El ruiseñor de Juan Bautista de Mesa (vid. entrada anterior) me ha traído al magín otra avecilla canora similar que a duras penas recordaba yo revoloteando en la jaula endecasílaba de un soneto de fray Jerónimo de San José. Me refiero al poema que el carmelita descalzo dedicó a un ruiseñor y una rosa (“Aquélla, la más dulce de las aves, / y ésta, la más hermosa de las flores, / esparcían blandísimos amores / en cánticos y nácares suaves”), tal vez el más festejado y reproducido de su corpus lírico, debido a que Gracián lo alabó en el “Discurso LX” de su Agudeza y Arte de Ingenio. De aquellas páginas gracianescas leídas con avidez en mi juventud conservo yo, sin duda, el brumoso recuerdo de este soneto; y a ellas remito al lector curioso, ya que andan a mano en varias ediciones modernas fácilmente localizables. Prefiero, a cambio, reproducir aquí otra pieza magistral del zaragozano (natural de Mallén) don Jerónimo de Ezquerra y Rojas (así llamado antes de tomar el hábito carmelitano), hombre cultísimo que, tras haber cursado estudios de Artes, Teología, Sagradas Escrituras y ambos Derechos, sobresalió por su faceta de historiador y teórico de la historiografía. Poeta, además, de largo alcance, plasmó genialmente en este soneto el tópico barroco de la fragilidad de la vida.
XXIX.- Fray Jerónimo de San José (1587-1654)
¡Ay gloria vana -vana, torpe y breve;
engaño, encanto, burla y fingimiento-,
la que estriba en tan débil fundamento
como la arena de esta vida leve!
¿Quién a fiar, quién a seguir se atreve
el curso incierto de este inútil viento?
¿Y quién a edificar sobre cimiento
expuesto a que un vil soplo se lo lleve?
No hay cosa tan ruïn, flaca y liviana
que pueda ser, ¡oh mundo!, tu retrato,
por más que seas de las almas dueño;
pero mirando el curso de tu trato,
paréceme tu gloria, ¡oh vida humana!,
sólo un desconcertado y breve sueño.
¡Ay gloria vana -vana, torpe y breve;
engaño, encanto, burla y fingimiento-,
la que estriba en tan débil fundamento
como la arena de esta vida leve!
¿Quién a fiar, quién a seguir se atreve
el curso incierto de este inútil viento?
¿Y quién a edificar sobre cimiento
expuesto a que un vil soplo se lo lleve?
No hay cosa tan ruïn, flaca y liviana
que pueda ser, ¡oh mundo!, tu retrato,
por más que seas de las almas dueño;
pero mirando el curso de tu trato,
paréceme tu gloria, ¡oh vida humana!,
sólo un desconcertado y breve sueño.
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