Por Pedro Mariné
Hoy me he pasado un buen rato por el blog, y he pasado muy buen rato. Me parece un canal idóneo para las discreterías, he disfrutado con todas las entradas pero en especial con la necroilógica de Félix Grande (magnífico homenaje, este de poder conseguir sonreír ante la muerte de un Grande de España y enfrentarse a la muerte del ingenio con más ingenio todavía -¿dónde está, Muerte, tu victoria?-, y me ha llamado también poderosamente la atención una de Gavilanes sobre Wilhelm Reich.
Magnífica entrada, Emilio, por el poder de evocación de la siempre mítica juventud, y también por presentarnos este interesante personaje.
Resulta que nunca antes había tenido curiosidad de indagar en internet sobre él, y eso a pesar de que ocupa un lugar primordial en un libro para mí muy aconsejable, "Pariremos con placer", de Casilda Rodrigáñez. En este, que comienza con la reseña "En el 50 aniversario de la muerte de Wilhelm Reich" se nos explica que, contra lo que se inculca a todas las mujeres "occidentales", el parto no es una condena al dolor. Hay testimonios de mujeres -sobre todo de otras culturas- que paren no solo sin que se trate el parto como una enfermedad (aquí es necesario un hospital, médicos, en fin, alerta sanitaria...) sino con verdadero placer: teniendo un orgasmo.
De esta sorprendente y liberadora línea de pensamiento se cita incluso un antecedente... ¡de 1515!: Ambroise Parè, en "L'Anatomie” dice: "la acción y utilidad de la matriz es concebir y engendrar con un placer extremo".
Para parir no solo sin dolor sino con placer extremo habría que descontraer el útero, que está, junto a todo el aparato genital femenino, especialmente "maldito", ocultado, humillado (la regla como impureza, el sexo restringido solo a fines procreativos -ablación del clítoris incluida-, demonización de la masturbación, etc etc.). Siguiendo la línea de pensamiento iniciada por Reich, Casilda Rodrigáñez concluye que la preparación para un parto placentero, con un útero flexible, es el orgasmo (esa sería la utilidad que se le escapó al bueno de García Calvo cuando afirmó: "el orgasmo femenino es gloriosamente inútil"). O sea que no solo es normal, sano y placentero, sino necesario: a masturbarse tocan, chicas.
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