jueves, 20 de junio de 2013

Desencadenado: la poesía de Espronceda en escena (III)

Desencadenado: la poesía de Espronceda en escena (III)

Grupo Paréntesis

 3. La puesta en escena


    3.1. La música


    Para el recitado de “La canción del pirata” se eligió el tema instrumental “The March”, correspondiente al disco Warriors of the World (2002) del grupo estadounidense de heavy metal Manowar. Resulta sorprendente comprobar, por una parte, cómo la estructura de esta pieza, de factura clásica no obstante su inclusión en un disco de rock, adecua perfectamente su marcado cambio de ritmo a la transición entre la primera parte del recitado, definida por las ocho primeras estrofas del poema, y el comienzo de una segunda parte en la que los primeros versos de la novena estrofa (“A la voz de ‘¡barco viene!’…”) reclaman un recitado más vehemente. Por otra parte, la duración del tema musical acabó coincidiendo a la perfección, gracias a los muchos ensayos, con la del recitado, lo cual permitía dar a los últimos versos, en los que el pirata relata su descanso, un sentido especial al compás del final redondo de la pieza musical, de resonancias apoteósicas.




    “La cautiva” contó con el fondo musical del primer movimiento de la suite sinfónica Scheherezade Opus 35 (1888), del compositor romántico ruso Nicolai Rimsky-Korsakov, especialmente apropiada al poema por su exotismo oriental. La pieza musical resulta ser de una belleza clara y conmovedora, muy pertinente para la evocación de los paisajes y circunstancias que toca Espronceda en el texto. No hay que olvidar, además, que el violín solista representa precisamente en la partitura de Rimsky-Korsakov la voz de una cautiva. El cambio de intensidad en la ejecución del tema se hace coincidir con el giro temático marcado por la  evolución del poema, que representa el atardecer en el que todo vuelve a su sitio con la tristeza y la decepción de la protagonista del poema.


    La música elegida para el recitado de “A una dama burlada” fue la “Marcha para la ceremonia turca” compuesta por Jean Baptiste Lully para la representación de El burgués gentilhombre de Molière (1670), muy pertinente para darle a la lectura no sólo el ritmo necesario, sino también un toque de ironía y viveza muy convenientes para el tono del texto, realzado con la inclusión de un efecto inicial de percusión metálica aguda perfectamente sincronizada con el tempo de la pieza de Lully. Para acompañar la adaptación de El estudiante de Salamanca se pensó en el Requiem para soprano, mezzosoprano, solistas, coro mixto y orquesta de Gyorgy Ligeti (1963-1965), que contribuyó en buena medida a crear un ambiente de desesperación alrededor de la muerte y dibujar la atmósfera extraña que envuelve a Félix de Montemar hasta desembocar en el final frenético y confuso que tan acertadamente logra plasmar Espronceda. “El arrepentimiento”, por su parte, hacía necesario un acompañamiento musical cargado de melancolía y sugestivo del estado anímico de la voz poética. Pocos géneros musicales se avienen mejor que el tango y la milonga a este registro expresivo, puesto en la voz dolorida de un hombre, como casi todas las piezas clásicas de esta manifestación musical. De acuerdo con esto, se eligió como fondo musical la “Milonga del Ángel” de Astor Piazzola (1965).

    El cuarto movimiento (“Andante religioso”) de la Suite Holberg Op. 40 (1884) de Edward Grieg fue la pieza musical elegida para acompañar el recitado de “A Jarifa en una orgía”. Por su extraordinaria intensidad y emotividad, este fragmento de música genuinamente romántica se aviene a la perfección al sentimiento de desengaño, dolor y hartazgo que expresa la voz poética, que se ve envuelta en una ejecución musical cuya duración se hizo coincidir exactamente con el recitado del poema, que concluyó a tiempo de que se pudieran oír los acordes finales, cargados de la melancolía y la fuerza trágica necesarias para reflejar el desgarramiento del corazón con que se cierra el texto. En la misma búsqueda de la sintonía emocional entre los dos elementos sonoros del espectáculo, el recitado y la música, la declamación de “¡Guerra!” se hizo al son de la canción “What power art thou (Cold Genius)”, del tercer acto de la ópera barroca King Arthur de Henry Purcell (1691), fundido con el efecto esporádico del estampido lejano de una batería de cañones, con un resultado idóneo para crear las sensaciones de caos, terror, ira, desasosiego y contraste entre el ardor y el frío que siente el combatiente rodeado de muerte y destrucción en una batalla a la que se entrega con fervor revolucionario.


    Para el recitado del apócrifo “La desesperación” se acometió una experiencia claramente animada por la voluntad de fusión. Así, para el acompañamiento musical se optó por una obra contemporánea de música electrónica que sintonizase con la temática del poema y aun sincronizase con el ritmo pertinente para su declamación. La pieza elegida fue “Lux aeterna”, de Clint Mansell, perteneciente a la banda sonora, editada en 2000, de la película Requiem for a Dream de Darren Aronofsky. El ritmo de la ejecución musical se ajustaba sorprendentemente a la estructura métrica de los versos del poema, razón por la cual se decidió recitarlo siguiendo el estilo del rap y marcando la sílaba tónica de las sílabas segunda y sexta de los tres primeros versos de cada estrofa y la quinta del cuarto encajando todo en el tempo del fragmento de Mansell y creando un efecto letánico acentuado por la estudiada actitud irónica del recitador, con un resultado de innegable brillo y originalidad.

    Por fin, y para cerrar el recital, la “Canción de la muerte” se recitó con el fondo musical del tema instrumental “Treefingers”, perteneciente al disco Kid A (2000) del grupo inglés de rock alternativo Radiohead, especialmente sugestivo, evocador y pertinente para sugerir la atmósfera contradictoria de misterio, miedo, consuelo y sosiego que, sin renunciar a la gravedad de su mensaje, envuelve las palabras de la muerte, protagonista de la voz poética, que invita al mortal, desde su superioridad, a entregarse a ella en la confianza de la paz y el descanso. Al final del tema se introdujo el efecto musical confiado a un sonido de campanas, lúgubre y grave, que remataba acústicamente el sentido del poema.

2 comentarios:

  1. Que recuerdos mas buenos.
    Que recompensa tan bonita tu comentarios, maestro.
    Que ganas de repetir, para mejorar sin duda en mi caso, y vivir en directo la belleza de las voces el saber recitar del resto.
    Me encanta.
    Gracias Maestro.

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    1. La entrada es colectiva, José Luis, y el mérito de todos. Gracias también a ti y a todos. Un gran abrazo.

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