“Nos
estamos devorando a nosotros mismos”
entrevista a Rosario
Curiel
La escritora Rosario
Curiel habla para Náufragos de su último libro, “Memorias
de la Salamandra”, Ediciones La Discreta, una novela que
relata aquel mundo consumista de las sociedades modernas donde lo
importante son las apariencias y la nueva utopía el consumo
desenfrenado.
por
Matías Crowder
En
una zona de la ciudad de Lleida dedicada al ocio, conocida bajo el
nombre de “Utópolis”, en las instalaciones de un famoso y
sofisticado wellness,
junto
a restaurantes, bares, zonas de recreo para los niños y mayores, se
reúne un grupo de mujeres y hombres, adoradores de esa nueva
religión de las sociedades avanzadas que es el culto al cuerpo y al
consumo. Algunos de sus integrantes, tal vez, logren escapar de las
llamas de esa vida como la salamandra, de quien se dice que puede
cruzar el fuego sin quemarse, y comenzar una nueva vida. La escritora
Rosario Curiel construye, en este escenario de las vida moderna, con
relatos llenos de humor y tragedia, una crítica reflexión de la
existencia individual y del consumismo imperante.
¿Vivimos
en un mundo donde lo importante son las apariencias?
Radicalmente sí. Pero también, y precisamente por
ello, cada vez hay más mentes inquietas que empiezan a preguntarse
qué hay detrás de las apariencias.
¿El ocio
y el cuidado estético han reemplazado el antiguo papel de la
religión?
En parte. Son rituales que sustituyen elementos que
sirven para sentir una cierta seguridad que la misma vida nos niega.
Sin embargo, como su objeto final es un elemento no trascendente (el
cuerpo y la distracción del cuerpo y la mente), siguen brindando la
insatisfacción suficiente como para repetir y engancharse a una
espiral de más ocio y más cuidado. Hablo del ocio como simple
evasión, no de aquel ocio productivo que nos lleva a leer o al
teatro (al cine en según qué ocasiones) o a escuchar música con un
ánimo activo, con un espíritu disparado hacia sus regiones
superiores, más allá de la simple descarga de adrenalina.
¿Cuál
es la memoria de la salamandra?
La salamandra recuerda el camino de fuego que ha tenido
que atravesar para llegar a ser feliz, para llegar a ser ella misma.
Para llegar a ser la mejor de sus versiones posibles.
Es evidente que, por una parte, la literatura se está
volviendo cada vez más visual por el efecto de los nuevos soportes
digitales: en la era de la pantalla, el lector se mueve a golpe de
impulso visual hasta transformarse en lectoespectador, en palabras de
Vicente Luis Mora. Por otra parte, la presencia (impenitente e
impertinente) de tipos físicos exigentemente perfectos en todos los
medios condiciona la presencia de esa obsesión por la imagen, bien
para reproducirla o bien para criticarla. En el caso de mis textos,
me gusta conjugar la presencia de físicos aparentemente perfectos
(para destacar, a menudo, su falsedad de cuerpos fabricados) con la
presencia de tipos físicos comunes, con los que cualquier lector o
lectora puede identificarse y, también, con los tipos considerados
tradicionalmente imperfectos, o singulares: me parecen especialmente
interesantes desde el punto de vista narrativo.
¿Usted
es o ha sido una consumidora de este culto al cuerpo, solo se ha
visto tentada o jamás le ha llamado la atención?
Me
gusta hacer deporte de forma moderada. Para mí es una manera de
meditar. Bailar, correr o, simplemente, andar, me ayuda a encontrarme
conmigo misma dentro de mis vericuetos interiores. Me ayuda, además,
a contrarrestar la sobredosis de trabajo mental que normalmente marca
(y bien a gusto) mi vida. No me atrae el ejercicio como exceso y
tampoco su negación absoluta. Se trata de mantener la máquina (el
cuerpo) en el mejor estado posible para que siga funcionando en
condiciones. No olvidemos que somos una especie nacida para la caza y
la recolección, para el movimiento, y que nuestro modo de vida
acostumbra a ser sedentario. Una manera de no acumular estrés es
practicar ejercicio. Es algo obvio, claro, pero se trata de seguir el
lema clásico: mens
sana in corpore sano.
¿La
nueva Utopía es el consumo?
Sí. Y también la obligación de ser felices que lleva
implícita la utopía consumista. Esa imagen perfecta que se supone
debes ofrecer, tanto en lo material como en lo espiritual, nos está
matando. De hecho, nos devora. De ahí la persistente contrautopía
del género zombie, tan de moda: nos estamos devorando a nosotros
mismos.
Habla de
mujeres que les asusta mirar su reflejo. ¿Qué ve Rosario Curiel al
mirarse al espejo?
Una persona. Contenta de estar viva. Contenta de vivir
de manera más o menos consciente. Intento cuidarme y tener una
apariencia más o menos digna de la misma manera que procuro comer
sano porque me gusta y porque quiero cuidar mi salud, pero no me
preocupa en absoluto resultar especialmente atractiva a nadie. A
veces me levanto muy ojerosa porque no suelo tener mucho tiempo para
dormir (siempre ese exceso de trabajo), pero no corro a aplicarme
antiojeras, por poner un ejemplo. Me da una pereza terrible. Creo que
quien me mire debe ver a la persona, no el cuerpo. Sé que esta
actitud no es frecuente: es un verdadero descanso sentirse así, debo
decir.
Uno de
los personajes sufre de bulimia y anorexia. ¿Es la enfermedad de
nuestro tiempo?
Por desgracia, es una de las enfermedades de nuestro
tiempo. Una más de la larga lista de enfermedades que nacen de la
insatisfacción con lo que se vive y con lo que se es. Una más de la
larga lista de consecuencias indeseables que arrastra la búsqueda de
una perfección inalcanzable, que solo sirve para generar una
sensación de vacío que el ser humano procura llenar con el ocio y
el consumo y el culto obsesivo a un cuerpo que se rebela, al final,
contra todos estos excesos. Y es curioso que, aun en este nuestro
tiempo de crisis, nuestra sociedad siga siendo un lugar en el que hay
gente que pasa hambre y gente que vomita la comida o directamente se
niega a ingerirla. Y todo, por la imagen distorsionada que tenemos de
nosotros mismos, porque siempre andamos comparándonos con lo que
podríamos ser en lugar de amar lo que ya somos.
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