Sí, esta madrugada murió Javier Guzmán, novelista que el año
2000 había ganado el Premio Torrente Ballester con Brigada Lincoln y que no conocimos personalmente hasta que hace un
par de años la “causalidad” de la vida le llevó a proponernos la publicación de
la continuación de aquella primera novela. La publicamos en el 2012, con el título
El cocinero del Papa, y desde entonces Javier entró para
quedarse en nuestras vidas con su vitalidad y su personalidad arrolladora. Como
escritor, colaboró con nosotros en este mismo blog, charlas, reuniones tempestuosas
para hablar de literatura, presentaciones de libros. Pero sobre todo se
convirtió en un amigo. Él sabía valorar la amistad con la cita adecuada:
Gracias por vuestra
amistad, amigos. Como
decía León Felipe, no basta con arar los campos, hay que cultivar las espigas con amor y
con gracia.
En el mes de marzo, al tiempo que nos alegraba con el envío
de la última entrega de la trilogía de Almedina, Javier nos hacía torcer el
gesto con el anuncio de que le habían detectado un cáncer de páncreas. No se andaba
con chiquitas o medias tintas; desde el principio enfrentó la enfermedad a cara
descubierta:
Toda mi vida he sido analítico, responsable y capaz de asumir
cualquier problema que se me presente. Posiblemente este es el más peliagudo de
todos. Pero lo asumo, lo entiendo y lo acepto.
Y estos últimos meses han sido de gran intensidad para todos
nosotros, pues al tiempo que avanzábamos en la corrección de la novela, con los
habituales comentarios de Javier, llenos de humor y sabiduría
(Como ejemplo intercalamos aquí éste, uno entre otros muchos:
Me gustaría agregar algunos cambios. Por ejemplo,
el hermano de mi mujer que está aquí porque, dadas las circunstancia,
necesitamos la presencia de un hombre en casa, me dice que el los años 50
hablar de limpiar algo a "manguerazos", la tartana de "La simple
verdad", es una desatino, entonces las mangueras solo aparecían en las películas
americanas. Las cosas se lavaban a pozaladas.
-¿Pozaladas?
-Sí. Lo que los castellanos llamáis cubo,
nosotros le decimos pozal. El suelo, una superficie grande y esas cosas se
lavaban tirando pozales de agua.
-¡Ayvá, dios!
-¡Venga!
Otra. "Cap a..." es una catalanada cuyo
significado es "en dirección a..." (cabeza a)
Ejemplo grasiento.
-¿Onde vais?
- Cap a Zárágózá!
Nunca lo olvides: el habla maña es de imperativo
esdrújulo. La excepción es Zaragoza, palabra donde se acentúan todas las sílabas.)
al
tiempo de esto, digo, veíamos el imparable avance de la enfermedad y nos
maravillábamos de la conciencia y entereza con las que Javier la afrontaba:
El otro día, más bien
noche, estaba en bata cuando me levanté y vi una imagen ligeramente humana
reflejado en el cristal negro por el contraespejo de la noche. Y allí estaba
Nosferatu, versión clásica, Murnau 1922. Avanzamos, me dije, hacia la
inmortalidad por extraños vericuetos.
Hace unos días, fuimos a visitarle a su casa en
Madrid. Estaban su esposa, Alicia, y su hija, Tamara. Nos tomamos unas
cervezas, charlamos, nos reímos, Javier nos leyó cosas que había escrito. Y nos
despedimos, serenamente. Él nos contagió su entereza y nos enseñó algo que solo
puede aprenderse de esta manera.
Su vida, su obra y su entereza son una lección magistral. Siento de todo corazón esta noticia.
ResponderEliminarEl sábado 6 de septiembre, en Toledo, dedicaremos el recital "Poesía náufraga" en su memoria.
Descanse en paz.
Extraordinaria semblanza-homenaje para una persona y amigo extraordinario. Cuánto nos han enseñado sus libros y cuánto nos ha enseñado su actitud en los últimos meses.
ResponderEliminarPoco se puede añadir a lo dicho. Solo me gustaría destacar de Javier su férrea independencia de criterio, alejada de cualquier credo o filiación. Un ilustrado en el mejor sentido de la palabra. Lo echaremos de menos intensamente.
ResponderEliminarSoy un amigo de Javier y te felicito por tu comentario, ponderado y muy acertado al comentar cómo era Javier. Lo conozco desde los 5 años: somos del mismo pueblo y, después, cuando nuevos estados y obligaciones nos separaron, nos veíamos cada año todos los veranos. Admiré siempre su inteligencia, voluntad y sentido de la amistad. Pero me dejó maravillado su estoicismo ante la muerte. Séneca no lo habrá hecho mejor. Y es un escritor no suficientemente valorado. Imaginación, cultura y miles de lecturas a sus espaldas, no le faltaban. Que sepáis que me uno en la pena con vosotros y que valoro mucho que lo hayáis destacado en el block. Un abrazo.
ResponderEliminarPepe Ponte
Gracias, amigo Ponte, en nombre de este colectivo discreto. A pesar de la muerte, Javier seguirá uniendo voluntades, a través de su ejemplo y de la lectura de sus obras, que, en la medida de nuestras posibilidades, seguiremos promoviendo.
EliminarOtro abrazo de los discretos amigos.
Aunque conocía a javier desde hace algunos años, no habré compartido con el más de "cuatro ratos" como aquel que dice. Lo que se de él, lo sé casi todo por boca de Tamara y Carlos. Se que ellos ya se llevan lo bueno de Javier, pero lo que me alegra, y mucho, es saber que todo eso y más ya lo tienen grabado "a fuego" los enanos, Alicia y el pirata, Alejandro. Y me gusta porque se que lo compartirán toda la vida con mis hijas ... "Las mellis". Un beso fuerte familia.
ResponderEliminarSu personalidad arrolladora y su caudal de conocimientos en casi todos los ámbitos, hacían que pasar una velada con Javier se convirtiera en un festín de referencias artísticas, geográficas, históricas, gastronómicas, políticas, arquitectónicas... te hacía descubrir la belleza que solo unas pocas personas como él ven podían apreciar desde el principio y todo ello aderezado de su fantástico sentido del humor. Pero sobre todo Javier era cariño y generosidad para con sus amigos y familia. Lamento no haber pasado más ratos en su compañia pero a mí y a los que lo conocimos nos queda su recuerdo imborrable además de su obra. Como escribió hace tiempo en una dedicatoria bajo unas viejas fotos que regaló a su sobrina (mi mujer): " de todo lo invisible solo el pasado es cierto". Hasta siempre tío Javier.
ResponderEliminarHay fortunas en la vida que es poder compartir inmensos ratos y momentos con buenas personas, además de inteligentes y también como no listos, Javier lo era, por ello su legado humano que nos ha dejado siempre perdurará, sus obras La Brigada Lincoln, El cocinero del Papa, y alguna otra sin publicar, son meros testimonios de su grandeza, los que hemos podido compartir con ÉL, atesoramos un recuerdo de incalculable valor. Javier alguna vez espero que volveremos a compartir sino esos otros momentos que nos vuelvan a colmar de grandeza y sencillez, de humanidad y honradez, de honorabilidad y honestidad, como los que en esta vida conviví contigo. Simplemente gracias
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