lunes, 30 de abril de 2012

Música culta y música popular: recreaciones de ida y vuelta


En los últimos años, y como consecuencia de mi trabajo sobre la relación entre la música y la literatura, me he sentido especialmente interesado por la forma en la que la música culta y la música popular se influyen mutuamente. Los ejemplos que hasta ahora he sido capaz de reunir parecen demostrar que la música culta es recreada por la música popular con mayor fecundidad que al contrario, por lo menos hasta ahora. Para empezar, hay unas cuantas canciones cuya melodía está tomada de una pieza de música clásica y sirve de base musical, muy acertada por cierto, para una letra poco o nada relacionada con la obra original. Es el caso de la hermosa balada de los años cincuenta cantada por The Four Aces, “Stranger in Paradise”, basada en la melodía principal de las “Danzas polovtsianas” de El príncipe Igor de Alexander Borodin. También lo es la exitosa canción “Llévame” que Miguel Tottis cantó en 1975 con la música de “En un mercado persa” de Albert Ketelbey o, en otro registro, de la canción “It’s now or never” de Elvis Presley, que versiona el “O sole mio” de Capurro y Capua (cuyos límites entre lo culto y lo popular quizá merecerían discusión aparte).
También hay importantes homenajes a la música culta en “Alabama Song” de The Doors, basada en La ópera de tres centavos de Kurt Weil y Bertoldt Brecht y versionada en español por Ana Belén y Miguel Ríos, entre los muchos artistas que han recreado otras partes de la obra original (entre otros Nina Simone, Frank Sinatra, Pet Shop Boys o José Guardiola, cuya versión de “Macky el Navaja” tuvo su momento). Los Doors homenajean  al adagio de Tomaso Albinoni en la música de fondo de “A Feast of Friends” del disco de Jim Morrison An American Prayer, y en el comienzo de “It’s a hard life” de Queen, del disco The Works, Freddy Mercury pone su voz única al servicio de la melodía de “Vesti la giubba” de la ópera Pagliacci  de Ruggero Leoncavallo. Eric Adams, el vocalista de Manowar, interpreta muy convincentemente el aria por excelencia del Turandot de Giacomo Puccini, “Nessun dorma”, en el disco Warriors of the World, sin renunciar a su auténtica textura vocal, muy al contrario de lo que Barry Gibb, por lo demás extraordinario vocalista, intentó sin demasiado éxito en algunas canciones como “When do I” del disco Trafalgar. No todos tienen la capacidad vocal para hacer esto de forma convincente. El ejemplo más sobresaliente de cómo se pone una voz de soprano al servicio del mejor power metal es la diosa Tarja Turunen, la primera vocalista de Nightwish. Recientemente, y aunque en otro género, la soprano española Amparo García Otero ha hecho lo propio muy logradamente en su canción “Juglares y quijotes” de su disco Nadie es más que nadie, en la que su magnífica voz se funde con la de José María Guzmán (del mítico cuarteto español Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán). Es más común, no obstante, oír a los grandes tenores y sopranos versionar las canciones más conocidas de la música pop-rock, y en algunos casos, poner su voz al servicio del heavy metal, como hizo el mismísimo Luciano Pavarotti nada menos que con Sepultura en “Roots bloody roots”, de su álbum Roots, o como hizo en una sorprendente incursión en la música el gran actor británico Christopher Lee prestando su imponente voz de bajo-barítono al grupo italiano de power metal sinfónico Rapsody of Fire en la extraordinaria “The Magic of the Wizard’s Dream”.

En el mismo sentido, y en el mismo disco de Manowar antes citado, encontramos una pieza, “The March”, cuya factura clásica es muy clara, por no hablar de la enorme importancia de las orquestas sinfónicas en los mejores discos de los grandes grupos de heavy metal épico o sinfónico o el power metal, como Nigthwish o Epica. Cualquiera que desee deleitarse con una alarde de transición casi mágica entre la música sinfónica y el mejor heavy metal está invitado a escuchar “Sacred Words”, la primera canción del disco At the Edge of Time de Blind Guardian, editado hace poco. Creo que esta mezcla de lo sinfónico con el rock no habría sido posible sin la audacia visionaria de los Moody Blues en el sensancional Days of Future Passed de 1967 y sin el guiño del órgano Hammond de Mathew Fisher, el mismo año, a la cantata BWV 140 de Bach (“Despertad durmientes”) en “A Whiter Shade of Pale”, la canción por antonomasia de Procol Harum y una de las canciones más redondas y bellas de toda la historia del pop-rock. Después llegó el remate de la Electric Light Orchestra, que fundió muy eficazmente los instrumentos clásicos con los propios de la música rock, y en el heavy metal de nuestros días la presencia del violín ha sido fundamental en Mägo de Oz y en la magistral “Nyneve”, de Wurdalak, entre otros ejemplos.

