La literatura puertorriqueña es injustamente desconocida en España. Baste recordar que su mayor clásica, la poeta Julia de Burgos, sólo ha sido reconocida en nuestro país como parte imprescindible de la literatura hispanoamericana tras la reciente publicación por parte de La Discreta de su Obra poética (2008 y 2009). De hecho, de los autores de esta antología, sólo dos, los curadores, han sido publicados en alguna editorial española de difusión internacional. Pero no por ello nos encontramos ante una literatura menor o marginal, sino ante una gran tradición literaria que, frente a la proeza cultural, social y política de su mantenimiento en español en condiciones aún fieramente coloniales, sólo ha cosechado un injusto silencio por parte de quienes deberíamos mostrarle admiración y el mayor apoyo. Por eso, tenemos la esperanza de que esta antología, que recoge relatos de escritores nacidos entre 1957 y 1982 (aunque la mayoría de ellos en los años 60 y primeros años 70), tenga la difusión que merece, tanto por la calidad de sus relatos, como por la visión de conjunto que nos permite obtener de la realidad cultural y social puertorriqueña ya bien entrado el siglo XXI.
La antología ofrece algunos planteamientos novedosos con respecto a otras muestras más tradicionales: no distingue entre puertorriqueños de la isla y de la diáspora (más aun, de los 24 relatos tres están escritos en inglés), y ofrece una serie de temas relacionados con las realidades urbanas y con preocupaciones que podríamos llamar postmodernas, así como una poética del fragmentarismo, la distorsión y la ambigüedad que tampoco puede ser relacionada con las narraciones tradicionales.
No existe atisbo en los relatos de uno de los temas fundamentales de la cultura puertorriqueña: la puertorriqueñidad, la identidad cultural de quienes viven en una de las últimas colonias del planeta sin poder alcanzar una ciudadanía plena. Y, sin embargo, el problema identitario sigue siendo el protagonista de estos relatos, solo que ahora los escritores no se preguntan qué es ser puertorriqueño sino más bien qué identidad proporcionan o no proporcionan las grandes urbes, las tecnologías, los medios informativos y publicitarios, el show business, etc. La inmensa mayoría de estos relatos narran un momento de crisis personal, un momento clave en el que el personaje se enfrenta a la sinrazón de su construcción individual, con dos características básicas: por un lado, hay una acusada conciencia de que la subjetividad individual es una construcción social, y, en este sentido, ninguno de los relatos es un relato social, pero, al mismo tiempo, todos lo son desde el momento en que las narraciones se preguntan qué hay, si algo hay bajo la construcción social de la individualidad que nos da el “ser” al tiempo que nos hace sufrir (todos somos ya no hombres frente al sistema, sino hombres-sistema); por otro lado, varios autores tratan de mostrar momentos en que la gran nada, el vacío no simbolizable que escapa a los social (residuo o exceso: excremento en todo caso), desborda las ataduras de la realidad y se muestra en todo su horror.
Así, me parece a mí que la puertorriqueñidad que, probablemente de manera inconsciente, trataron de expulsar por la puerta estos autores, se les ha colado por la ventana, pues solo quien ha sido construido por una cultura acosada, cercenada y ocultada, pero siempre pujante y orgullosa, pueden mostrar tan vivamente los conflictos que crea la ocultación, el acoso y el cercenamiento.
Y de aquí, tal vez, deriva la “universalidad” de este libro, porque ahora que el mundo entero se encuentra en un proceso global de colonización por parte de los poderes financieros –y empezando por la primera y más importante de ellas, la colonización de las conciencias–, ¿quiénes mejor que los que llevan siglos resistiendo –por medio de la oposición pero también de la asimilación– sucesivas oleadas colonizadoras para enseñarnos cómo hacer que la propia subjetividad, y, más aún, la propia dignidad, sobreviva a ella?
Autores y relatos:
Ángel Darío Carrero: “Tránsito de M.”; Moisés Agosto-Rosario: “Rompecabezas”; Yolanda Arroyo Pizarro: “Farenheit”; Mario Santana-Ortiz: “Los mausoleos”; José Liboy Erba: “El tocadiscos de aguja”; Pedro Cabiya: “El hábito hace al monje”; Mayra Santos-Febres: “Goodbye, Miss Mundo, Farewell”; Juan Carlos Quiñones: “La oreja de Van Gogh”; Rafael Franco Steeves: “El mundo está en llamas”; Janette Becerra: “Milagro en Guanabacoa”; Francisco Font Acevedo: “Guantes de látex”; Ana María Fúster Lavín: “Botellas azules”; Tere Dávila: “Melaza movediza”; Juan López Bauzá: “La sustituta”; Luis Negrón: “Mundo cruel”; Cezanne Cardona Morales: “El cuadrangular infame”; Ernesto Quiñónez: “The First Book of the Sinner”; Charlie Vázquez: “The Mystery in the Painting”; Damarys Reyes Vicente: “Ayín”; Vanessa Vilches Norat: “Fe de ratas”; Sofía Irene Cardona: “La amante de Borges”; Mara Negrón: “Carta al padre”; Edgardo Nieves-Mieles: “Y la rosa, girando aún sobre el engranaje sangriento de su espinoso talle”, Willie Perdomo: “Another Kind of Open”.
En el ojo del huracán. Nueva antología de narradores puertorriqueños, al cuidado de Mayra Santos-Febres y Ángel Darío Carrero, s/l, La otra orilla, 2011, 231 páginas, ISBN 978-1-935164-99-9.
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