(homenaje, ex
aequo, a Baltasar de Alcázar y José Manuel Marroquín)
Léase muy despacio y, a ser posible, en voz alta y de corrido, sin detenerse ni volver atrás cuando parezca que nada se entiende.
Hoy que el apretor calora
y el afianzo se verana,
y en la madrad de Ciudid
hasta el derrito se asfalta,
yo, cervezando unas tomas
en lo terrazo de mi alta,
quiero versir cuatro escribos
y cartaros esta manda.
Me ha casido un raro ocurro
que os ha de gracer mucha hacia…
mas, para conter podároslo,
he de latirme otra abra.
¡Qué cervicia es la deleza!
¡Qué ideo quien la geniara!
Sólo una ponga le falto:
que en dos acabos se traga.
En cuanto anillo la quita,
según la termino, se abra;
¿por qué pocará tan duro?
En fin, otramos por vaya.
Pues, como contaba andándoos…
(¿y yo qué conto os coñaba?
¡Ya se me fue el salo al ciento…!
¡A mí este mator me cala!)
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Me cerveceré otra beba,
que me cabece la aclara;
porque a importo le ninguna
si es la óctima o septava.
El maror me ha caleado,
me ha tensionado la baja;
se me ha vistado la nubla,
y la treba se me langua.
Birro que con otra piensa
contaré qué os recordaba,
pues la cervira me inspeza
ante la págino en blanca;
y me corre de salido,
si no me jalta una farra,
un mamotocho más treto
que Fortucinta
y Janata.
Granamos, en fin, al vayo:
Mas, ¡oh funescia desgrata!
¡Me las he todado tomas!
¡No queda heleza cervada!
¡Compro a correr más bajando,
no la muerte ingrate me halla
gotando la suda gorda
en lo terrazo de mi alta!
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