lunes, 9 de abril de 2012

Reseñas de los lectores: La devoción del sospechoso


Terminé la lectura, cerré el libro, lo dejé reposar en silencio sobre mis rodillas, me levanté sin prisas, alejé cualquier ruido, me acerqué a la biblioteca, busqué uno de mis rincones reservados, abrí un hueco mínimo, (entre Las mocedades de Ulises, Álvaro Cunqueiro, y El adversario, Emmanuel Carrière), y lo encajoné con mimo intentando no romper la armonía del instante. La devoción del sospechoso, de Keigo Higashino, había entrado para quedarse.

Pese a poder alimentarme de forma continua con sopas de algas, pescado crudo aviado por el dulzor de la salsa de soja potenciada con la penetrante contundencia del wasabi, y arroces sencillos, mi ignorancia enciclopédica de la cultura japonesa abarca un laberinto de bibliotecas. Cuanto más me intereso, más se me escapa. El padre Arrupe, jesuita y médico en Hiroshima cuando cayó la maléfica, y más tarde último Gran General de la Compañía, tardó tres años largos en aprender a manejar con la armonía requerida los utensilios de la ceremonia del té. Pero él era un hombre de Dios y yo soy ateo. Renuncio.

La devoción del sospechoso es la armonía del conjunto. Me cuesta imaginar su escritura por medio de artilugios mecánicos. Veo unas manos de pianista, alabastrinas, mover con delicadeza una pluma de ganso sobre un papel de seda. Tal vez al fondo, muy suave, María Joâo Pires interpreta el segundo movimiento del concierto para piano y orquesta nº 27 de Mozart.

Todo inicia con una muerte accidental interpretada como un necesario homicidio involuntario, pero homicidio al fin. La atractiva madre soltera y su hija adolescente sienten la llegada del pánico a sus vidas. Suena el timbre. Abren la puerta demudadas. Un hombrecillo, su vecino, se ofrece a ayudarlas. Así, tan en blanco, comienza una escritura donde, bajo el pretexto de novela negra, se analizan y entreveran un reducido mundo de personajes, sus vidas asaltadas por lo inesperado y unas formas de conducta, por encima de todo, civilizadas.

Nada hay de estridencia, ni siquiera en la violencia, todo es paciencia, rigor, espera, claridad, un policía avezado y humanista, dos científicos, (un matemático y un físico), un paso a paso, una investigación, un análisis minucioso, una confrontación de inteligencias afinadas por la elegancia.

Mientras toda pasa, nada parece estar pasando.

La escritura es limpia, ordenada, (pocas veces he leído una investigación descrita con tanta meticulosidad, tan comprensible de inmediato), donde se avanza con precisión de cirujano en unas coordenadas de tiempos y espacios de blancura quirúrgica. Por supuesto, el hacer bien las cosas no conduce a nada o, más complejo aún, el policía llega muy pronto a la raíz del problema, pero es incapaz de encontrar pruebas válidas ante un juez. Una inteligencia aguda mueve, ha movido, los hilos para invertir su función e impedir la llegada de la araña hasta la mosca atrapada, desesperada. Ahí entran en juego las dos potentes mentes científicas, la búsqueda de los ángulos muertos generados por las ideas preconcebidas, averiguar si es más sencillo encontrar por ti mismo la respuesta a un problema o comprobar si es correcta la encontrada por otro.

El autor no juega al engaño. Desde el principio, línea a línea, pone todas sus cartas sobre la mesa a la vista del lector. Pero, no nos engañemos, el ardid del argumento es una argucia. Lo importante son los personajes, sus reacciones, su modo de pensar, sus compromisos mentales, sus (des)equilibrios emocionales. Pese a ser japonesa en los detalles, la leí muy occidental. Si cambiamos, las características físicas, la comida o las tatamis para dormir, (siempre me extrañó observar a las grandes culturas orientales incapaces de inventar el colchón, la silla o el tenedor), La devoción del sospechoso podría desarrollarse en un país avanzado de Europa, en un entorno social tan habitable como un campus universitario danés, por ejemplo. Hasta el final, cuando las tensiones contenidas buscan salida, cuando el comportamiento exija ajustarse a sus normas de conducta. Entonces asistimos, con transparencia doliente, a derribos psicológicos, a la emergencia de sentimientos de culpa agazapados o a la imperdonable sensación de fracaso, algo tan rotundamente japonés.

La narración se almohadilla con ternura, impregnada de un aroma romántico nada ñoño, ¡por favor!, capaz de llegar a despertar emociones por encima de la intriga, a enamorarte de los personajes, precisamente por entender su evolución a través de la sutil progresión del desarrollo.

La traducción es impecable, magnífica, la prosa diáfana se expresa con la suavidad de un haiku, las palabras son exactas, deslumbrantes sin pretender deslumbrar. Trasladar tal sutileza del japonés al castellano se me antoja proeza.

La devoción del sospechoso ha sido mi primera gran sorpresa en mucho tiempo. Alguien dijo de cierto hombre que su grandeza crecería con el tiempo como crecen las sombras cuando el sol declina.

Perfecto para La devoción del sospechoso.


Título: La devoción del sospechoso X
(Ignoro si la X, mayúscula, en rojo, pertenece al título original o es un reclamo editorial para incentivar el suspense. En cualquier caso, para mí, es tan aberrante como rematar el Concierto nº 1 de Chopin, Maurizio Pollini al piano, con un aldabonazo de gong chino)
Autor: Keigo Higashino
Editorial Ediciones B. También accesible en el Círculo de Lectores.

Autor de la reseña: Javier Guzmán

4 comentarios:

  1. Bienvenido a Náufragos, Javier. Y gracias por esta estupenda reseña.

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  2. Una reseña espléndida: dan ganas de acudir, de inmediato, a la lectura de la obra. (José Ramón).

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  3. La trama me recuerda a la película de Kurosawa "El infierno del odio", no por los motivos argumentales, sino por la claridad y limpieza que destacas. La trama versa sobre el secuestro de un niño, y la investigación policial tampoco es lo más importante de la película, sino la vereda por la que se explica al espectador la injusticia de la desigualdad económica, motor del comportamiento de los personajes. Quizá la sensibilidad japonesa sabe decir mejor las cosas sin decirlas. El párrafo que comienza "El autor no juega al engaño..." sería perfectamente aplicable a esa formidable película. Gracias por la muy interesante reseña.

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  4. Sólo espero que el libro alcance el nivel de la reseña. Me vais a provocar un verano de lecturas japonesas para acabar en lo posible con mi ignorancia en la materia.

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