viernes, 7 de junio de 2013

Desencadenado: la poesía de Espronceda en escena (II)


Desencadenado: la poesía de Espronceda en escena (II)
Grupo Paréntesis

2. ¿Por qué los poemas elegidos?

Para interiorizar, sentir y hacer sentir el texto no bastaba con elegirlo. Había que justificar la elección, incardinarla en la motivación de cada cual, hacerla propia y asumir el riesgo, incluso, de adecuarla a un determinado estado anímico, de modo que el poema pudiera convertirse también, en cierta medida, en un instrumento al servicio de la expresión del sentimiento del recitador.

“La canción del pirata” se convirtió en un ejemplo de interpretación original, totalmente alejada del tópico. No hay que derrochar argumentos para recordar que este poema es un canto a la libertad, de acuerdo con la predilección que sienten los románticos por los personajes rebeldes, marginales y desarraigados. Sin embargo, la recreación propuesta en el recital quiso llamar la atención sobre un personaje que en el fondo muy bien podría anhelar un sosiego imposible, un héroe en constante lucha con su entorno, abismado en el bucle que el poema mismo puede definir; un héroe que va reduciendo su grandeza a un estado de resignación ante el cansancio que deviene de repetirse a sí mismo que su libertad real dista mucho de lo que sugiere su apariencia y que al final acaba buscando un descanso próximo en su deseo a un cierto grado  de aislamiento que le trae el consuelo en el refugio de la soledad.

La selección de “La cautiva” se entiende por la predilección de los personajes femeninos por parte de su recreadora, motivada en este caso por la singularidad del tratamiento de la mujer en un momento histórico en el que su relevancia y autonomía no habían adquirido el desarrollo actual. Esto no implica que se pretendiera el contraste entre la perspectiva de dos épocas presumiendo la ventaja de la actualidad; antes al contrario, la cautiva puede muy bien representar los límites de la mujer del siglo XXI, obligada a responder a las múltiples exigencias derivadas de los diversos planos de su condición y a renunciar a los intereses personales en beneficio de los otros en una permanente actitud de entrega no correspondida. El cautiverio puede hacerse simbólicamente extensible a cualquier individuo de nuestro tiempo, obligado a participar de expresiones, actitudes y formas de vivir alienantes. Por otra parte, el gusto romántico por el exotismo tiene su correlato en cuanto de exótico puede encerrar la poesía en nuestros días, marcados por un entorno fuertemente tecnológico que anticipa cambios en las formas y los conceptos de la belleza.

La selección de “A una dama burlada” estuvo condicionada por la intención de incluir en el recital un aspecto más terrenal y mundano, en concordancia con la rica personalidad de Espronceda, cuya reputada trayectoria y experiencia galante sirven para dibujar, en la persona de una mujer, el ambiente de fingimientos, engaños y deseos que acaban volviéndose en contra de quien lo frecuenta. Por lo que respecta al fragmento adaptado de El estudiante de Salamanca, la adscripción de su recreador al mundo del teatro motivó que la selección del texto, de atractivos y complejos ingredientes teatrales, fuese también un reto interpretativo engranado en lo que el responsable de la selección de este texto entiende teóricamente como “sentido de precipicio escénico”, representado en esta ocasión por la intención, arriesgada, de conducir al público a un clímax inquietante y alejado de toda calma.

La búsqueda de la emoción romántica en un estado tan íntimo como el arrepentimiento motivó la selección del fragmento del poema apócrifo del mismo título, con cuyo espíritu quiso identificarse el encargado de su recreación proponiéndose una forma de inmersión empática que diera sentido a la interpretación dolorida y morosa del texto. Una sintonía parecida motivó la selección del desgarrador poema “A Jarifa en una orgía”, que refleja con especial profundidad el hastío, la insatisfacción, el desengaño y el dolor que pueden encerrar la experiencia de la belleza superficial y la búsqueda del placer, que no curan el alma rota de quien busca algo más trascendente, y por la misma razón acaso inalcanzable.

La impronta del Espronceda liberal y revolucionario motiva la selección del poema “¡Guerra!”, concebido, en la propuesta de su recreador, como la manifestación de una voz enardecida, temblorosa, a veces letánica, que adquiere su mayor valor imaginada en el escenario mismo de la batalla. Esta motivación por el héroe se compensa y contrapone con la lograda expresión del cinismo, la crueldad y el tremendismo escatológico que impregnan el apócrifo “La desesperación”, elegido por el responsable de su recreación por la fuerza y la dureza de sus imágenes y la pertinencia de los logrados ingredientes que estimulan una interpretación irónica, pero igualmente alusiva a la agitación y confusión que alumbran el texto.

El recital se cierra estratégicamente con la “Canción de la muerte”, cuya interpretación sugiere a la encargada de su recreación el reto de conciliar, precisamente a tiempo de concluir el recital, la idea del fin natural de las sensaciones y los sentimientos con la sugerencia estimulante del comienzo de una experiencia inefable cuyo descubrimiento se confía de forma incitante y aun seductora a un destino al que nadie podrá sustraerse.

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