García-Álix se valió de un libro de Eduardo de Guzmán. A Eduardo de Guzmán yo lo conocía por unas crónicas que escribió sobre la tragedia de Casas Viejas y por un libro extraordinario, Mi hija Hildegart, de 1933, en el que entrevista a aquella mujer, tan lúcida y tan loca, que “fabricó” a una hija a la que acabó matando porque no cumplía sus expectativas (un caso tremendo y un libro que merece un apartado especial). Eduardo de Guzmán fue un periodista anarquista que pasó unos cuantos años en las cárceles de Franco y al que cuando salió se le prohibió ejercer el periodismo, por lo que tuvo que ganarse la vida escribiendo novelas policiacas y del oeste con diferentes pseudónimos (uno de ellos era Edward Goodman). Escribió cuatro libros sobre la Guerra. Uno en el año 1938 (Madrid, rojo y negro) y tres cuando murió Franco: La muerte de la esperanza (cómo vive el principio y el fin de la Guerra), El año de la victoria (cómo lo apresan en Alicante) y Nosotros los asesinos (su paso por distintas cárceles). En este último libro, lleno de escenas atroces, cuenta cómo los interrogadores falangistas le sacan la confesión a Sandoval, cómo los propios compañeros de Sandoval le animan a suicidarse para no seguir cantando (todos le odian) y cómo el anarquista se acaba tirando por una ventana en el edificio de la calle Almagro en el que está detenido. Son todas ellas páginas estremecedoras.
Cuando acabé estos libros, busqué más cosas de García-Álix, por ver si había escrito más cosas sobre Sandoval. Vi que tenía otro libro: Madrid-Moscú, que también encontré en una biblioteca municipal. Este es una especie de catálogo bibliográfico de libros sobre la Guerra Civil escritos o por rusos o por españoles que tuvieron alguna vinculación con Rusia, y que incluye fragmentos de esos libros. Entre ellos había uno titulado Mi infancia en Moscú, de un tal José Fernández Sánchez, del que no había oído hablar en mi vida. Los fragmentos que reproducía eran tan buenos que busqué el libro completo. (Primero encontré uno titulado Los voluntarios de Gorev, sobre uno de los generales que mandó Stalin a España al principio de la Guerra -según algunos, el general que realmente organizó la defensa de Madrid e impidió que Madrid cayera en noviembre del 36- y al que fusiló cuando lo hizo volver, en el 38, final que compartió con el famoso Koltsov y con otros muchos personajes que estuvieron en la Guerra de España.) Cuando leí Mi infancia en Moscú me quedé sobrecogido.
El libro cuenta cómo con diez años, huérfano de padre, en plena Guerra Civil, José Fernández embarca en Asturias en compañía de un hermano algo mayor y contra el deseo de su madre, que sin embargo entiende que está haciendo lo mejor para sus hijos, con rumbo a la URSS. Cuenta la llegada a Leningrado, el traslado a Moscú unos días después, el alojamiento en un colegio, las clases con profesores españoles exiliados y rusos que los tratan con disciplina y con el cariño que se deriva de su situación. Se detiene hablando de manera conmovedora de personajes humildes (profesores, conserjes, cuidadores…) de los que quizá nadie ha escrito nunca. Y como habla sin aspavientos del frío y de la pobreza en la que vivían, nos sentimos más conmovidos que si se quejase de manera explícita. Cuenta cómo al empezar la II Guerra Mundial los trasladan desde Moscú a una aldea en la estepa y cómo allí las autoridades dejan de preocuparse de ellos y cada niño tiene que buscarse la vida para sobrevivir. Comienzan unos años de miseria, entre la delincuencia y la picaresca, ejemplificada en multitud de episodios, tantos y tan soberbiamente escritos que soy incapaz de resaltar alguno (son especialmente dolorosos aquellos en los que cuenta la enfermedad y muerte de algunos de sus amigos). El libro está escrito de una manera tan limpia, tan clara, con un vocabulario tan esencial, tan sin adornos, y a la vez en un tono tan íntimo, tan compasivo y tan sereno, que no exagero al decir que es una de las grandes joyas de nuestra literatura. Una obra maestra de la literatura escondida.
Al tiempo que leo esta entrada tuya, Emilio, estoy leyendo algo sobre los genes, esos programas moleculares que dan claves esenciales a los ordenadores que están en los núcleos celulares para la replicación del propio gen y su entorno (nosotros). Y resulta que esas “claves” están contenidas, en forma de breves trozos significativos, en una larga ristra de otras secuencias de aparentes claves pero que no lo son y que constituye el llamado ADN basura, que en realidad no sirve para nada. Se piensa que más del 70% de nuestro ADN es pura basura.
ResponderEliminarAsí que leyendo tu entrada, no he podido dejar de pensar en ese largo ADN que es la ingente cantidad de publicaciones que nos inunda y la cantidad de ellas que no nos sirven para casi nada. Pero de vez en cuando, en esa larguísima cadena nos hallamos con una pequeña secuencia significativa –que nos sirve para nuestro crecimiento y replicación intelectual-, casi enterrada, sepultada en mucha basura. Los nombres, libros y breves anécdotas que cuentas en tu breve pero densa entrada me han parecido eso: una veta de valiosa y estupenda información.
La novela de Juan Manuel de Prada se titula Las máscaras del héroe.
ResponderEliminarInteresante obra cuyo valor añadido radica en ser el único contacto de su autor con la literatura.
Buscaré mi infancia en Moscú, algo que nunca ocurrió pero que seguramente encuentre al leerlo.
Tengo en mi biblioteca un libro/cuaderno editado de forma artesanal tan pobre que ni siquiera tiene números de página. Pero entra por derecho en la categoría de "gen de pequeña secuencia significativa". Está escrito en gallego, se llama O SERENO y subtitulado, entre paréntesis, (um guerrilleiro en Stalingrado). Su autor es, copio textual, JoseR. Rodrigues Fernandes y mi ignorancia enciclopédica me impide saber algo acerca de su persona.
No me suena ese nombre, pero el libro/cuaderno parece interesante. Cuando lo leas, me lo pasas, Javier.
ResponderEliminarEmilio
A Javer, Emilio y a otros quienes estan interesados en el libro de Jose Fernandez Sanchez. Tengo este libro en varios ejemrlares y con gusto los regalare a vosotros. A mi marido (J.F.S.) le gustaría hacer eso; pero ya está muerto. Pero no sé de qué manera podría hacer. G.B.
EliminarEstimada G.B.: Estoy seguro que tanto a mis compañeros de Náufragos, como a mí, nos encantaría poder tener uno de esos ejemplares. Y nos sentimos muy honrados y agradecidos por este comentario. Si eres tan amable de enviarnos una dirección email, podemos contactar directamente y articular de la mejor manera ese contacto. Un saludo afectuoso en nombre de todos los que participamos en este blog. Luis Junco.
ResponderEliminarA Javier, Luis y otros: galabd1@hotmail.com
EliminarGala B. Para Luis: Mi email es : galabd1@hotmail.com
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