Por lo que respecta a la recreación del rock por parte de la música culta, y sin olvidar las magníficas y justamente reconocidas versiones de los principales clásicos del rock por parte de la Royal Philharmonic Orchestra, son muy destacables el sorprendente Beatles go Baroque de Peter Breitner, en el que construye y ejecuta con su orquesta de cámara sendos conciertos al modo de Vivaldi, Bach o Haendel a partir de los temas más conocidos del cuarteto de Liverpool, o la magnífica The Queen Symphony compuesta y dirigida por Tolga Kashif, en la que las canciones del grupo liderado por Freddy Mercury se integran de modo tan hermoso como convincente en una completa sinfonía de seis movimientos, nuevamente de la mano de la Royal Philharmonic Orchestra. No podemos dejar de significar la incursión de algunos ilustres músicos de la música pop-rock en el género culto, bien como compositores o bien como instrumentistas. Entre los primeros brilla con luz propia Paul McCartney, autor de obras excelentes como el Oratorio de Liverpool o la bellísima cantata Ecce cor meum, entre otras, y entre los segundos cumple reconocer el meritorio trabajo de investigación e interpretación de Sting con el laúd y la música de John Dowland en Songs from the Labyrinth.

Movimientos recreadores de ida y vuelta, en fin, que demuestran que la música popular y la culta se interrelacionan, se influyen y se interpenetran en un diálogo permanente y seminal que nos demuestra una vez más las muchas aristas de la estética de la recreación, reveladora de intuiciones y sorpresas que llegan a lo más profundo de nosotros desde lugares diferentes, fundidas y confundidas en la fragua de la inspiración.

7 comentarios:

  1. Ya tenía el Spotify echando humo, hasta que llegó mi nena y se apoderó de él. Afortunadamente se fue a la cama. "Sacred Words" tiene una transición estupenda desde un estilo a otro. Ya te debo otra, maestro.

    No obstante, las versiones filarmónicas del rock no me gustan demasiado; me parecen un intento de dignificar algo que no lo necesita en absoluto, y además me recuerdan a Luis Cobos. No he sido capaz de dar con The March, de Manowar, pero sí he descubierto a Nightwish, que no están mal. Como ejemplo de tributo inverso -música culta a la popular- es inevitable recordar a Aaron Copland, bien que en tiempos previos al rock. Claro que también a todos los músicos del renacimiento les gustaba versionear las canciones populares.

    Un saludo, y danos más hallazgos, por merced.

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    1. Ya sabía yo que te iba a gustar la transición de "Sacred Words". Por "The March" no te preocupes, que te la grabo yo si no la encuentras.
      Totalmente de acuerdo contigo en la escasa fuerza de las versiones sinfónicas de los grandes temas del rock, bastante descafeinadas.
      Copland, Dvorak, en cuya Sinfonía del Nuevo Mundo son obvias las huellas del espiritual negro, y Listz, y tantos otros que beben en las fuentes populares, dan para otra reflexión. Forsi altro cantera con miglior plectro...

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  2. Gracias Santiago por poner ante los ojos de todos una realidad que parecía invisible a causa de la prgresiva comercilaidad de la música a partir de los 80 y, porque no decirlo, a la "ceguera crónica" de algunos que consideran a la música popular en general y al rock en particular, productos culturales de "tercera". Me gustaría participar en tu disertación añadiendo algunos datos más: la obra del teclista de Deep Purple, Jon Lord, que llevo al grupo a interpretar "Concert for Group and Orchestra" y, siguiendo la estela Purple, la adaptación por Richie Blackmore del la 9ª sinfonía de Bethoveen para su "Dificult to Cure". O las intro de Yes con "El Pájaro de Fuego" de Stravisnky, el "Latas y Brahms" del mismo grupo en el disco "Fragile" y así, un sinfínUn gran abrazo Santiago. Ramón Cebrián, bajista de Esclavitud

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    1. Gracias, Ramón. Son aportaciones muy valiosas. Conocía la de los Purple, pero no las demás, así que quedo en deuda contigo. Una alegría y un honor que hayas escrito este comentario, amigo. Un fuerte abrazo con el imborrable recuerdo de vuestro último concierto en Excálibur.

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  3. Otra sorpresa. Compré el otro día un CD de Manowar, "Battle Hymns" al albur de tu comentario, y me encuentro con la obertura de Guillermo Tell de Rossini (http://www.youtube.com/watch?v=XDgWObdZ3WI) versioneada a toda leche con la guitarra eléctrica de Joey Di Maio. "William's Tale" (http://www.youtube.com/watch?v=XDgWObdZ3WI).

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    1. Si es que son únicos, Dativo. Y en directo, ni te cuento. Se pasan un poco de autocomplacientes, pero en eso reside parte de su gracia. Un abrazo fuerte.

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  4. Fe de erratas: El vocalista de la banda alemana J.B.O. parodió con voz de tenor la canción “Roots Bloody Roots” del grupo brasileño de heavy metal hasta el punto de que durante mucho tiempo se extendió la falsa leyenda de que el tema había sido cantado por Luciano Pavarotti. Sí es cierto, sin embargo, que Pavarotti colaboró con U2 en la balada “Miss Sarajevo”. El enlace a la grabación del tema en directo en Módena en 1995 está disponible en Youtube (https://www.youtube.com/watch?v=SeoB-xY_1iw).

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